Para Lesvy, a quien no olvidamos
Para Ti, Hermana, nosotras te creemos
Para Alejandra, que fue valiente
El vientre de mi hermana
miraste como la fruta redonda
Entonces de norte a sur
con una línea certera
la abriste para arrancar su semilla
IRMA PINEDA, Guie’ ni zinebe La flor que se llevó
Una tras otras las noticias llegan. Los nombres cambian, las latitudes son diferentes. Las condiciones, las horas, las formas, pero al final, la misma historia de fondo: el destape de la fragilidad de los discursos de igualdad, la inoperancia y corrupción de las instituciones, la verdadera cara de la vida diaria de las mujeres. Una vida llena de inseguridad, desconfianza, miedo.
En este espacio, hemos hablado de otras mujeres que se enfrentaron tanto a misoginia profesional como a maltratos familiares y de pareja, sin embargo, ellas son la muestra de que la violencia hacia las mujeres es indiferente a cualquier estrato social, económico y se cuela en cualquier disciplina y en cualquier ámbito de la vida pública y privada. Sin embargo, todos los días, millones de mujeres “de a pie” se enfrentan a lo mismo también y poco hablamos de ellas, poco escribimos sobre ellas.
La imposibilidad de gritar, la imposibilidad de ser escuchadas. Hablamos, pedimos ayuda, gritamos y nada. Solo el silencio. El silencio de la muerte.
Tras las que se van, quedamos otras que recordamos, que sentimos dolor, miedo, angustia, terror e impotencia.
Se hacen marchas, paneles de discusión, asambleas, comversatorios, tratamos de responder a todos los problemas mediante la voz, no obstante me he preguntado últimamente ¿cómo afrontamos el dolor desde la literatura? ¿Cuál es el papel de la crítica literaria frente a la atrocidad y violencia del día a día? Se ha discutido de forma milenaria si la Literatura debe ser copia fiel de la realidad, si debe responder a los conflictos sociales a los que se enfrenta un país o debe ser puro ejercicio artístico. Mares de tinta se han gastado y sigue sin haber un consenso sobre este punto. En mi opinión, creo que no tenemos que llegar a un polo, sino, buscar formas creativas que hablen de nosotros y con las que podamos dialogar. No podemos crear negando de dónde venimos y qué nos ha marcado. Podemos resistir desde la creación. Abrazarnos y construir comunidad. No significa que mientras existe un mundo de dolor allá fuera, los que nos dedicamos a las letras nos sentemos a escribir discursos y columnas de opinión, sino que mediante la palabra podamos encontrar un espacio para discutir, para hallar aliados y aliadas, para hablar de y entre nosotros y nosotras mismas.
Irma Pineda, autora de los dos fragmentos del poema que acompañan hoy este texto, es una escritora diidxazá (zapoteca) que crea poesía en su lengua materna y cuya poesía está llena de poder pues ella habla desde la ocupación militar de Oaxaca de 2006 y desde el dolor de la desaparición de seres queridos y de los atropellos ejercidos hacia comunidades y pueblos, que llenaron de sangre y pena a muchas familias y habitantes de dicha zona. Me parece que sus versos son adecuados para ayudarnos a hablar de estos temas que tanto nos duelen y tanto nos lastiman pues tiene ua pluma magistral para tratar lo negativo y la posibilidad, la violencia y la organización popular. Puede hablar de los crímenes y de quienes responderán ante ellos.
No hay necesidad de que nuestro dolor sea silencioso, sino todo lo contrario. Nuestra llamada a la acción puede ser un grito, una voz latente y perenne. Nuestro abrazo puede ser poético, organizado y discursivo. Puede tomar la forma que queramos y que más nos convenga, mientras lo más importante es que hablemos de ella y no seamos cómplices y víctimas del silencio que permite la perpretación de la normalización y reproducción de la violencia.
[…] Podrás hacer que caiga mi cuerpo
Yo caeré
pero una cosa te digo
Otros más se levantarán para enfrentarte
Autor: Giselle González Camacho Chiapaneca que a veces escribe. Me interesan la sliteraturas populares, el origen de las palabras, el trabajo comunitario y la escritura femenina. |