Texto y fotografías por Arturo Meléndez
La escena under mexicana: ese concepto que parece tan mancillado y tan poco tratado a la vez. ¿Existe una escena under? ¿Se junta en los míticos bares UTA y Real Under o en el Multiforo Alicia? ¿Escucha New Order, Circle Jerks o Einstürzende Neubauten? Cada vez es más difícil remarcar las características inherentes a esta categoría de la cultura mexicana contemporánea, pero definitivamente un acercamiento a ello fue posible la noche del 15 de junio de 2018, durante la presentación de la DJ neoyorkina Veronica Vasicka en Foro NORMANDIE.
Este lugar, ubicado a unos pasos del palacio de Bellas Artes, refiere al concepto de under desde su estructura. Su recibidor consiste en un pasillo estrecho, en donde al final aguardan unas escaleras que descienden a un espacio amplio y gris. Dos angostas tuberías (con esporádicos goteos) crean un punto de fuga hacia la tarima que funge de escenario. La iluminación es escasa, y esta noche se limitó a dos lámparas rojas que apenas alumbraban los costados de los músicos.
Dicha atmósfera dantesca fue perfecta para los beats oscuros que desde las diez y media comenzaron a sonar por parte de Young Drums, dueto de DJs que se encargó de recibir a los asistentes del Foro, quienes fueron accediendo a paso lento y no esperaron para comenzar el eterno ritual de la danza. Young Drums presentó un festival de percusiones densas y serenas, que creaban una remembranza del sonido dark wave más electrónico.
La irrupción de unas vocales femeninas modificó el ambiente y alegró un tanto el estilo del set de los DJs de Guanajuato, que se asemejó por un tiempo a una muestra de canciones new wave setenteras. Dentro de ese cambio de géneros fueron presentados temas que recordaban de manera sutil al big beat, ese subgénero de la música electrónica de los noventas encabezado por grupos como The Prodigy o The Chemical Brothers. Como una metáfora del Uróboros y del “eterno retorno”, Young Drums volvió al dark wave para finalizar su presentación.
A las doce y media de la noche, Dressed In Black tomó la tarima de una manera tan sútil que no fue necesaria ninguna interrupción del set anterior, casi como si los DJs mismos fueran piezas de música mezcladas por algún ser metafísico y eterno tomado de algún cuento de Borges. En ese momento, la intensidad de los beats aumentó. Llegado a este punto, la audiencia ya se encontraba formada por poco más de trescientas personas.
Por hora y media, el dueto de DJs Dressed In Black ofreció ritmos que no decayeron en intensidad, que se alejaron un tanto de la estética oscura del acto anterior y mostraron tonalidades más alegres, algunos con esos bajos y baterías sintetizados tan característicos de los ochentas; incluso un sample vocal de “Whole Lotta Love” —el clásico sesentero de Led Zeppelin— alegró al público, que para entonces se había convertido en una masa etérea de color negro rojizo, la cual se contoneaba suavemente de un lado a otro como si fuera una serie de flamas en consonancia con el ritmo.
¿En alguna ocasión leyeron aquel aterrador artículo de Wikipedia que narra una extraña epidemia ocurrida en Francia en 1518, la cual hizo que miles de personas bailaran hasta la muerte? Pues un efecto similar fue evidente durante el set de Dressed In Black, si bien la turbación aumentó con la llegada de la artista estelar.
Veronica Vasicka comenzó a instalar su equipo minutos antes del final del acto de los DJs mexicanos. Algunos emocionados chiflaban, la fotografiaban o la llamaban por su nombre en un intento vano de llamar su atención, pues era inquebrantable la parsimonia con la que conectaba su computadora y sus consolas.
Al igual que el cambio anterior, no fue necesaria ninguna interrupción en la música para que Veronica comenzara su set. A las dos de la mañana —del ya 16 de junio— había iniciado la exposición pura y dura al sonido que ahora conocemos como minimal wave, gracias al sello discográfico con el mismo nombre (Minimal Wave Records) fundado en 2005 por la artista, cuya principal finalidad es recuperar grabaciones olvidadas de los ochentas, pertenecientes a géneros como el dark wave, synth wave, cold wave y todos aquellos con el tinte lúgubre tan característico de agrupaciones como Clan of Xymox, Killing Joke o Christian Death.
Bajos percusivos y arreglos de sintetizador minimalistas. Ritmos que al repetirse una y otra vez aportaban un sentimiento de mecanicidad, rasgo reconocido del género industrial. De repente, una esporádica irrupción de un ruido agudo que lo mejor parecía el roce de dos placas de metal y, lo peor, gritos de voces humanas. Algunas vocales sin melodía irrumpieron de vez en vez en el trance musical. Imposible imaginar sonidos tan densos emitidos por un cuerpo tan ligero.
La epidemia de la danza nunca terminó. Por el contrario, hubo quienes aprovecharon la efusividad para bailar encima de la tarima, casi frente a frente con Vasicka. Ella, por su parte, no perdió el porte en ningún instante. Bebía vino tinto de una copa alargada con la misma elegancia con la que alternaba los beats de la noche. Enterraba su mirada en su computador sin por ello dejar de sonreír a su público, cautivado por la fineza de la dama y ama del mininal wave, cuyo cuerpo menudo no dejó un sólo instante de menearse suavemente de arriba abajo.
Quizás el súmmum de la noche llegó cuando Vasicka retomó un poco del sonido dark wave. El diabólico arreglo de cuerdas de “Overture”, tema de White House White, inundó la sala. Poco después fue sustituido por los synths de la controversial “Coitus Interruptus” de Fad Gadget. La voz grave y la temática lasciva de esta canción originó un contraste interesante con la feminidad y aparente dulzura de Veronica. En ese momento parecía que las luces rojas brillaban más que ningún otro momento de la noche, y Foro NORMANDIE recordó por un momento al Real Under, ese legendario bar en Insurgentes conocido por recibir a góticos, darketos, post-punks, y demás grupos identificados con la música mezclada por la DJ.
La presentación de Veronica Vasicka (que finalizó hasta cerca de las cuatro de la mañana) fue una oda a la presencia de los géneros “oscuros” en la Ciudad de México. Quizá no hubo una atmósfera que coincidiera completamente con la “real under” (mayúsculas omitidas pero meritorias), si es que es posible utilizar ese adjetivo. No imperaron las vestimentas negras o los peinados en cresta. Ello fue tan irrelevante como conocer o no el título, artista, álbum o año de los temas utilizados en los tres sets de la noche. Lo único que de verdad importó, más allá de las apariencias, la ropa y las etiquetas, fue el ansia de bailar.
Autor: Arturo Meléndez. En búsqueda de las seiscientas sesenta y seis canciones del soundtrack de mi vida. Ávido fanático del consumo cultural y otras vicisitudes capitalistas. Medio cinéfilo y bibliófilo y medio. También escucho harsh noise… y hasta lo que no se ha inventado. |