Es viernes 23 de septiembre de 2022, me reúno con Ximena Pérez Grobet en la Galería 526 del Seminario de Cultura Mexicana en Polanco, Ciudad de México. Nuestra charla sucede en el patio trasero de la galería, en el marco de su exposición “Adsum”, la cual fue anunciada por algunos medios como una muestra de libros de artista. Les adelanto que no lo es, y no porque el cuerpo de obra de la exposición no participe del concepto libro de arte, sino porque lo que hace Ximena tiene una potencia tan grande que es más cercano a algo que no sé enunciar: desestabiliza conceptos, se despliega espacial, temporal, sensorial y visualmente casi de forma instalativa… pienso algo así como una instalación textual, ¿puede ser?
Ximena Pérez Grobet es artista visual mexicana y diseñadora, vive en España desde hace algunos años, en donde produce una gran variedad de piezas en torno a la idea de libro. Nos reunimos entonces en su visita a México, y comenzamos treinta minutos de intercambio.
Giovanna (G): Ximena, en un video menciones que de niña querías ser “envolvedora de regalos”, ¡y vaya que ha sucedido! Retomando tus palabras, “al abrir un libro siempre encuentras una idea a manera de sorpresa”. Vale, no podría estar más de acuerdo contigo… Cuéntame más sobre los primeros impulsos para seguir este camino, ¿a partir de cuándo o de qué suceso comenzaste?
Ximena (X): La escuela primaria a la que yo iba, que se llama Manuel Bartolomé Cossío, era una escuela activa fundada por un hombre que venía de la Institución Libre de Enseñanza, un movimiento nacido en España antes de la Guerra Civil. Se trataba de un proyecto educativo muy revolucionario que no se pudo hacer en España, por lo que parte de esas personas lo trajeron a México y fundaron, entre otras, esta escuela que te digo. Entonces… el sello de la primaria era una imprenta. Todos los salones, uno por grado, teníamos una caja tipográfica, una pequeña imprenta, y una vez al mes cada niño montaba su texto con tipografía móvil, lo imprimías, y esos libros se encuadernaban y se dibujaba en ellos. Eso es una. También teníamos unos cuadernos en los que dibujábamos márgenes increíbles al estilo de los escribanos de la Edad Media y teníamos hasta derechos como copyright, le decías a tu amiga «oye, me gusta tu margen», y ella te decía “bueno, te lo hago pero tú haces el mío”, y había, bueno…, un tráfico de márgenes… (risas). Ahí empieza una relación con el objeto libro muy particular, y muy inconsciente también. Pasa el tiempo, yo hago diseño industrial en la universidad, y luego empiezo a trabajar en Ediciones del Equilibrista diseñando libros de arte. Entonces, cuando me voy a Nueva York buscando nuevos horizontes, llego al Center for Book Arts, un taller de tipografía móvil donde se hacen libros de artista, y cuando yo llego ahí me reconozco, digo “¡esto!” Pero yo no me doy cuenta hasta después que eso es lo que yo había hecho de niña, a partir de ahí todo se empieza a entrelazar: el diseño, la edición, la tipografía móvil, la impresión y luego la tercera dimensión, con lo que yo empiezo a tejer mi propio lenguaje.
G: ¡Claro! A decir verdad, no me imaginaba que este proceso hubiese empezado en tu infancia, porque se siente muy sensible, sí, pero también muy racionalizado, y saber que empezó en esa etapa de tu vida es muy interesante porque lo has moldeado con el paso del tiempo de manera que tu práctica ahora también se vuelve crítica de las formas como vemos y entendemos actualmente la idea de libro, de espacio, de materia.
X: Pues mira, fue curioso porque hace dieciséis años ya que vivo en Barcelona, y cuando me mudé para allá tuve mi primera exposición individual, y viene una reportera y me pregunta que desde cuándo hago libros de artista. Y ahí, en el 2006, es cuando hago el vínculo por primera vez con lo que te acabo de contar. Esto lo puedo contar ahora, pero inclusive cuando empecé a estudiar Diseño industrial sabía que no me gustaba, pero me parecía un abanico enorme de posibilidades y, a partir de ahí, la carrera cumplió con su función porque trabajé durante los estudios con diferentes materiales. Desde ahí empecé a mezclar mis propias herramientas de una manera consciente.
G: Cierto, sí, de manera intuitiva, ¿no? Con otro tipo de necesidades que están en lo sensible, no tanto en lo intelectual
X: Sí, y que como la gente dice muchas veces “lo que buscas te encuentra”, y yo sí creo que a mí me pasó eso. Me encontró lo que yo inconscientemente estaba buscando.
G: Me gustaría que nos contaras, Ximena, sobre esta idea de libro de artista como espacio arquitectónico que estábamos comentando mientras veíamos tu muestra. Por cierto, ¡qué bien te quedó la museografía, curaduría y producción de esta expo! Además tú hiciste todo, y tan bien que quedó… Pero bueno, esto aunado con la maravillosa cita de Ulises Carrió: «Un libro es una secuencia de espacios», que está a muro acompañando tu obra.
