“Salón Virtual de Arte”: curaduría e investigación que se vuelven materia

Salón Virtual de Arte te está siguiendo” aparece en la pantalla del celular.

I

Entro a Instagram para ver la notificación: no es una cuenta de artista, no es un portafolio, no es una persona; es un espacio de curaduría virtual. Todo me pasó por la cabeza, empezando por los prejuicios; no porque no creyera en las posibilidades de la curaduría para expandirse, desdoblarse, reinventarse, sino porque la academia pesa y la institución también. Entonces cliqueé en Seguir también, dejé las terquedades de lado y exploré el sitio. Quedé maravillada, por decir poco. Ahí empezó mi entusiasmo por este proyecto de Paola Talavera, apasionada curadora virtual, quien está proponiendo congruentes y sólidas lecturas sobre los procesos curatoriales y las muestras en línea desde octubre de 2020.

II

Agendamos entre el ajetreo, coincidimos tarde por la noche, nos encontramos virtualmente y, aun así, con una dinámica de intercambio apresurada, pero muy cálida, logramos abrirnos un espacio para insistir en lo que responde la pregunta: ¿por qué hacer curaduría como mujer en un país desbordante de discursos hegemónicos sobre las palabras, los objetos y las historias?

Entramos a la videollamada para comenzar al instante. Paola está frente al monitor y, desinhibida y alegre como es, me cuenta que para fundar Salón Virtual de Arte pasó entrelazando las hebras de la comunicación como estudio, del periodismo como inspiración, de la publicidad como interés y de la política como espina dorsal; de modo que este tejido que es ahora su proyecto tiene sentido desde donde se vea. Como toda buena historia, todo empieza con la frase “A la mitad de la carrera me di cuenta de que…”; en el caso de Paola, fue su pasión por la historia la que le hizo repensar su lugar en Ciencias Políticas. Fue así que después de un curso en el Museo Nacional de Historia, se cuestionó el discurso hegemónico de la misma, lo que motivó sus primeros cuestionamientos y relaciones entre la idea de hacer curaduría al compás de la enseñanza de la historia.  “¿Qué pasa si cambia la curaduría de un museo nacional de historia?”, me pregunta. “¿Cómo yo podría agenciarme desde el campo profesional, desde adentro de los museos, para contar historias con objetos?”, insiste.

Qué motiva a Paola, mujer joven mexicana que comenzó en la comunicación y las ciencias políticas, a hacer curaduría fue mi duda desde que la conocí. Mira a la cámara y me dice: “Mi pasión por la curaduría viene desde la investigación, desde pensar formas para crear relatos o discursos que pueden ser presentados a través de objetos, palabras, medios, instrumentos. Me he dado cuenta de que la curaduría no gira en torno a las obras de arte, sino a más dispositivos como la palabra escrita, por ejemplo. Intento desenmarcarme de concebir la curaduría sólo como una selección sesuda de obras de arte físicas”. Mientras me dice esto, pienso en una exposición que hizo para su proyecto sobre las creaciones de Calamardo, una serie de screenshots de las piezas que el personaje de caricatura hace y se muestran en diversos episodios de Bob Esponja. Si el internet es una colección virtual de archivos digitales que sirven para echar mano de ellos y articular desde diversos discursos, ¿por qué una caricatura no podría ser una herramienta que estimule un proceso curatorial?

(pausa: los 40 minutos gratis de la videollamada terminan, parte 1)

Lo mejor del encuentro con Paola fue que no sentimos necesidad de contestar certeramente cada cuestionamiento que surgía. Su entusiasmo por la praxis y el mío por la duda nos imbricaron en un sitio de preguntas que se quedan para ser atravesadas constantemente.

“Para mí la curaduría es investigación que se vuelve materia”, me dice. “Pero, ¿cuál es el diálogo de cada exposición con la sociedad?, ¿qué pasa con las muestras después de que acaban?, ¿qué sucede con los públicos?”, concluye.

Con estas preguntas al aire, me cuenta que a partir de ese momento empezó a tomar cursos para indagar más sobre la memoria, el patrimonio y la curaduría, a manera de materias optativas de Historia del Arte en Morelia, durante un semestre que tomó allá para repensar su espacio en la facultad de Políticas.

Entonces hacemos una pausa de complicidad; sin decir mucho y a partir de breves gestos, reconocemos cómo este tipo de decisiones son las que vuelven más complejas —que no complicadas— las prácticas actuales. ¿Cómo hacer un currículum “adecuado” cuando nuestros intereses están en distintos lados?, ¿se puede huir de la especialización en un país que cree fervientemente en los estudios como pilar de la cultura? Para Paola, la curaduría no está peleada con estas últimas preguntas; ambas coincidimos en que la hibridación de prácticas es necesaria en la actualidad, puesto que posibilita múltiples posibilidades de revisión.

