Sus ojos estaban fijos en la presa que confiada e indefensa ignoraba que aquellos serían los últimos minutos de su vida.

Creación literaria. Narrativa, poesía, minificción y otros híbridos.
Sus ojos estaban fijos en la presa que confiada e indefensa ignoraba que aquellos serían los últimos minutos de su vida.
ella estaba hecha completamente de cristal
uno no podía acercársele y respirar cerca
porque se podía quebrar
estaba alto, como esas vitrinas que uno
no alcanza a ver bien
y ahí arriba un poco brillaba y un poco no
ella tan de cristal y yo tan de carne y piel
que si me acercaba podía resquebrajarse y
las astillas se me clavarían en mi piel
blanda y titubeante ante la vitrina
Recuerdo haber escuchado esa palabra llamándome en labios de algún compañero de la Fundación para las Letras Mexicanas unas semanas después de iniciado mi recorrido en el área de Dramaturgia con el maestro David Olguín, quien generosamente me aceptó como oyente en el grupo de la generación 2018-2019. Me incorporé como escucha para saciar mi inquietud en torno a ese género que me había repelido por años.
La noche de la fiesta no pude evitar recordar la primera vez que Sara y yo mantuvimos una conversación, aunque fue más bien breve y no creo que haya sido tan memorable para ella. Lo que más me cautivaba de su aspecto eran sus ojos, tenía unas pestañas largas perfectamente maquilladas y cada que sonreía su mirada se achicaba con ternura. Durante meses esperé la oportunidad para acercarme a ella, pero no obtuve éxito, por eso mi sorpresa fue grande cuando la vi entrar por la puerta.
Ilustración de Paulina Bejos
Lo que sobra es tiempo, me dije,
debajo de estas múltiples capas
de firmes células palisades y protector ácido palmítico;
al resguardo del pretoriano aceite de colza
ningún hongo me aquejará, lo sabía.
Si alguna bacteria lo intentó,
se perdió en el microscópico laberinto
del escolta pericarpio que me envuelve.
Soy una fortaleza minúscula, pero infranqueable.
Tiempo es lo que me sobra, me dije.
El Holoceno apenas comenzaba.
Aunque lo sujetaba firmemente en la mano derecha, a la niña se le escapó el tiempo. Estaría, quizá, entre las arrugas de su rostro.
El sol quema y sus plumas negras hierven como brea.
Están en la Costa Verde poseídos por el hambre.
Era la primera vez que Juan visitaba el cementerio civil de Madrid. Acudía a visitar la tumba de su hermana. Junto a la lápida alguien había depositado una foto de su tía Emilia. Se acordó entonces de cuando murió la vieja dama. El año antes de su muerte la tía Emilia había luchado por no rendirse a las telarañas de la desmemoria. Nunca perdió la anciana su sonrisa ancha, cálida y familiar. Siempre arrinconó sus recuerdos de una dura posguerra: el dolor de enterrar a sus dos hijos cuando ambos no habían probado de la vida más que un ligero sabor amargo al odio y el resentimiento; la rabia de perder a su marido en la batalla de Belchite y no saber dónde llorarlo. Recordó también cuando él llegó al pueblo con su hermana y su padre. Su madre había llegado hacía dos días. “Mamá está cuidando de la tía Emilia. Necesita a alguien que le haga la comida. Se está quedando muy flaca”, le dijo su padre. Al salir del coche vio a su primo Javier salir de la casa de su tía. “¿Es que ha muerto la tía Emilia?”, preguntó con un rostro inquieto. Su mente infantil unió recuerdos y sentimientos. Su primo Javier hacía tiempo que dijo que no volvería al pueblo a visitar a la tía Emilia. “¿Por… Por qué lo dices?”, balbució su padre.
Vinos jóvenes de viura, mezcla de viura con chardonnay, chardonnay sin barrica, chardonnay fermentado en barrica, rosados, tintos jóvenes y tintos de roble, reservas, gran reserva, crianzas, vinos blancos, dulces, de moscatel.
Algunos son afrutados, frescos, deben ser consumidos dentro del año siguiente a su vendimia. Otros son más estructurados y acídulos. Los hay que se bonifican con el paso del tiempo, como las personas. Ciertos caldos se echan a perder, también como algunos seres humanos.
Sam se me presentó con el adorado cotorro de mi abuela en el hocico. El cuerpo verde de Ramón estaba lleno de baba de perro y tierra, pero sin vida. Vi a Ramón como nunca pensé verlo: muerto.