Por Arturo Meléndez
Fotos por Sofía Manzano
Disneyland se convierte en Dismaland
Los ánimos decayeron cuando, a las ocho de la noche, el rock de King Krule inundó de melancolía el escenario Ceremonia. El vocalista británico Archy Ivan Marshall escupía gritos lastimeros que se acompañaron con el tinte depresivo de las guitarras eléctricas. Incluso un saxofón contribuyó al sonido oscuro que recordaba al emo de vieja escuela de Sunny Day Real Estate. Una propuesta interesante, pero poco coherente con el ánimo fiestero y colorido del festival.
La alegría seguro se encontraba en la presentación de Perreo Pesado. El colectivo compuesto por los DJs Krizis, Rosa Pistola y Sueño ostentaba uno de los nombres más llamativos del festival. ¿Un grupo de reggaetón tocando en el mismo festival que Beck? Sí, y durante hora y media desde las nueve y cuarto de la noche incendiaron a las trescientas personas del Domo Traición con su dembow —sin contar a las que conformaban la ansiosa y eterna fila que deseaba ingresar al pequeño recinto—. Un poco de reggaetón clásico en una jornada llena de trap, su primo lejano.
Nueve y veinte de la noche. Llegó la hora de los headliners. Se avecinaba uno de los momentos más emocionantes de Ceremonia… aunque nunca llegó. Agrupados en una pequeña fracción del escenario Corona y uniformados de blanco, Dan Snaith y los músicos de su proyecto Caribou interpretaban un pop electrónico suave que pretendía sin éxito provocar el baile en el público. Ni Silver, I Can’t do it without you o Mars lograron despertar la emoción de los espectadores, que probablemente se encontraban absortos ante la psicodelia del canadiense.
El escenario Ceremonia se contagió con la misma apatía. Paralelo a Caribou, la esperadísima St. Vincent presentaba su álbum de 2017 MASSEDUCTION, dos días después de hacer lo propio en la Ciudad de México como telonera de The Killers en Foro Sol. La música de Annie Clark —nombre real de St. Vincent— y su banda en vivo alternó entre el rock más alegre y el pop meloso, pasando por la interpretación acústica. No sólo temas de su última producción sino también del resto de su discografía fueron interpretados por la artista de Oklahoma. Aun con esta variedad de canciones es imposible creer que el acto de St. Vincent fue uno de los más esperados de la noche.
Cruel, Digital Witness, Rattlesnake y otros éxitos fueron apenas recibidos con aplausos de un público que con trabajo alcanzó las seiscientas personas. Muy escasos espectadores coreaban junto a Annie, y el resto apenas balanceaba su cuerpo de un lado a otro. La pantalla mostraba un rostro femenino con marcas rojas en el ojo izquierdo y en la mandíbula. Probablemente St. Vincent pretendía conmover los corazones de Ceremonia con un discurso en contra de la violencia a la mujer. De ser así no lo logró, y con mucha suerte sólo consiguió “abrir” la presentación de Beck. No, definitivamente no hubo “seducción de masas”.
La noche había caído sobre Ceremonia, en un sentido tan literal como figurado. A pesar de las vibrantes luces, la atmósfera se tornó un tanto sombría (o mejor dicho, bastante dismal, para encajar con la vibra norteamericana del festival). ¿Dónde estaba el ambiente si no era en los headliners? Exacto, en el trap del músico español C. Tangana, que regresó a Ceremonia después de su participación en 2016 y que fue recibido por brincos y rostros de éxtasis en la carpa Camp Roswell. La fiesta iniciada por C. Tangana fue continuada por el DJ venezolano Arca, que no se limitó a colocar música electrónica en su tornamesa, sino que incluyó en su setlist géneros tan diversos como flamenco, ópera y hasta metal.
