I
Alondra Benítez está recargada en la puerta de El Anexo de La Trampa, tiene en su mano un mezcal, mira de reojo al público que comenta la exposición, nos observa como si supiera algo que se nos está escapando a lxs demás. Una aparente timidez me hace notarla entre la multitud. Al acercarme, me doy cuenta de que ese perfil no protagónico resalta su fuerte presencia, por lo que me hace reparar más en ella. Algo así observo también en su obra, como si su trabajo irrumpiera sutil e incisivamente en los lugares donde se muestra.
Conocí el trabajo de Alondra en una visita a La Trampa Gráfica contemporánea, en donde actualmente es impresora. Ahí comencé a ver sus procesos y piezas de manera constante durante un breve periodo. A ratos, la buscaba en internet para conocer más de su obra. Trabaja principalmente con grabado, sin embargo, encontré que su experiencia con otras técnicas también es muy propositiva y vital. Vital es la palabra con la que más identifico su trabajo.
Entonces, Alondra está recargada en la puerta y yo me acerco a ella. La invito a «Wahrnehmung» y quedamos una fecha. Llega el momento de vernos, me recibe ahí mismo, en La Trampa, y comenzamos una charla de poco más de dos horas. Debo decir que el siguiente texto debería quizá tener otro formato de salida, porque lo que mencionó durante el tiempo de la plática tuvo la constante de sentirse muy visual.
Así las limitaciones del texto cuando conoces a alguien que es imagen.
II
Alondra Benítez nació en Tehuantepec (Oaxaca), en 1996, lleva ya algunos años abriéndose paso como artista e impresora con una contundencia y constancia que reconozco en cuanto la veo desplegar sobre la mesa una gran variedad de piezas de distintos formatos, técnicas y materiales. Le pregunto torpemente si se identifica como artista visual o artista plástica. Después de hacer la pregunta, me interrumpo mentalmente para cuestionarme esa necesidad de delimitar la práctica artística. Ella responde sin decirme concretamente cómo se enuncia, y más bien me cuenta una anécdota sobre lo mucho que la entusiasmó involucrar desechos en una de sus piezas. Con eso entendí todo… Claro, Alondra no está buscando una acotación. Sí, hace gráfica y trabaja principalmente con grabado; sí, el dibujo es una herramienta de pensamiento para ella, como lo comenta en algún momento de la charla; sí, la pintura y la cerámica son dos técnicas que recientemente ha experimentado más. Pero eso no define a alguien como ella en quien reconozco una voluntad de reivindicar la experimentación y de dejar las definiciones al lado para no limitarse.
Gran parte de nuestro encuentro tiene la cualidad de una investigación, como si ambas nos hubiéramos puesto de acuerdo —sin decirlo, por supuesto, tan sólo utilizando la mirada—, para desmarañar un camino de conceptos y meter mano en las historias personales para reconocer las relaciones con la producción artística. Una investigación de lo sensible, quizá.
Me cuenta que desde pequeña involucró el dibujo y la pintura a su vida cotidiana. Tomaba los aerosoles de su padre sin pedir permiso para experimentar con ellos la sensación de colorear un espacio. Aquí aparece por primera vez la palabra “experimentar” en su boca.
No tardó en vincular su interés por la imagen con la necesidad de estudiar una carrera que no fuera considerada un “hobby” para otras personas, por lo que estudió para ejercer la profesión de Técnico en radiología e imagen. Cuando me comenta esto, ambas sonreímos, imagino que tenemos la misma pregunta en la cabeza; ¿la radiología, la impresión, el dibujo y la gráfica no son a caso entrañas de imagen latente?
«Mi formación de artista ha sido práctica», comenta. Alondra no fue a ninguna universidad de artes, pero «sí he tomado talleres», me dice. Esa característica del trabajo de Alondra sugiere que no ha buscado ser acotada o especializarse de la mano de la academia. Nada contra las academias, pero la obra Alondra me hace insistir en que la educación artística no necesariamente está en las aulas o en los centros de especialización. La vitalidad —como la que prevalece en ella— es más susceptible de contagiarse fuera de los salones.
III
En el último año de su carrera en Radiología e Imagen, Alondra comenzó a ver de manera más directa la relación de las imágenes para diagnóstico con la producción de imágenes artísticas. El disfrute, entonces, fue más evidente, ya que fue ahí cuando supo que quería “dedicarle más tiempo al arte”. Uno de los puntos neurálgicos de nuestro encuentro fue éste: Alondra haciendo énfasis en el sentido de «dedicar tiempo» a las pasiones. Me parece curioso que no habla de vocación, sino de soltar lo que tenga que ser soltado para que el mayor tiempo posible de la vida cotidiana sea ocupado en la práctica artística. Y, sumado a esta idea, Alondra vuelve a mencionar la palabra «experimentación».
Para Alondra, el acto de experimentar adquiere cuerpo y consciencia cuando lo involucra en su vida desde fuera del arte y hacia la producción artística. Es conocido que dentro del lenguaje de las artes visuales, al menos en México, la palabra «experimental» está manoseada; parece un concepto que ha perdido sentido por ser tan utilizado. Sin embargo, reconozco en Alondra y en su obra una invitación a reivindicar la experimentación, a apostarle al asombro de la investigación con los materiales y a no controlar el resultado ni a entenderlo como fin último. Una estética más procesal caracteriza su práctica.
