Categoría: Crónica

Crónicas citadinas, crónicas de eventos culturales (en el sentido más amplio de la palabra).

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Poéticas del desengaño: crónica de un encabezado ondulante.

“Hay una profunda diferencia entre luchar para evitar la muerte y luchar para vivir”.

Curzio Malaparte.


A propósito de Malaparte y un paradigmático viaje en la línea 9, con el vagón llenísimo, dentro del paraíso terrenal que llaman Sistema de Transporte Colectivo: Metro; me ocupé de observar detenidamente dos universos adyacentes. Por un lado, la mujer de cabellos largos, ondulantes bajo el ineficiente soplo del ventilador deformado, quien cabecea estación tras estación y despide un aroma suave que le emana de detrás de los lóbulos perforados. Por el otro, Romina (dice su gafete), sentada, con las rodillas rígidas frente a la estorbosa masa de un abrigo apretujado en la maleta verde que me acompaña, por lo regular, más del ochenta por ciento de la vida. Trae bajo el pulgar izquierdo un periódico doblado, arrugado en las orillas. Las hojas sueltas ondulan con la misma fuerza que la cabellera suelta. Se inscribe a la escena otro paraíso terrenal, lo llaman Metro, a secas. Éste exhibe sus despampanantes imágenes en escalas de color opacas, luego del continuo quebranto de una jornada larga, o la terrible fortuna de ser quien se queda estampada en la puerta. Se lee, medio cortado, el titular en primera plana: “No nos dejemos engañar:…”.

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La visa es redonda

Texto: Tonatiuh Teutli.

Fotógrafo: David Polo http://davidpolofoto.tumblr.com/

El viento se deja sentir con  fuerza y revuelve la tierra de la cancha llanera que a su lado derecho, en lugar de la zona del técnico y las bancas, está cuidada por  pequeños cuartos en obra negra, a media construcción, a medio camino como haciendo homenaje al tránsito de todo aquel que pasa por aquí.  Los cuartos están llenos de varillas y alambres, uno que otro bote vacío y mallas que cubren la pared que da hacia la zona de juego. Sólo hay tres migrantes en los lados de la cancha, dos jóvenes que escuchan música proveniente de un celular y un hombre, mucho más maduro, que está sentado al borde de uno de los cuartos y que me sigue con la mirada cuando llego a caminar dentro de la cancha. Mi experiencia me dice que es más fácil platicar con el hombre solo que con aquel que ya tiene compañía.

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US AND THEM: la experiencia de creerse un ladrillo menos en la pared

Por Cecilia Saucedo

Fotos de Santiago Arau Pontones

…And after all we’re only ordinary man
…who is who?
‘Haven´t you heard it’s a battle of words?’

Es impresionante la capacidad que tiene la música de transmitirnos algo con tanta fuerza. Una historia, una idea, una sensación. La semana pasada, nuestra hermosamente surreal pero decadente y enferma Ciudad de México, fue invadida por un personaje legendario a nivel musical: un Roger Waters tocado por los años y la experiencia, sudando un anhelo de hiperactividad protestante corriendo por sus arrugas como canales de agua turbia. El enmascarado desenmascarando los mecanismos de defensa de un público que ha vivido bajo el asqueroso manto de inseguridad y pobreza social, estimulando esa parte aún latente y capaz de desbordarse de manera sublime y entregada, que nació, seguramente, como una especie de desahogo ante todos los problemas y malestares que estamos atravesando como país. Al menos en mí logró despertar una mezcla de emociones descomunales que se asomaban progresivamente a la par del desarrollo del show.

Me dedicaré a escribir sobre el concierto que ofreció en el Zócalo de la ciudad, el día 1 de octubre, aunque, a decir verdad, esta presentación fue exactamente la misma que brindó en las dos fechas que se vivieron en el Foro Sol, sin variación alguna.

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UNA TUMBA ME ESPERA: EL TRIÁNGULO Y LA CALAVERA

I.

La maldición del baterista.

Doce en punto. Fraccionamiento José de la Mora. La zona es un laberinto de jardines descuidados, con austeras pintas de grafiti que crecen a lo largo de las paredes como una enredadera voraz que pretende adueñarse de todo. La mañana es fresca, calurosa. En una calle, cerrada, quizá, sobresale una banca de hierro forjado en donde he estado con anterioridad escuchando las pláticas furtivas de una banda que, hace apenas dos años, comenzaba a dar sus primeros pasos: Pirámide Zulú. De la ventana brota un ska rítmico, estruendoso: es un preámbulo sonoro a lo que vendrá después.

Pablo es uno de los integrantes más recientes. Toca la batería. A pesar de que el evento que conmemora el segundo aniversario de la banda empieza a las cinco de la tarde, él debe estar en el lugar desde la una y llevar todos los instrumentos. Es la maldición del baterista, dice. Después de cargar los elementos necesarios para el toquín nos dirigimos en la camioneta hacia el bar en donde se llevará a cabo el magno evento de aniversario.

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La culpa no es de Dios, sobre El Club (2015)

La Iglesia es una institución, una que se formó hace cientos de años y que se estableció como una de las más confiables y cercanas a las personas por su ámbito religioso, entregándole al mundo un centro de poder que se posicionó durante mucho tiempo como el más importante de todos: Dios era el centro absoluto. No obstante, Dios, como ser omnímodo, es invisible para el humano, no responde a una comunicación bilateral y resulta sumamente complicado ubicarlo, como tal, en una iglesia, por lo que, en la actualidad, quienes están a cargo de la organización, con todas sus jerarquías, ordenamientos y beneficios, son personas con sangre en sus venas, cabellos saliendo de sus cabezas y bien marcadas concepciones sobre el pecado, la culpa y demás. Personas que eligieron ser, así como curas, diáconos y sacerdotes, pederastas violadores, ladrones, mentirosos y, un poco como que su moral, al contradecir sus sermones con sus acciones, todo lo que supuestamente no es considerado como santificado ¿En serio nos debería sorprender? En realidad, la interpretación de la Biblia, su veracidad y su origen ha dejado mucho que desear sobre los verdaderos mandatos que el ser supremo de la religión cristiana predica, o predicó, o nada pues.