Expulsar al Arte de las galerías, arrojarlo, escupirlo, para que alguien más lo tome con vehemencia. Recuperarlo. Esta es una declaración de corte social y político que, aun con la violencia que proyecta, representa el esfuerzo de más de un colectivo por darle el control del arte a la periferia. Sí, la periferia, ese lugar maldito apodado con el apelativo genérico de underground que, en su desprecio hacia los cánones del buen gusto, ha terminado por moldear la estética de una ciudad corrompida.
En medio de este underground mexicano, sumergido entre la música rock y la imagen irreverente, apareció en 2014 el festival Matazanos, dedicado en un principio a la creación y difusión de fanzine (del inglés fan, fanático y magazine, revista), aquella publicación impresa renegada y autopublicable, que huye de los estándares academicistas. Los fanzines ofrecen reseñas, ilustraciones, poemas, fotografías, letras de canciones y todo material creativo cuya ferocidad en la producción rompe los estándares estéticos del arte tradicional.
Sin embargo, después de doce eventos realizados —más una celebración de menor tamaño apodada Matazanos Baby—, el proyecto ha pasado de ser una exhibición de fanzines a un evento integral, que reúne en su espacio las más recientes expresiones de la música punk y la cultura subterránea citadina. “Matazanos es un festival itinerante de gráfica y música contestataria”, definen Humberto y ‘La Chula’, responsables del proyecto.
Ambos se conocieron en los diversos eventos de música y fanzine del distro. Fue en 2014 cuando Humberto organizó, junto a su pareja de entonces, el prototipo de Matazanos. La favorable respuesta del público asistente lo impulsó a llevar su proyecto al Multiforo Alicia, donde se realizó la primera edición formal. “Después yo me divorcié y me quedé con los hijos, o sea, con los proyectos. En este divorcio, ‘La Chula’ me vio solo con las bendiciones, así que decidió ayudarme y pues se volvió mi amalgama. Así más o menos empezó Matazanos”, explica Humberto.
En los indefinidos muros del Matazanos, se respira el aire de libertad que tanto se persigue en una ciudad como la nuestra. Un desfile de tinta, colores y psicodelia corre a lo largo de las mesas en las que los artistas ofrecen sus fanzines, stickers, posters, playeras y cualquier otra serie de piezas que hayan decidido vender o intercambiar. Los asistentes caminan a paso lento entre una marea de mezclilla, parches de rock, pantalones negros y chamarras de piel. Unos acordes estruendosos inundan cada rincón del lugar, en medio del alcohol y la euforia. Cada edición del Matazanos sumerge a los asistentes en aquel ansiado mundo lleno de trazos rebeldes y subversivos. Es, en su esencia pura, el grito último de la juventud rebelde mexicana.
A lo largo de su camino, Matazanos ha buscado ordenar un poco el caos que, en ocasiones, acompañaba los eventos de fanzine, siempre enmarcados dentro de la tradición contracultural del DIY (“hazlo tú mismo”, por sus siglas en inglés). “Los primeros eventos eran en casas abandonadas, en el patio de un amigo o en la casa de la abuela. Entonces, una de dos, o te comprabas una mesita plegable y te la llevabas a todos lados (lo que era una chinga), o llegabas temprano al lugar y apañabas lo que encontrabas para hacerte una mesa; agarrabas tabiques, llantas o cartones. Había unas mesas más chicas, otras más grandes, otras más largas… Era una joya, pero también era muy inestable”, explica Humberto.
El festival ha encontrado una sede firme en el mítico Multiforo Alicia, pero no abandona la búsqueda de un espacio que no deje fuera a nadie. Humberto continúa: “De llenar una pulcata donde cabían veinte fanzineros pasamos a alcanzar cien personas en convocatoria. El Alicia aguanta hasta 35 güeyes, entonces tengo que quitarme de 75 personas”. Humberto y ‘La Chula’ han recorrido la Ciudad de arriba abajo, entre espacios cómodos de la colonia Roma y centros culturales establecidos, para dar con el sitio correcto. “Encontrar el lugar ideal que sea punketo, responsable y, al mismo tiempo, sea enorme… Está cabrón”, concluye Humberto.
Matazanos se enmarca dentro de la larga tradición contracultural en México, una historia que comienza, más o menos, desde la década de los setenta, y que indudablemente nos remite a hablar de lugares emblemáticos como el Tianguis Cultural del Chopo, el Circo Volador, el Real Under y el mismo Multiforo Alicia. Todos son espacios que resisten contra los estigmas del «buen gusto» y se erigen en combate frente a la represión, la censura y el desprecio de aquellos que falazmente exaltan la «alta cultura» en detrimento de las expresiones alternativas.
