Ilustración de Carlos Gaytan
Nuestro deseo está enraizado en profundas y complicadas redes de significados y simbolismos personales y sociales. Pensar que todo lo que nos gusta, lo que nos impulsa y lo que nos motiva proviene de nosotrxs mismxs es narcisista e impreciso. Basta con ver las representaciones corporales en prácticamente cualquier industria cultural para notar que esos reflejos, con los que se supone deberíamos identificarnos, comparten la característica fundamental de ser reflejos hegemónicos.