Rap indígena: la otra lengua de la resistencia

Fotografía de Carl De Souza

Estamo’ acá
Siguiendo este llamado ancestral
Sembrando resistencia
Pa’ cosechar libertad

«Witrapaiñ (Estamos de Pie)» – Portavoz

Según los datos publicados en 2019 por el Grupo de Trabajo Internacional para Asuntos Indígenas, se estima que en Latinoamérica al menos 50 millones de personas se definen como de origen indígena. Tan sólo en México, el 21.5% de la población se autodenomina como parte de alguno de los 68 pueblos originarios que habitan en el país. Lamentablemente, sólo una cuarta parte de ellos habla activamente una lengua originaria.

La globalización y el postcolonialismo ha erosionado a los hablantes de estos idiomas. Los mecanismos de dominación propios de la cultura occidental condicionan e invisibilizan las manifestaciones identitarias de los pueblos originarios. La segregación y el adoctrinamiento es latente. Pero ¿qué sucede cuando son las propias comunidades quienes se adueñan de alguno de estos mecanismos pertenecientes a la cultura globalizada?

Rap indígena. La posibilidad se antoja casi imposible. Una base de hip-hop con versos en alguna de las más de 900 lenguas originarias existentes en el continente americano. El concepto del eclecticismo en su más plena acepción. Sin embargo, la posibilidad no sólo existe, sino que se ha materializado como una firme propuesta de resistencia y de activismo político que desde hace cinco años se ha extendido ampliamente a lo largo de toda Latinoamérica.

La resistencia en versos

Desde su origen hace cuatro décadas en los barrios negros e hispanos de Nueva York, el rap se ha materializado como una forma de resistencia y oposición frente al sistema social y político. De la misma manera que otras tantas manifestaciones contraculturales, su propósito está orientado a generar sistemas de valores ajenos a los hegemónicos y su origen se vincula a sectores sociales marginados y, frecuentemente, racializados.

Pensar en estos mecanismos de segregación y de dominio cultural dentro del contexto latinoamericano nos remite a los procesos postcoloniales y al impacto que fenómenos como la migración forzada, la invasión territorial, la imposición de la lengua hegemónica, la apropiación cultural, entre tantos otros, han tenido en las comunidades indígenas.

Dentro de todo este contexto se inscribe el surgimiento del rap indígena, como una manifestación cultural que busca reivindicar la identidad desde la oposición al dominio hegemónico. Aun así, el cuestionamiento es complejo: ¿Cómo se gesta un movimiento social desde la periferia? ¿Cómo se genera un sentido de identidad y pertenencia desde lo originario, sobre todo en los jóvenes, dentro del contexto del mundo globalizado?

Una nueva identidad indígena

Según las consideraciones de Guillermo Bonfil, etnólogo y antropólogo mexicano, la identidad étnica en el panorama del mundo globalizado se genera principalmente desde un enfoque relacional, es decir, desde la autoadscripción y desde el reconocimiento de otros dentro del mismo grupo.

Desde este ángulo, el rap indígena ha buscado redefinir el sentido de reconocimiento desde y hacia la propia comunidad, con la intención de permitir un vínculo relacional entre la cultura e identidad originaria y los miembros más jóvenes de estos pueblos.

Dino Chan, rapero maya.

Por esto, el fenómeno de representación no radica solamente en un rescate de la lengua o en retratar los valores culturales propios de las comunidades; pretende configurar una actualización de lo que implica identificarse como parte de una cultura originaria dentro del contexto actual. El fenómeno del rap originario propone una nueva manera de construir la identidad étnica, con nuevos contenidos, referentes, imaginarios y significados.

Desde este sitio se manifiesta el sincretismo cultural más inesperado. Rap con versos bilingües o trilingües encabalgan un mensaje de crítica al sistema en voz de jóvenes con rasgos originarios que portan por igual collares de cuentas, tejidos tradicionales, sudaderas y paliacates al estilo gangsta.

Pero la potencia de este fenómeno va más allá de la de un referente visual y auditivo fuera de lo común. Sus versos señalan la crisis económica, la violencia sistemática y la opresión que se sufre hacia dentro de las comunidades. El rap originario se manifiesta desde la resistencia más combativa al encarar la realidad y cuestionar todo una estructura instaurada desde hace siglos en cada uno de los países latinoamericanos.

De esta manera, el eje de lo combativo es desde donde se engarza la nueva identidad indígena. El orgullo de las raíces se opone a la perspectiva exotista generada desde la cultura occidental mientras que la representación en espacios de visibilidad masiva cuestiona el ocultamiento de la marginalidad.

Ciberactivismo e interseccionalidad

El imaginario de la migración al entorno urbano que hace décadas fue impuesto por el propio sistema hoy se vuelve una decisión voluntaria que reclama las propias estructuras de la cultura globalizada, sus canales y mecanismos.

El soporte de los medios de difusión masiva y el fenómeno de las redes sociales ha permitido que esta música se adueñe de los espacios hegemónicos que tanto tiempo le fueron negados. Gracias a ello, el fenómeno de representación étnica se ha extendido a lo largo de todo el continente, adquiriendo así matices de una lucha política y social enmarcada en el campo del ciberactivismo.

El alcance que ha tenido el fenómeno del rap indígena ha favorecido a que esta lucha poco a poco se extienda más allá de la cuestión étnica identitaria y que apunte a un activismo interseccional en diálogo con la lucha de clases, la crítica al capitalismo tardío e incluso con la lucha feminista.

La lucha iniciada por esta nueva ola de raperos ha manifestado la necesidad e importancia de espacios de representación y visibilidad no sólo para las comunidades indígenas, sino para cualquier grupo relegado e ignorado por el sistema cultural en el que vivimos.

Estas manifestaciones de resistencia nos orillan hoy más que nunca, dentro de los marcos del mundo mediático y globalizado, a discutir con nuestro propio sistema de valores y a confrontarnos con ideas con las que hemos convivido desde hace cientos de años. La historia exige reivindicación y cambio. Cuestionémonos.

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