El pasado ha sido siempre un motivo para ver el presente de otra manera. Desde tiempos modernos, la escisión entre un tiempo y otro, cuya diferenciación en apariencia ayuda a la organización de los hombres, lleva a cierta nostalgia que en ocasiones no puede ser llevadera. Tal es el caso de Héloïse, la protagonista de Mon bébé (2019) o Mi niña, una película de Lisa Azuelos que forma parte del Tour de Cine Francés de este año.
Héloïse (Sandrine Kiberlain) es una mujer divorciada, con tres hijos a su cargo y con una necesidad constante de amor en su vida. Éste llega, en la mayor parte de las ocasiones, de los recuerdos de la niñez de sus hijos; en especial de Jade (Thaïs Alessandrin), quien acaba de cumplir dieciocho años y ha decidido abandonar su hogar en busca de una estancia escolar en Canadá.
Existen diferentes formas de abrevar en una historia. Una de ellas nace de priorizar en la anécdota más que en el personaje; no obstante, este tratamiento puede surgir a la inversa. Mi niña es una película de este tipo. La trama se centra en el personaje de Héloïse, de quien sutil y naturalmente averiguamos escenas de su pasado que se conectan con su presente. Los tiempos del filme son bien hilvanados por Lisa Azuelos, que a través de un desayuno entre madre e hija o el vistazo en el andar de una niña nos revela más del pasado que del presente.
Esto genera, en todo caso, un vaivén en el personaje central de Sandrine Kiberlain, lo cual deja entrever su evolución psicológica, sus miedos, sus corajes, sus recuerdos… o mejor dicho, todo aquello que la ha conformado como madre.
La maternidad es el gran tópico de la película y es allí donde la obra cobra mayor sentido. Héloïse representa una maternidad forjada por el cariño y el coraje de salir avante en la soledad. Mi niña es el recuadro que pinta a una madre llena de afecto que en muchos momentos pareciera no saber reaccionar ante las circunstancias. Sus respuesta, en su mayoría, se sustentan en la libertad y el desconocimiento, aunque siempre con el propósito de hacer feliz a sus hijos.
A partir de su pasado, hay una conformación de la maternidad más clara en la película. Héloïse lo necesita tanto que apela a la captura de momentos en el presente que en un futuro serán parte del pasado. El ciclo de la vida. El presente se vuelve perdurable por las grabaciones y por las fotografías del teléfono. Tanto cobra importancia que, en el menor descuido, Héloïse enloquece por perderlo.
En la película, la tecnología del celular, que en el uso cotidiano puede volverse blackmirroriana, conforma un canal de comunicación no sólo con otras personas, sino con su propio ser y con sus sentimientos, los cuales orbitan en la nube electrónica. Por ello Héloïse se obsesiona tanto, pues somete sus recuerdos constantemente a la dependencia material e inteligente de un teléfono móvil, porque su miedo a separarse de Jade es más grande y la orilla a «prevenirse» de su ausencia.
En este sentido, los recuerdos se conjugan con los videos o las fotografías para generar una atmósfera fraternal, emotiva y familiar. La apuesta de la película pasa por su tratamiento de las relaciones maternales, más que por una historia compleja o de grandes entramados dificiles de aprehender.
Mi niña es definitivamente una película llena de sensibilidad, con personajes de distinta conformación, pero vinculados por la empatía y el afecto (caso contrario del padre, cuya mención pareciera más anecdótica). En un medio cinematográfico con películas llenas de acción, ciencia ficción, aventura y hasta violencia, Mi niña es una película sumamente sobria que destaca por su sencillez.
Lisa Azuelos tiene mucho que decirnos acerca de nuestra comprensión del pasado, de los motivantes de nuestro presente y del rol de la mujer en la educación de los hijos. Por su enfoque, su propuesta no toca el feminismo; más bien se concentra un filme que muestra el papel de una madre melancólica que busca siempre lo mejor para sus hijos antes que para ella.