¿Suficientemente bueno para lo que estás pagando?: Beck y Soulwax
La fila para acceder al Domo Traición nunca disminuyó; eran afortunados los que lograron entrar para bailar los beats oscuros de Derré Tida o la música tribal mezclada por el DJ Mexican Jihad. El escenario Corona, por su parte, recibía a una multitud aglomerada para la presentación de otro headliner, el dúo de hip-hop estadounidense Rae Sremmurd.
El espectáculo se encontraba programado para la diez con cuarenta y cinco de la noche, sin embargo, veinte minutos después el público comenzó a gritar y silbar y no tardó en marcharse al leer en la pantalla: “Rae Sremmurd comenzará su presentación en media hora”. “Se pasaron de verg…”, repetía una muchedumbre que ahora en su mayoría buscaba estar puntual en el escenario Ceremonia para recibir al músico que encabezó el cartel del festival. A las once y media, Beck inició sin demoras su presentación.
Apenas subió al escenario, Beck devolvió la energía al público con su clásico noventero Loser, al que siguieron temas de diferentes puntos de su trayectoria. Up all night, I’m so free, Wow y más canciones de su última producción, Colors (2017), fueron recibidas con alegría a pesar de tratarse de material prácticamente nuevo. En repetidas ocasiones, los asistentes gritaban “¡Güeeeero, güeeeeero!” aludiendo a una petición que no tardó en ser cumplida. Qué onda güero junto con otras favoritas como The New Pollution, Devil’s Haircut y Girl sacudieron al escenario Ceremonia. “Es un gran placer estar aquí, ha pasado un largo tiempo desde la última vez que los vi”, afirmó el músico aludiendo a su participación en el festival Corona Capital 2014.
Quizá uno de los mejores momentos de la presentación del angelino fue el cierre del set con E-Pro, que dejó de ser el simpático rock lo-fi que abre el álbum Güero para adquirir un tono vertiginoso, casi punk, y que culminó con un solo de guitarra del mismísimo Beck. Un inusual encore incluyó una versión de Where is at que fue interrumpida para interpretar un medley de covers a modo de presentación de los músicos acompañantes. Cars de Gary Numan, Good times de Chic y Once in a Lifetime de Talking Heads fueron algunas de las versiones escuchadas (esta última coincidió con la presentación de David Byrne, ex-vocalista de Talking Heads, que acontecía a quinientos kilómetros de ahí, en el festival Corona Capital Guadalajara).
La continuación de Where is at cerró, a la una de la mañana, una presentación de hora y media llena de colores, baile y alegría. El Beck que subió al escenario Ceremonia lucía más como una estrella pop que como el tímido rockstar country de sus primeros trabajos. Sus intrépidos bailes, las letras románticas, la interacción con el público y la viveza del acompañamiento visual rompieron completamente con el pesimismo de la coreable “soooy un perdedooor, I’m a loser baby so, why don’t you kill me?”. Sin embargo, entre el pop, el rock, el country y toda la gama de géneros que ha caracterizado el trabajo de Beck, el músico estadounidense demostró que él y su obra son capaces de sobrevivir a la prueba del tiempo.
Paralelo al final de la presentación del angelino, el escenario Corona se llenaba de misterio con un montaje que aparentaba ser un extraño laboratorio científico. Dos sintetizadores espaciosos con apariencia retro estaban colocados frente a frente. Una batería se encontraba montada por encima de ellos y dos teclados por detrás. Imposible saber qué esperar de unos músicos tan polifacéticos como David y Stephen Dewaele.
La última presentación del escenario Corona estaba programada para la una de la mañana, pero inició veinte minutos más tarde de lo esperado, tal vez a causa del incidente de Rae Sremmurd, que incluso fueron obligados a recortar su setlist. Dos tecladistas y un baterista emergieron a escena, seguidos de dos envejecidas leyendas del ¿rock alternativo?, que más bien lucían como dos académicos a punto de dar una cátedra. Los sintetizadores fueron ocupados por David con una incipiente alopecia y por Stephen con el cabello blanco y lentes redondos. Todos los músicos vestidos completamente de blanco. Esta peculiar escenografía es Soulwax ahora.