Desde el 2017 a la fecha, el grabado ha ocupado un espacio significativo en su experimentación y producción artística, después de haber pasado algunos años previos trabajando principalmente murales, pintura, dibujo y restauración. La primera vez que la gráfica le llamó la atención fue en una exposición de maíz transgénico, pero no la involucró rápidamente a su vida, sino que siguió desarrollando otro tipo de técnicas. Poco después, comenzó a hacerse camino en el grabado en Juchitán. Por las mañanas trabajaba y por las tardes tomaba el diplomado «La otra gráfica», en el cual no sólo aprendió diversas técnicas con el acompañamiento de algunxs de los artistas más importantes de la gráfica contemporánea, sino algunas formas para gestionar el financiamiento de su producción.
Estar presente en los procesos de otros artistas me nutre mucho también a mí, tanto como persona y artista, como alguien que quiere seguir desarrollando sus ideas. Me gusta detenerme a pensar cómo resolver problemas técnicos de la estampa con otros artistas para trabajar piezas que no son mías pero que me corresponde imprimir. Eso es algo que quiero seguir desarrollando para seguir aprendiendo procesos con los demás, o simplemente procesos propios para luego implementarlos en mi obra.
Alondra Benítez
La obra de Alondra parte de la observación, de la revisión casi científica y el entendimiento sensible de los detalles de la naturaleza o del encuentro de lo orgánico con lo construido o diseñado. A partir del dibujo surgen la mayoría de sus piezas. La escultura y la cerámica son otras técnicas con las que ha coqueteado, sin embargo, las técnicas sueltas como la acuarela o las tintas son las que más la provocan actualmente.
Mientras me cuenta esto, va mostrándome pieza por pieza el cuerpo de obra que ha elegido previamente para nuestro encuentro. Al tener su obra frente a mí, así acomodada a manera de una curaduría de mesa improvisada y seductora, reitero que el trabajo de Alondra no sólo es atractivo de primera impresión por su tratamiento de color, también lo veo como una pangea de formas y texturas que se va desintegrando cuando ella toma una de las piezas para contarme sus trasfondos, qué historia o experimento las apuntalan.
La conversación se atraviesa con anécdotas. Pareciera que gran parte de sus estímulos para la creación viene de momentos específicos en los que se descubre asombrada por la interacción del color en la vida cotidiana; en algún momento menciona las tonalidades del mar y cómo fueron motivo para una de las piezas sobre manatíes que trabajó hace poco para una edición sobre animales en peligro de extinción, realizada con otrxs artistas más.
Reconozco en Alondra una necesidad de resistir desde su obra de una manera constante tanto en temas como en actitudes, específicamente en su voluntad colaborativa. En una práctica históricamente dominada por hombres, Alondra últimamente ha colaborado más con mujeres artistas, principalmente con Olivia Rojo y Coral Revueltas. «Trabajar con mujeres es muy diferente, desde la manera en que nos comunicamos hasta en la forma de trabajo».
IV
En la misma línea de la experimentación, la charla continúa mientras hablamos de la importancia de reconocer cómo y desde dónde nos situamos para producir, además de las decisiones políticas y éticas que nos atraviesan. Una de las piezas que particularmente más disfruto de Alondra es EN LAs HORAs DE CUENTO. La obra fue realizada con tarlatanas para una muestra por los cien años del Estridentismo, surgida de una propuesta de Omar Árcega y Luis Mondragón, quienes, a partir de la conmemoración de uno de los movimientos artísticos mexicanos más importantes, retomaron y actualizaron el manifiesto para proponer un Ultraestridentismo. Bajo estas ideas, Alondra tomó tarlatanas para entenderlas más allá de su primera característica de desecho e involucrarlas a una instalación en la puerta del taller de la Trampa Gráfica Contemporánea.
Quería que se notara que ya era desbordante la cantidad de desechos que generamos nosotros, en este caso las tarlatanas, las cuales son muy importantes en los talleres de gráfica porque son herramientas que ocupamos todo el tiempo…
Alondra Benítez
Esta pieza también estaba pensada para leerse desde afuera del taller y reparar en cómo la cantidad de tarlatanas desechadas termina saliendo de los talleres. Pero al leerse desde adentro, la pieza adquiere otro sentido, pues las tarlatanas se entienden contextualmente como parte de las herramientas de trabajo de un espacio así.
Para esta pieza, también realizó fotografía y video con el propósito de abordar la materialidad de la tarlatana, además de su característica de acumulación y desaparición temporal y espacial.
IV
En algún momento, la charla se detiene y nos quedamos en un largo silencio que ambas entendemos como momento de observación. Ella recorre su obra sobre la mesa con la mirada, yo me detengo con la cámara en mano para buscar el momento de retratarla, pienso en la primera vez que la vi trabajando en el taller de gráfica, la misma mirada de concentración y descubrimiento. En algún momento cruzamos miradas y su expresión cambia, una especie de apacibilidad se nota en sus ojos ahora más abiertos. Cerramos la conversación con un gesto cómplice en el que identifico mi asombro por ser la primera vez que tengo un encuentro para «Wahrnehmung» con una artista tan joven de vitalidad irreverente que me invita a reivindicar la experimentación como una forma de cuestionamiento sensible del mundo.