Ilustración de Carlos Gaytán
El cuerpo es un territorio desconocido y familiar. Las más de las veces se le concibe como instrumento, un simple depositario del alma que se eleva con gracia hacia la espiritualidad. Lo cierto es que nuestro cuerpo representa toda realidad objetiva; en él se agrupan a empujones las más subjetivas experiencias. Y de entre todos esos rincones emerge una verdad aplastante: las corporalidades vividas serán siempre nuestro único hogar. Ese miedo esencial a abandonar el origen se explora a cada momento en la literatura. Es difícil pensar que un escritor o escritora pueda dejar de habitarse para escribir, por eso el lugar de enunciación es relevante.