Categoría: Creación literaria

Creación literaria. Narrativa, poesía, minificción y otros híbridos.

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Configuraciones del (tú)yo – Poema de Emilio Paz Panana

Frente al espejo, sólo soy un reflejo.
Frente a Dios, sólo soy una creatura.
Frente al otro, sólo soy un distinto.
Soy un tú, soy un yo,
soy la hegemonía / soy la decadencia
soy el triunfo / soy la derrota
soy el blanco / soy el negro.
El diablo me abraza y veo un reflejo
que se confunde con mi rostro.
Desvirtualizo mi propio reflejo
y no me veo, veo a otro.
Soy otro, soy un cuerpo, soy un alma,
soy una combinación diferente 
que se mezcla con el capítulo último
del Apocalipsis. Soy el cinturón
que se rompe durante la guerra.
¿Quién soy? ¿Por qué soy lo que soy?
No soy mi creador, pero me creo el día,
no soy mi verdugo, pero me aplico un corto
a un centímetro de velocidad al día.
El reflejo sobre el agua,
todos somos Narciso, 
todos somos un tú(yo) de alguien
o somos el (tú)yo de nuestro dolor. 
El cielo, la marea,
el festejo oculto de la luna,
que el misterio de la hegemonía se desprende
y la noche aconseja el misterio.
La diáfana pregunta de siempre: ¿quién soy?
Y sólo soy la ausencia del otro,
pero el otro, presente, es mi inexistencia.
Puedo sobrevivir en su memoria
o morir en su indiferencia.
¿Quién soy? El otro, mi madre,
me ha dado nombre, y yo, como creatura
le he dado nombre a más cosas.
Pero no soy Adán. 
Soy Eva desterrada,
soy los hijos perdidos,
soy Abel asesinado por Caín,
pero también soy Caín asesinando a mi padre.
Lilith, la única con fortuna,
es la otra que se pierde en la memoria. 
¿Quién soy? ¿Quién soy? 
Le imploro a Dios 
para encontrarme en el camino,
pero incluso, yo soy Dios,
soy mi propio creador.
Soy el tú-yo 
de una dicotomía necesaria.
El otro soy yo, 
yo soy el otro de un misterio.

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Síndrome – Cuento de Lizeth Jacqueline Gutiérrez Pérez

El cielo estaba despejado, no existía el cúmulo habitual que irremediablemente se mostraba en esa época del año; en consecuencia, el sol arrojaba sobre la ventana su fastidiosa luz. El viento ese día pudo haber sido amable, pero se ausentó totalmente, cansado de mi estado de ánimo que, sin explicación alguna, se encontraba nublado. Las sonrisas satisfactorias de mi familia encendían un fúrico sentimiento en mi pecho.

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Sopa de tomate – Cuento de Karla Paola Cabrera

Me desperté con ese sabor en la boca que me recordaba a mi infancia, la época más feliz y despreocupada de mi vida. Eso es justo lo que necesito, un alimento para el alma más que para el cuerpo. Eso terminará con mi mala racha, con mi mal genio y con el cansancio infinito que me tiene arrastrándome desde hace semanas. Busco la receta. Estoy seguro de que la he copiado. Se la había pedido a mi abuela, le había rogado que sea especialmente detallada para limitar la posibilidad de desastre, siempre presente. Eso de «una pizca de sal», «un poquito de pimienta»… No, señor. Dame medidas exactas. La cocina es química, ¿no? ¿Qué experimento se hace con una pizca de óxido de magnesio y un poquito de cloruro de potasio? Ni hablar. Receta para el desastre. Por eso, mi abuela, después de mucho renegar, me había hablado en cristiano y tenía las cantidades exactas para que sea perfecto. Y será perfecto cuando encuentre el condenado cuaderno donde la apunte. Carajo. ¿Lo habré perdido en la mudanza? Imposible. Estoy segurísimo de que… ¡Bingo! Veamos…

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Convocatoria – Otredades: Manifestaciones y reflexiones

¿Frente a qué retrocedemos? Frente al atentar contra la imagen del otro, porque es la imagen sobre la cual nos hemos formado como yo.

Jacques Lacan

El concepto de otro es inherente al ser humano. Todas las lenguas, incluso aquellas con apenas dos pronombres, distinguen entre uno mismo y los demás. Pronto esta otredad se convierte en algo más; aquello que no es propio es potencialmente extraño, peligroso, inferior incluso. Prueba de ello es la palabra bárbaro, herencia de los griegos, quienes designaron así a las tribus del norte que no hablaban su idioma y, por ende, parecía que sólo farfullaran bar-bar

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Marcianitos – Microrrelato de Guillermo Paleta Pérez

Desde pequeña Dana toca el violín, instrumento que recibió como regalo del Día de Reyes Magos. Se inclina por la música clásica; en particular, le gusta interpretar «La última cuerda» de Paganini. Cuando lo hace usa su playera favorita de marcianitos que le funciona como amuleto para una ejecución precisa y casi virtuosa. 

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El juego de la muerte – Cuento de Freddy Quiñones

Cierro los ojos y pienso en las alfombras de hojas secas que cubrían mi cuerpo de siete años cuando Oliver y Miguel empezaban el juego de la muerte. Al principio sentía que la calidez de mi cuerpo y mi incipiente corazón espantaban el miedo a la muerte y aceptaba sin protesta alguna ser siempre el muerto. Me acostaba con los brazos entrelazados en el pecho como decía mi madre que los bisabuelos lo habían hecho para siempre, cerraba los ojos porque a la muerte no le gusta para nada ser vista y poco a poco recibía el peso de las hojas secas que parecían duplicarse, triplicarse como si realmente Oliver y Miguel echasen la tierra parda y pastosa del cementerio.

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No todos los conejos son inocentes – Cuento de Montserrat Barrientos Pérez

Traía puesto un vestido negro que me llegaba a las rodillas. Hacía frío y la neblina tapaba mi visión. Desperté a tres o cuatro metros de un río, no sabía qué hacía ahí, así que decidí seguir la corriente. Me paré y sacudí mi ropa sucia por la tierra.