Sería falso decir que un artista «busca» su tema. El tema va madurando en él como un fruto y le impulsa hacia la configuración. Es como un parto.
Andrei Tarkovski
Recientemente se celebró la edición 74 del Festival de Cannes, donde México tuvo presencia con varias películas; entre ellas: Memoria (2021), del cineasta Apichatpong Weerasethakul, ganadora del premio del jurado en la Selección Oficial en competencia. Pero muchas otras películas también ganaron: algunas se llevaron una estatuilla a casa, otras, un contrato para estrenarse en MUBI (el verdadero ganador del festival). Este reconocimiento sólo es la excusa para hablar sobre el trabajo del realizador tailandés.
Portafolio arquitectónico, cortometrajes experimentales, instalaciones, largometrajes y fotografía componen la larga carrera artística del cinco veces nominado en el festival francés. Estudió arquitectura en Tailandia para después hacer un máster en cine en Chicago, donde encontró el cine experimental y descubrió a Béla Tarr, Kiarostami y otros grandes directores que forjaron su visión sobre el cine. Esto, más allá de biográfico y anecdótico, es una ventana para explorar su cinematografía y vislumbrar desde dónde crea sus películas. No es casual que sus largometrajes adopten lo que podría parecer una forma apartada del cine dramático o el blanco y negro característico de sus primeros metrajes.
Su pasado es evidente en sus películas, y lo digo no como encontrando aquello que el realizador haya tratado de ocultar, sino porque es bella la fidelidad del tailandés a su contexto. Su cine no es pretencioso por ser lento y soporífero, ni Apichatpong un ungido por los dioses de las bellas artes; restringirlo en cualquiera de estos dos extremos sería un sinsentido. Su cine es él en el sentido más extenso y preciso de la expresión. La forma y contenido de sus obras no es algo fortuito, son invitaciones a conocerlo.
En su manera de construir sus historias se asoma su paso por la arquitectura. Él mismo menciona que la arquitectura le enseñó la deconstrucción como primer momento de la creación. Sus películas son como los proyectos de vivienda de Peter Eisenman: se componen de elementos similares en dimensiones, forma o extensión, pero de distinta naturaleza que se complementan entre sí. Apichatpong logra yuxtaponer bloques de su ficción autoral con dramatizaciones de la tradición oral de su natal Tailandia y se amalgaman de tal forma que se extrañaría la ausencia de cualquiera.
El mundo cinematográfico de Weerasethakul es único e hipnotizante en su extraña manera de mezclar tonos, temas y géneros. Los planos largos que arañan la parsimonia son una exigencia de ese mundo que ha construido: el tiempo transcurre distinto en sus películas. Una puesta en escena maximalista o un montaje dinámico sería una traición a ese mundo complejo que el autor ha creado desde Mysterious Object at Noon (2000). Y ese fluir del tiempo peculiar tiene estricta relación con la enfermedad siempre presente en la filmografía del arquitecto. Hijo de padres médicos, vivió gran parte de su infancia en hospitales, entre cuerpos convalecientes y con el tiempo suspendido en el aire. La vida en nosocomios le configuró desde muy temprano la mirada que compartiría al mundo a través de sus películas.
La selva, elemento esencial en el cine del tailandés, es un personaje al mismo tiempo que la puerta que permite el libre tránsito hacia lo fantástico. Es en la selva donde un soldado se encontrará con un viejo espíritu que se convierte en tigre en Tropical Malady (2004), o donde una princesa se despojará de sus joyas para tener sexo con un bagre buscando la belleza en Tío Boonmee recuerda sus vidas pasadas (2010). El paisaje característico del sureste asiático nos envuelve en una atmósfera donde las normas del mundo real son susceptibles al quebrantamiento y el director lo aprovecha para insertar la herencia folklórica de su natal Tailandia.
En entrevistas ha dejado claro su interés por el cambio, la nada y los sueños. Lo que podría funcionar como una condensación de su filmografía. Lo onírico y las potencialidades que ofrece por sí mismo y al conjugarlo con todo y la nada son un pilar para experimentar la ecléctica obra de Apichatpong Weerasethakul.