Generation Hustle y el problema del capitalismo

Generation Hustle reseña

Ilustración de Carlos Gaytan

El ideal

El dinero, en sus expresiones más complejas, rige el modo de vida de los países occidentales. La publicidad no sólo sirve para vender un producto, sino para extender los alcances de un sistema. No quiero invertir en Bitcoin y ser cómplice del deterioro ambiental que resulta del consumo eléctrico de esta red económica que representa el punto más perfecto del liberalismo; no quiero invertir en Forex cuando la mayoría de los estados atraviesan la crisis que ha provocado la desregulación del mercado; no quiero quedarme con las migajas espaciales de Bezos ni con las innovaciones capacitistas de Musk. El punto principal es que parece no haber formas concretas en las que uno pueda reproducir su existencia material —trabajar, ganar dinero, comer para volver a trabajar después— sin favorecer el modo de producción que ha causado que la riqueza se encuentre en manos de unos pocos.

Esta generación enfrenta crisis ontológicas, mediáticas, tecnológicas, sociales y económicas. Es la maquinaria capitalista cuyos sistemas mecánicos e ideológicos se concentran en palear sus debilidades, pero jamás en cuestionar su base estructural. Es una red de hilos cuyas conexiones están tan bien diseñadas que, al desatarse una, se atan dos más, hasta que, eventualmente, haya más conexiones que hilos y más palimpsestos que contenido. A este paso, como dijo Žižek antes de ser el optimista de la pandemia, será más fácil ver el fin del mundo que el fin del capitalismo.

¿Qué puede hacer nuestra generación ante este panorama? ¿Cuáles son las medidas que podemos llevar a cabo, primero para transformar y repensar nuestro modo de vida y luego para trastocar la estructura económica —aunque el orden puede invertirse para resultados más directos—? Como demostró /r/wallstreetbets, el capitalismo no es lo suficientemente sólido como pare mantener su estabilidad frente a un grupo de personas que crecieron con los ideales más extremos y surrealistas del sueño americano. Una mansión multimillonaria como en El lobo de Wall Street; un departamento en Abu Dabi cuya altura represente un reto para la ingeniería de elevadores; un tigre blanco de mascota para llevarlo a Interlomas; unas oficinas como las de Google para las empresas del futuro; una American Express Black para lo que sea que haga falta. No parece haber una forma cien por ciento ética para conseguir todo eso y ese es el principal problema del capitalismo: no es ético.

Las vías para conseguirlo

HBO Max llegó a Latinoamérica hace relativamente poco y en su catálogo está Generation Hustle, una serie documental que retrata hasta dónde llegan los jóvenes, hijos de la generación con más aspiraciones y menos oportunidades, por obtener reconocimiento, fama, riquezas. Es, de hecho, una guía que muestra diferentes caminos, todos ilícitos o éticamente cuestionables, para hacerse rico rápidamente. Cada capítulo es protagonizado por un/a artista de la estafa que consigue sus objetivos de manera inteligente con las reglas del juego que establece el capitalismo:

Una Hollywood Con Queen finge ser una importante inversora y convence a muchos artistas de viajar a su país para despojarles de la mayor cantidad de dinero posible. Teejayx6 enseña cómo hacer fraudes bancarios en las letras de sus raps. Anna Delvey engaña a la élite de Nueva York para financiar su estilo de vida. Jeremy Wilson toma veintitrés diferentes identidades para estafar a lo largo de Estados Unidos. Kyle Sandler intenta vender la idea sin fundamentos de una nueva y mejorada Silicon Valley en pleno Alabama. Anthony Gignac convence al mundo de que es un príncipe saudí. William Baekeland estafa a toda la comunidad británica de mochileros. Syed Arbab comienza un fondo de inversión estilo Ponzi y alcanza varios millones de dólares. Ian Bick se convierte en un promotor de fiestas a los diecisiete años hasta que se queda sin dinero. Adam Newman crea un concepto de empresa comunitaria para atraer inversiones de miles de millones de dólares.

Todos los casos abordados en Generation Hustle, aunque parecieran estafas elaboradas que no representan al mundo económico, siguen la lógica individualista que propone el mercado. ¿Hay una escala ética que mida el daño de las actividades económicas? ¿Cómo saber todas las consecuencias del progreso? ¿Cuándo es suficiente progreso? ¿Las naves espaciales de Bezos son más importantes que la desigualdad en el mundo, que la crisis ambiental? La hiperexpansión del capitalismo depende, en primer lugar, de que asimilemos el ethos capitalista para el cual la ética es un asunto del Estado, por lo menos hasta que tengamos cárceles privadas. La desregulación no sólo provoca que la mano invisible sea torpe, sino que sea incapaz de controlar los huecos que pueden representar pérdidas para las empresas.

Una parte importante de los protagonistas de Generation Hustle están tras las rejas por apenas traspasar los límites legales de la inversión y el engaño. ¿Puede culpárseles por sus aspiraciones? Aun culpándoles por sus acciones, está el hecho de que los aparatos represivos del Estado sólo están ahí para defender los intereses del Kapital. ¿Cómo contravenir el bombardeo ideológico que se presenta como oportunidad de negocios? ¿Cómo me opongo al seductor video de Daniel Habif que dice que todo está en mí? ¿Cómo hago frente a los cinco hábitos que me harán millonario de Carlos Master (en su casa) Muñoz?

Capitalismo: un campo de juegos con reglas arbitrarias e injustas en el que sólo los niños blancos y adinerados pueden jugar en el arenal.


Ilustrador: Carlos Gaytan Tamayo (Ciudad de México, 1999). Estudia Ciencias y Artes para el Diseño en la UAM Azcapotzalco. Formó parte de varias exposiciones colectivas de cartel en su universidad. Algunas de sus obras ilustran artículos de Cultura Colectiva. Su trabajo se inspira en diversas técnicas y se encuentra en el diseño gráfico y la ilustración.

Etiquetado con: