Categoría: Oblivion

Música popular, análisis de canciones, y mucho más. Una amplia experiencia en la profundidad de los sonidos.

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Día de muertos: De difuntos y sus canciones

Esta tierra de panteones

De dolientes se ha llenado

Sobre las tumbas, hay flores

Que son ofrenda de los muertos

Y de los vivos, canciones

En el centro hay un ramo de flores recién cortadas. El aire que acaricia los pequeños pétalos amarillos trae consigo aroma de incienso, calabaza y pan caliente. Sal, agua, una cruz grande de madera, todo acomodado entre las pequeñas llamas de las veladoras de colores que alumbran el altar. Algunas gotas de cera caliente se funden entre las graciosas formas del papel picado. Los rostros nos observan fijamente a través del cristal de los retratos; miradas intercambiadas de uno y otro lado. Ya todos están sentados a la mesa. Entre vapores de nostalgia y chocolate caliente el ambiente se va llenando de historias y de risas y de canciones. Una lágrima, dulce como calaverita de azúcar, se resbala por los recuerdos. En esta noche de Día de Muertos, la vida y la muerte al fin han venido a cenar juntas.

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Entre el destino negro y una vida en rosa: Édith Piaf

«Las noches de amor tienen que terminar
Una gran felicidad toma su lugar
Los problemas y penas se alejan
Felicidad, felicidad hasta morir»

Édith Piaf

Fue un once de octubre. En la memoria se quedaría impresa aquella tarde gris de vientos otoñales que arrastraban las hojas secas por el suelo. La abrumadora noticia corrió por la radio, por el periódico, de boca en boca. Las calles parisinas se volvieron caudalosos ríos de gente. El tráfico detenido. Todas las voces calladas. Hay quien afirma que desde los días de la Segunda Guerra Mundial ningún acontecimiento había paralizado de tal manera el corazón de Francia. Rumbo al cementerio de Père Lachaise, más de cuarenta mil personas peregrinaban alrededor de un pequeño féretro. El gorrión no cantaría más. La nota final de “La vie en rose” se apagaba en el susurro del aire entre las ramas desnudas. El dolor de toda una vida culminaba en la última escena de la tragedia. Édith Piaf había muerto.

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Un infinito sonoro: La búsqueda del sonido 13

«Lo que existe y no se puede contar y se siente aquí dentro, exige una palabra para decirlo. Esta palabra, en este caso, sería inmensidad. Es como una palabra húmeda de misterio. Con ella no se necesita contar ni las estrellas ni los granos de arena. Hemos cambiado el conocimiento por la emoción: que es también una manera de penetrar en la verdad de las cosas.»

Canek

La impetuosa inquietud por aprehender todo aquello que pareciera escaparse al entendimiento ha sido una de esas concepciones que por milenios han seducido la curiosidad del ser humano. La idea de un infinito que irremediablemente se mantiene como la incógnita insalvable. Desde el cuestionamiento acerca de una existencia más allá de la muerte hasta el irrefrenable impulso por alcanzar hasta el último ápice del conocimiento universal, por centurias el género humano ha puesto su existencia bajo las preceptivas de la idea de algo inmenso, inabarcable y, a fin de cuentas, inaccesible.
La música durante mucho tiempo se ha mantenido en esa misma categoría de fenómeno misterioso que pareciera presentársenos de una forma casi incomprensible debido a su capacidad de conexión tan sorprendentemente directa con la sensibilidad humana. Su carácter universal —partiendo de que la música se hace presente en toda sociedad humana— y cotidiano la han vuelto una de las formas de expresión más usadas en todo el mundo y, a la vez, una de las menos comprendidas.

La música, en tanto lenguaje, se presenta como un sistema capaz de manifestar una inacabable cantidad de mensajes que potencialmente pueden ser entendidos por cualquier persona, sin importar las barreras socioculturales que llegan a manifestarse en otros sistemas de comunicación como el habla. Sin embargo, esta premisa parte de que la mayor parte de la música que escuchamos cotidianamente está escrita en una sola lengua. Es decir, casi en su totalidad, la música occidental de los últimos cinco siglos ha sido compuesta en un sólo idioma. Y más aún; desde la música de Bach, Mozart y Beethoven hasta la música de The Beatles, Silvio Rodriguez y Justin Bieber, toda ella está construida a partir de los mismos 12 sonidos.

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El ruidoso mundo a través de un oído perfecto (I)

«El silencio es el ruido más fuerte, quizá el más fuerte de todos los ruidos».

Miles Davis

Vivir el día a día dentro del mundo actual implica una constante exposición a un sinnúmero de estímulos auditivos. El bullicio de la gente caminando por las calles, el ruido de máquinas, automóviles y camiones, la perpetua necesidad de llenar cualquier espacio con música, además del exceso de contenido audiovisual al que estamos acostumbrados gracias a los medios digitales, han hecho que los silencios dentro de nuestra cotidianidad hayan ido paulatinamente desapareciendo.

Esta consecuencia de la vida moderna, que en primera instancia podría parecer inofensiva, tiene una especial complejidad para un pequeño grupo de personas que poseen una habilidad un tanto fuera de lo común.

Imagine que cuando escucha un sonido, desde la voz de un amigo hasta el ruido de un motor arrancando, se aparece en su cabeza como una palabra escrita en el aire. Las vibraciones han dejado de ser una simple sensación en el oído, ahora cada sonido adopta una posición de significado dentro de su memoria. Todos los sonidos, el ladrar de un perro, el traqueteo del tren, las percusiones de un artista callejero, las alarmas de los carros, el estrépito de un taladro neumático: hasta el más pequeño ruido es una palabra que se dibuja en lo más profundo de su mente. Ahora cada sonido es inmediatamente identificado, almacenado y repetido una y otra vez dentro de su cabeza.

De esta forma es como se percibe el mundo a través de un oído absoluto.

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«¿A qué le tiras cuando sueñas, mexicano?»: Crónicas de Chava Flores

«México en una laguna y mi corazón echándose clavados. ¿Qué cosa será el amor?»

LOS CAIFANES

Las Ciudad de México es una ciudad pintada a través de sus contrastes. El claroscuro parece haber sido el principio fundamental usado por los cientos de generaciones de mexicanos que se han encargado de edificar una de las urbes más populosas del mundo.

Ya desde la primera ojeada por encima de las tierras del glorioso Valle de México, podemos observar que la palabra “pluralismo” se queda corta para abarcar las diferencias que existen entre los nueve millones de habitantes que conforman la sociedad que vive en él. Desde las lomas del Pedregal hasta el barrio de Tepito, del Cerro de la Estrella al cerrito de la Villa, del lago de Xochimilco al de Chapultepec, una simple mirada basta para darse cuenta que todo lo que existe dentro de este pedazo de tierra, casa de serpientes, águilas y nopales, excede los 1500 kilómetros cuadrados que los datos del INEGI se empeñan en arrojar.

Pues bien, hace casi cien años, un 14 de enero del ya lejano 1920, nació en La Soledad –una calle de nombre sugerente metida en el antiguo barrio de La Merced– un hombre que al final entendió que ni más de 200 canciones terminarían por ser suficientes para meter en ellas a una ciudad tan grande como la capital mexicana.

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Seducción sabor a tabaco y tequila: bailando danzón

«El erotismo es como el baile:
una parte de la pareja siempre
se encarga de manejar a la otra».

Milan Kundera

El baile en pareja es siempre un juego de tensiones e intenciones veladas. Con cada roce por la espalda, con cada mirada furtiva, con cada sutil aproximación de dos cuerpos moviéndose al compás de la música se inicia el eterno duelo de seducciones que durante incontables siglos ha sido semilla de las más desaforadas pasiones.

Al bailar, los oponentes forcejean en el vaivén de la dialéctica danzística, en donde los roles del seductor y el seducido se vuelven líquidos e inestables a cada paso, a cada vuelta. Imposiciones y sumisiones mutan para dar lugar a un fenómeno simbólico que recuerda a las ceremonias de cortejo animales. Ademanes, movimientos y sonrisas abonan a la intrincada semanticidad de un evento social que ha terminado por conformarse como uno de los rituales humanos más complejos de todos.

Pues bien, cuentan los abuelos que hace muchos años llegó a México un tipo de música que vino a revolucionar no sólo la forma en que bailaba la gente, sino al ritual mismo y a las implicaciones que podía llegar a tener un fenómeno social tan antiguo como lo es el baile de salón. Un ritmo nacido en Cuba, fruto de los amoríos entre la música africana y la música europea, un tipo de baile que en sí mismo retrataba la fusión entre la civilización y la barbarie: así llegó el danzón a México.

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¡Ay, ay, ay, ay! Canta y no llores: El otro himno del fútbol mexicano

Francia 98’. El marcador empatado a uno. Al inicio del segundo tiempo México había logrado tomar la ventaja gracias al gol de “el Matador”, mismo que los alemanes lograron igualar media hora después. Los verdes comienzan a dominar el partido y en la tribuna se hacen presentes las ilusiones de superar a una de las mejores selecciones del mundo y avanzar al mítico quinto partido.

Minuto 86. Olivier Bierhoff remata de cabeza y el balón termina en el fondo de la red custodiada por Jorge Campos. 2-1. El árbitro finaliza el partido: Victoria de Alemania. El tricolor llora desconsolado en la cancha. De pronto, entre el público se escucha que alguien canta. Poco a poco toda la porra se le une. Segundos después, el Stade de la Mosson retumba con la melodía del Cielito Lindo.

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Música y la frontera desdibujada: de lo popular a lo académico (II)

Fotografías por Diana Márquez

Si revisamos la entrada para «música popular» en el Grove Dictionary of Music and Musicians uno de los diccionarios enciclopédicos más importantes en materia musical– podemos encontrar que el término se encuentra definido de forma general como toda aquella música que usualmente es considerada de menor valor y complejidad que la música artística, y que permite ser escuchada por un gran número de oyentes sin conocimientos musicales en vez de por una élite reducida. De esto puede seguirse que, en contraposición, la música académica es aquella que implica cierto grado de complejidad dentro de su creación y que su apreciación se reduce a un pequeño grupo de personas propias del ámbito académico.

Desde esta definición pareciera ser muy sencilla la labor de clasificar cualquier tipo de expresión musical. ¿O no?

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Música y la frontera desdibujada: de lo popular a lo académico (I)

Fotografías por Diana Márquez

«Y, sin embargo, la música javanesa se basa
en un tipo de contrapunto en comparación
con el cual el de Palestrina es un juego de niños.
Y si escuchamos el encanto de su percusión
despojados de nuestros prejuicios europeos,
debemos confesar que la nuestra asemeja
ruidos primitivos en una feria de aldea.»

Claude Debussy

Desde el inicio de la historia de la música occidental, ésta ha sido vista a partir de dos perspectivas antagónicas: la académica y la popular. Ambos términos poseen per se todo un conjunto de implicaciones ideológicas, sociales y culturales que se denuestan o se enaltecen “según quién pregunte”.