El fanzine, por su parte, es otra de las armas que la contracultura en México ha utilizado a favor de la resistencia y la difusión de las ideas de lucha. El origen remoto de estas publicaciones se encontraría, más o menos, en las revistas Piedra Rodante y Conecte, ambas dedicadas a la música rock y comenzadas en la década de los setenta, época en la que este estilo musical era condenado por el gobierno. Las publicaciones Galimatías, Generación y La pus moderna continuaron con esta tradición durante los ajetreados años ochenta, década en la que los centros contraculturales del país recibieron influencia del punk extranjero y se concretó la unión entre fanzines y cultura contestataria. Finalmente, en las décadas de los noventa y dos mil, surgieron un sinfín de grupos y colectivos que, a partir de las virtudes de la difusión por internet, moldearon la escena diversa y heterogénea de fanzine que conocemos hoy. Matazanos, al igual que otros eventos de la misma naturaleza como Fanzinorama o Zin Amigos, retoman esta larga tradición del fanzine en México y trabajan tercamente por mantener la llama viva.
Sin embargo, Matazanos ha sido testigo de cómo la escena del fanzine comienza a ser invadida por un nuevo grupo perteneciente a la «blanca espuma social». Humberto explica: “Ha llegado una nueva esfera de blanqueamiento o de poder adquisitivo. Son esos artistas que ya estuvieron en alguna galería o emprendedores que estuvieron en editoriales, a quienes tal vez no les fue chido y se bajaron al mundo de los fanzines. Yo me pregunto: ¿Por qué traen a un evento de fanzines algo que ya es una carpeta de artista? ¿Y por qué quieren hacernos pensar que eso es un fanzine?”
Los artistas ajenos a la cultura punk que rodea al fanzine se han adjudicado el derecho de vender su obra a precios elevados y amenazan con destruir el espíritu contestatario de la escena. “Los antaños del mundo del fanzine, ‘los que seguimos’ y los nuevos que se quedaron, estamos como en una cancha de terracería jugando fútbol, tranquilitos. Y de repente baja un güey que estuvo jugando en el Cruz Azul o en el América y nos empieza a dar una chinga. Él llega con una idea distinta a la de nosotros y trata de cambiar esta cancha, quiere ponerle pasto y mejorarla. Nos dan ganas de decirle: ‘carnal, la cancha sí estaba culera, pero a nosotros nos gustaba nuestra cancha culera’”, remata Humberto.
Las escenas fanzinera y punk sufren el martirio de toda la cultura under en nuestro país. Aquellos defensores de las buenas costumbres miran por debajo del hombro a las expresiones artísticas que desafían el statu quo. Las miradas, sin embargo, se ignoran. El peor momento ocurre cuando la escena auténtica se convierte en objeto de morbo e inspiración para quienes se encuentran deliberadamente fuera de ella. El artista opulento en busca de inspiración o el influencer urgido de seguidores observan con atención un cuerpo que les es ajeno y que les inspira por su forma, más no por su fondo. Los invasores lo roban, lo descontextualizan, lo mutilan. La escena contracultural, después de esta hecatombe, termina absorbida por el inquietante mundo del consumo masivo.
Pero Matazanos, a pesar de este sórdido panorama, aún cree en la expresión contracultural. “Hacemos fanzines porque las escuelas y las instituciones tienen ciertas carencias para nosotros los que no tenemos una galería que nos represente, o que simplemente no encajamos en esos cánones. Las escuelas enseñan lo mismo que enseñaban hace cincuenta años: lo de las galerías y los museos. Pero todo es un aspiracionismo que te meten en la cabeza y que es falso, porque nunca lo vas a alcanzar. El fanzine es real, es algo tangible, por eso la banda se volcó a hacer este tipo de cosas”, comenta ‘La Chula’.
Matazanos seguirá en pie de lucha y continuará en su labor de abrir la puerta a las más recientes y auténticas expresiones del fanzine mexicano. Los próximos planes para el colectivo son dar sustentabilidad al evento y, eventualmente, llevarlo a otros estados de la República. Asimismo, planean vender mercancía y aumentar su exposición en redes sociales. Humberto explica: “No queremos ser los influencers de la contracultura, pero estos medios digitales son lo nuevo. No podemos seguir apareciendo nada más en la Sección Amarilla”. Mientras tanto, el Matazanos se alista para su edición Matacovid, que se realizará entre el 14 y 15 de noviembre de 2020 en el Taller de Producción «El Nidal».
“Queremos que esto crezca para dar un espacio a estas personas que se sienten aisladas, que se sienten exiliadas como alguna vez nos sentimos nosotros. Imagínate lo importante que es para alguien que va empezando en este pedo tener una mesa en el Matazanos”, explica ‘La Chula’. Mientras haya nuevos jugadores dispuestos a dar todo en la cancha de terracería, deseosos de ensuciarse la ropa o las manos y de llenarse de cicatrices, la escena se mantendrá viva. Matazanos estará ahí para contarlo.