¿Debería haber una edad de jubilación para los escritores? ¿En qué momento es más productivo un autor? ¿La buena literatura llega con la experiencia y la madurez o es un instinto hereditario que los literatos llevan en la sangre desde jóvenes?
Theodor Kallifatides (Molaoi, Grecia, 1938) escribió el libro Otra vida por vivir (2019) a los 67 años, y reflexiona sobre el paso del tiempo y la falta de inspiración que trae consigo misma la vejez. «Nadie debería escribir después de los setenta y cinco años», le dijo un amigo. A estas alturas de su vida, Kallifatides se siente bloqueado y no puede escribir. Es por eso que toma la decisión de vender el estudio de Estocolmo, donde trabajó durante décadas, y dejar la escritura. Sin embargo, su obsesión por explicar las cosas más pequeñas de la vida primaria le invade constantemente, hecho que le obliga a seguir escribiendo como un adolescente encerrado en su habitación y alejado del mundo exterior.
Theodor Kallifatides es un escritor griego, aunque ha pasado la mayor parte de su vida en Suecia. Se trasladó con sus padres a Atenas en el año 1956 y después emigró al país escandinavo en busca de un mejor futuro. Allí aprendió rápidamente el sueco y retomó sus estudios de filosofía en la Universidad de Estocolmo, lugar donde más tarde trabajaría como profesor, entre 1969 y 1972. Sin embargo, su pasión siempre fue la literatura y, poco después, empezó a publicar libros de poesía y varias novelas. A lo largo de su carrera como escritor también ha escrito libros de viajes, obras de teatro y guiones cinematográficos. Algunos de los más conocidos son Madres e hijos (2007), El asedio de Troya (2019) o Lo pasado no es un sueño (2021). En el año 2017 recibió el premio Dobloug (galardón literario concebido por la Academia Sueca).
Tenemos que entender Otra vida por vivir como una obra en la que su autor busca desesperadamente un sentido a la existencia porque ve cómo, con el paso del tiempo, el foco mediático que le perseguía durante años en sus publicaciones y apariciones públicas se va apaciguando. Kallifatides se siente cada vez más solo y en varias ocasiones del libro explica cómo su matrimonio tampoco pasa por su mejor momento.
Es un libro corto y rápido de leer en forma de ensayo literario, de sólo 153 páginas, y compuesto por únicamente tres capítulos. El texto rememora, a pocos días del comienzo de las fiestas de Navidad, cuando el autor asistió a la representación de una obra en griego de Esquilo en la escuela de su pueblo, Molaoi. Allí recordó sus orígenes en Grecia y el viaje hacia ese país escandinavo que sentía como propio, y en el cual consiguió integrarse plenamente en muy poco tiempo. No obstante, nunca había renunciado a su nacionalidad griega, así como tampoco había dejado de amar a su tierra natal. Ese día de fuerte viento en la escuela de Molaoi se dio cuenta de que no importaba «¡donde viviera o donde estuviera, porque tenía la lengua!». Y es que llevaba décadas escribiendo en sueco, como muestra de aprecio y cariño a la tierra que lo acogió, sin embargo, era incapaz de escribir nada valioso que pudiese interesar al público en ese idioma. Allí pensó que una opción puede pasar por volver a escribir en griego, su lengua materna.
A lo largo de la obra, Kallifatides explica su infancia en Atenas y la situación de pobreza en la que se encontraba la ciudad en el momento de su marcha. Sin embargo, dedica muchas páginas del libro a hablar de la Grecia actual, que tampoco le transmite ninguna confianza. El país mediterráneo tiene una deuda muy elevada, y se muestra crítico con el menosprecio por parte de la Unión Europea y de buena parte de los países del norte de Europa hacia su patria. Asegura que desde Bruselas creen que los griegos «no saben gestionar su economía ni solucionar sus problemas; los consideran vagos y rentistas». En esas palabras se refiere, sobre todo, a la famosa «troika», formada por la Comisión Europea (CE), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Central Europeo (BCE), que obligaron al entonces ministro de economía griego, Yanis Varoufakis, a llevar a cabo medidas impopulares, sometiendo a Grecia a un maltrato permanente. Además de la baja productividad de la economía griega, el autor habla exhaustivamente sobre uno de los problemas de mayor magnitud que padece el continente: la crisis de los refugiados, que huyen de la guerra y la miseria desde los países africanos hacia el sur de Europa. A pesar de haber vivido tantos años en Suecia, Kallifatides llega a decir: «cuando comenzó la crisis con la deuda y los refugiados, me volví griego de nuevo». Es precisamente por el hecho de haber tenido que ganarse la vida lejos de su tierra que no entiende el motivo por el cual se expulsa a los refugiados que, como él en su momento, se ven obligados a dejar atrás sus fronteras para sobrevivir. En el libro explica cómo viaja con su mujer a Atenas y le asusta la cantidad de pobreza que ve. Es como si el país nunca se hubiese recuperado desde su marcha forzosa hace más de treinta años.
Asimismo, dice estar preocupado por la irrupción de la extrema derecha en Europa y el retroceso de las libertades y los derechos democráticos en el viejo continente. Kallifatides asegura no estar de acuerdo con la libertad sin ningún límite, porque no hay libertad posible si no se respeta la del vecino de al lado. También percibe una sociedad cambiante y cada vez más desvirtuada: «la sociedad había cambiado de orientación. Ahora se consumaba por el consumismo y la diversión». Delante de estos acontecimientos, el autor se siente incomprendido, al mismo tiempo que muestra una gran dificultad para entender el declive de los valores humanos en Occidente, hecho que le priva la pasión por escribir.
Otra vida por vivir es un libro sincero, honesto y humano con el que resulta sencillo identificarse, ya que todos hemos visto y/o hablado con personas migrantes en nuestros países que han huido de sus casas por falta de oportunidades. No hace falta recordar el alud de personas que sufrieron la crueldad de la crisis económica en el año 2008, a la que Kallifatides se refiere desde un punto de vista europeo. Según una investigación realizada por Chen y Ravallion (2008), en 2005 vivían por debajo de la línea de la pobreza 400 millones de personas más de lo que se pensaba en el pasado, hecho que se agravó con el estallido de la gran recesión económica de 2008. Por consiguiente, la obra deambula entre la vida cada vez más tormentosa y desapacible del autor, que no encuentra ninguna inspiración para seguir escribiendo ni motivación en su día a día, y la reflexión serena y reposada del mismo, delante de un mundo que nunca volverá a ser como antes.