X: Tengo una relación muy clara con el espacio como un elemento de trabajo. Me fascina la arquitectura, me ha rodeado toda la vida… Entonces, he encontrado en el libro un espacio de reflexión y de cuestionamiento. El libro es algo que todos conocemos, una herramienta universal. Cuando empiezo a trabar el libro como objeto hago un tándem en el que siempre relaciono el libro con el contenedor. Eso es una constante en mi trabajo, es un diálogo, un acompañamiento, y a partir de ahí cuestiono el formato porque éste tiene que responder al contenido. El libro es infinito… ¡Todo cabe en un libro! Entonces, si los formatos van a relacionarse con el contenido, deben ser infinitos…, lo que no quiere decir que el formato códex sea limitado, pero hay miles de posibilidades. Por eso uno va haciendo su propio lenguaje relacionándolo con algo tan universal como el libro…
G: Es que justo eso está en tu muestra, nos invitas con tu obra a revisar el libro como una experiencia sensible y sensorial.
X: En efecto, la idea es también plantear una infinidad de lecturas, de libros, de formas, de espacios. Además siempre está la discusión de qué es un libro de artista…. Y yo creo que no hay que encasillarse, hay una infinidad de posibilidades, ¿por qué encasillarlo en una sola definición? Por eso esa otra frase de Ulises Carrión: “El libro es una secuencia de espacios“.
G: Pensaba en esta frase tuya: “El libro de artista no es un libro de arte, es una obra de arte en sí misma“. Tal cual, ¡hay que desestabilizar los términos!
X: ¡Claro! Por eso para mí es muy importante transmitir que la lectura va más allá de leer en sentido literal. Hay muchas lecturas: plásticas, visuales, sensoriales…
G: Tu obra misma es una invitación a desplegar la mirada para leer distinto, intercambiar códigos y sumar elementos. Y respecto a tu producción, entiendo que disfrutas el proceso y que no necesariamente piensas desde el inicio en el resultado, ¿no? Incluso que la idea es de dónde surge todo y esta misma te va indicando los pasos o el procedimiento. Cuéntanos, ¿siempre ha sido así o estas estrategias son nuevas en tu práctica?
X: Cualquier trabajo evoluciona y avanza, y yo he ido buscando mi lenguaje y mis maneras, pero me he ido sensibilizando a las respuestas que me da mi trabajo. Porque entonces estás más abierta y ya no es lo que yo quiero hacer y como yo lo quiero hacer… y eso también te lleva a la frustración porque muchas veces no puedes y te encasillas en el berrinche… Entonces cuando me he sensibilizado más y me he abierto más, las respuestas han llegado mucho más rápido, más asertivas, más claras y más efectivas. Esa consciencia de dejar que el azar llegue, de dejar que los materiales y los sistemas de impresión hablen y sobre todo de escuchar ha sido en donde me he dado cuenta que las cosas saben bien. Por ejemplo, un día me preguntaron “¿y cómo sabes que ya terminaste un libro?“. Contesté: “Es algo completamente visceral, mucho ensayo-error, sí, pero yo siento cuando ya está terminado“. Cada vez es todo más sensorial con más flexibilidad, apertura y escucha. Esto ha venido con el tiempo, con la frustración y los problemas, pero me he dado cuenta de que ahí es donde fluye más todo.
G: Y hablando justamente de esas otras potencias que operan en la producción artística, ¿podrías compartirnos de qué necesidades sociales, políticas y espirituales echas mano para la creación de tus libros?
X: Justamente creo que todos los libros parten de necesidades personales, pero ciertamente es el interés por muchos frentes: el sociológico, el literario, el formal, el político… No trabajo con temas, sino con lo que me va saltando; puede ser una reflexión, una preocupación, una necesidad de compartir. Por ejemplo, mi necesidad de tejer el lenguaje… El primer libro que tejo no es el Finnegan’s Wake, es otro, se llama Luz azul, y al ver que esa técnica me funciona, me doy cuenta de que sólo el Finnegan’s Wake se puede tejer, ¡sólo ese libro! Me interesa el concepto de tejer el lenguaje. Muchas veces parto desde el concepto, otras desde el tema, otras desde una propuesta…
G: Qué maravilla esto último, sobre todo; por eso quería ver tu obra en físico. El registro fotográfico y audiovisual es muy bueno pero limitante, ya que obra como la tuya se tiene que sentir físicamente, para apreciar todas las capas que tiene, incluyendo la sonoridad del papel, las texturas que se escapan a lo digital y el convivio con el espacio. Así que muchas gracias por compartir conmigo estas ideas.
La entrevista termina. Nos quedamos charlando un rato más sobre la importancia de hibridar las prácticas en el arte contemporáneo y cómo eso se asemeja a tejer. Entramos a su muestra, y ella camina entre su obra como buscando respuestas, posibles nuevas preguntas, o sólo reconociendo pasiones e inquietudes en ellas mientras la sigo con mi cámara. Estoy también frente Ximena-niña envolviendo un regalo, abriendo un paréntesis en el concepto libro, mostrando una retrospectiva de su curiosidad y pasión en un momento en el que es urgente preguntarnos desde dónde, cómo y para qué leer con otros órganos y sensibilidades más allá de la vista.
Ciudad de México, 2022