“No drums, no sins, no fun without this things” repetían David y Stephen, fundadores de Soulwax, sobre una melodía electrónica ambiental. Al finalizar esta introducción, dos cortinas cayeron y revelaron la presencia de dos bateristas más. A partir de aquí, el show de la agrupación de Bélgica se convirtió en un medley de una hora que recorrió su historia desde su icónico álbum Any minute now de 2005 hasta su más reciente producción de 2017, From Deewee, que más que un LP ostenta ser una especie de ideología. Para Soulwax, Deewee es un espacio —más específicamente, un estudio— en el que se sienten libres para experimentar con los sonidos y crear música sin etiquetas impuestas.
La presentación se convirtió en una experiencia audiovisual. Luces blancas emergían por doquier y se coordinaban con las percusiones. Éstas, a su vez, se encontraban olímpicamente sincronizadas entre sí, dejando entrever un virtuosismo de los músicos entre los que figuraba Igor Cavalera, ex-baterista de la banda brasileña de metal Sepultura. Una cabeza femenina similar a la que figura en la portada de From Deewee —y que recuerda al robot de la épica Metrópolis de Fritz Lang— emergió desde detrás de los músicos. Giraba cada vez que el beat aumentaba, como si de una bola disco se tratase.
“This is the excuse that we’re making. Is it good enough for what you’re paying?” menciona la letra de NY Excuse, tema con el que Soulwax finalizó su setlist y que fue coreado por el público. “¿Es lo suficiente bueno para lo que estás pagando?” es la traducción en español de la segunda oración cantada por Stephen Dewaele. Es tentador pensar que esta línea fue una provocación al público, que después de una jornada diversa en estados de ánimo, algunos más agradables que otros, se encontraba frente a un de los actos que dio la etiqueta de “grande” al festival.
Cerca de novecientas personas bailaron al ritmo de KracK, Another Excuse, Glass, E-Talking, Miserable Girl, entre otros temas de ¿rock electrónico? ¿Dance punk? ¿House? Tan difícil como innecesario es definir el sonido que Soulwax alcanzó en su fase Deewee y que ha forjado a lo largo de su carrera. Es evidente que se alejó de la música de discoteque estrenada hace más de diez años y adquirió un matiz más experimental, aunque eso no fue limitante para que la agrupación demostrara por qué era la indicada para cerrar, a las dos y media de la madrugada, el escenario Corona. Y sí, definitivamente los años pasaron para los hermanos Dewaele, pero no para Soulwax.
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Al final de la jornada, ¿qué fue Ceremonia? ¿Un festival de trap? ¿Cuál fue la relación entre Pimp Flaco y Soulwax? ¿O entre King Krule y Broke Kids? Ninguna. Desearía terminar este texto con una bella frase que establezca una armonía entre todos, absolutamente todos y cada uno de los actos del festival, pero es imposible. Parece que fueron tres Ceremonia diferentes que se celebraron el mismo día en el mismo lugar: el del RnB/trap/hip-hop, el de la electrónica y el pop y el del insondable Domo Traición.
La página de Facebook del festival presume, entre la descripción del evento, la frase: “En Ceremonia celebramos la diversidad y la riqueza cultural”. Desde esta perspectiva, los “tres festivales” no representaron una disonancia o un fallo de la organización. De ser así, alguno de los tres extremos hubiera adolecido de aburrimiento en su totalidad.
Los artistas se agruparon radicalmente por temática como los adolescentes se reúnen celosamente en el salón de la escuela secundaria, pero ninguno de ellos se comportó realmente grosero. Todos abrieron sus brazos dispuestos a alegrar el día de los asistentes. No importa a quién vengas a ver, lo importante es que vas a bailar. ¿Ceremonia estaba preparado para regresar a México? Sí, y lo seguirá estando en la medida en la que continúe con este diálogo entre propuestas. Nos veremos en 2019, si el clima y los ánimos lo permiten.
¡GRACIAS CEREMONIA!
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