III

Mayo de 2020 y la pandemia a cuestas de todxs.  “Los museos están cerrados, ¿ahora cómo es posible la curaduría? ¿si no hay espacios físicos, la curaduría se acabó?», se preguntaba constantemente Paola. De esta duda en las entrañas surge Salón Virtual de Arte.

Le pregunto cómo decidió que Instagram era el espacio ideal para el proyecto. Más allá de ser su plataforma preferida y de que domina su uso, reconozco en su respuesta que utiliza esta herramienta tanto para ver imagen como para pensarla. Por supuesto, tuvo inspiración de algunos proyectos como Covid Art Museum, pero la duda que permanecía latente iba sobre cómo es la curaduría en ese tipo de proyectos.

Imagino a Paola llevando a cabo las acciones que me cuenta entusiasmada: hacía colecciones de las obras que veía en Instagram dentro de las carpetas ofrecidas por la plataforma. Ese primer paso de investigación, revisión de imágenes y curaduría de las mismas fue lo que motivó la primera exposición virtual de Salón Virtual de Arte: una expo digital de obras sobre el COVID-19.

“¿Por qué ‘Salón’?”, pienso. Ella comenta que desde que hizo scroll en la plataforma no pudo dejar de pensar en los galerías del XVIII: “Eso es Instagram hoy, cuando haces scroll en un feed parece que estás en un salón de arte del siglo XVIII. Quise reflexionar a nivel teórico sobre esto”, comenta. Lo tomó tan en serio que Salón Virtual de Arte se volvió su proyecto de titulación.

Comenzar un proyecto autogestivo dejaba fuera las posibilidades de un espacio físico, así que desde octubre de 2020 echó a andar el proyecto con la intención de evidenciar también la necesidad de ocupar los espacios virtuales y mantener una perspectiva de sociología en el arte.

(pausa: los 40 minutos gratis de la videollamada terminan, parte 2)

¿Se puede hacer curaduría sin tener capital económico? ¿Qué tipo de capitales se necesitan para hacer este tipo de proyectos?, comentamos. Paola me cuenta que ve en esta galería en línea un espacio de curaduría experimental, sí desde la teoría marxista de la praxis en autores como Bordieu, pero también como un proyecto de investigación que involucra un proceso de charlas con curadorxs, artistas, revisiones críticas de muestras, visita constante a exposiciones, producción de textos curatoriales y una muestra distinta cada mes, que ella cura teniendo en mente el diseño de feed como posibilidad museográfica y puesta en escena digital.

Para Paola, los afectos y lo político son también clave en su camino como curadora, en el cual desanda para crear otras rutas hacia los acompañamientos curatoriales que le interesa hacer: “Tener una postura política dentro de este campo es central, me fui dando cuenta de que el concepto de curaduría digital estaba en disputa, es decir, a partir de mi revisión teórica de estos temas me di cuenta de que este concepto está en tensión: no siempre el curador ha sido lo que conocemos hoy en día, aunque siga siendo una figura de poder con mucho capital social». Paola me cuenta un par de experiencias en las muestras a las que ha ido, en las cuales lxs curadorxs convocan más atención que lxs propixs artistas. Nada más lejos de la realidad, y no es que no sea merecido el reconocimiento, sino que esto está describiendo a la sociedad que lo experimenta.

IV

Le pregunto una última cosa que me intriga: “¿Y los públicos de Salón Virtual de Arte?”. Ella responde: “No busco que las exposiciones sean tan rebuscadas o elitizadas en lenguaje, en obra o en discurso que nadie pueda entenderlas. Me interesa que el proyecto sea abierto para todo público, por eso las expos van cambiando cada mes con diferentes acercamientos y temas o motivaciones. Tampoco soy ilusa, sé que no es posible para todos ver una muestra en línea y que eso habla de un sesgo social: para poder tener la aplicación al menos debes tener un smartphone, así que reconozco cuál es mi público. Busco crear expos asequibles que cualquiera pueda ver desde su cama, desde el baño, o que simplemente la gente pueda sentarse a scrollear”.

Para Paola, parte de su investigación para los procesos curatoriales que realiza es mapear el campo artístico y ver si es posible insertarse en él desde el capital intelectual y no económico.

Estamos por cerrar la conversación. Detrás de Paola observo una pared con afiches de obras de arte, apenas logro intuir cómo debe verse su espacio. Le comento que me habría gustado ir a su taller. Me responde que su taller es la virtualidad, las aplicaciones, el internet. Una videollamada: no podíamos haber elegido un mejor espacio para encontrarnos esta noche.

(pausa: los 40 minutos gratis de la videollamada terminan, parte 3)

Volvemos con intención de hacer una foto. Observo en monitor a una Paola sensata, desinhibida, crítica, con dudas y preguntas sensibles, apasionada, y pienso que sus características no son alejadas a lo que ella busca en una propuesta curatorial -mismo que yo particularmente comparto-.

Qué agradable y contagioso cuando alguien encarna tan bien sus pasiones.

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