Con los ojos bien abiertos: La distribución cinematográfica en México

Como cineasta en ciernes y cuando aún era estudiante de cine en la Escuela Nacional de Artes Cinematográficas (ENAC, antes Centro Universitario de Estudios Cinematográficos), me di cuenta de que el cine que a mí me interesaba y me gustaría explorar como realizador era un tipo de cine que difícilmente llega a la cartelera, un cine con construcciones narrativas más experimentales, alejadas de la convención narrativa limitada a sólo contar una historia. Un cine con exploraciones que atraviesan lo sonoro, lo visual y lo sensorial.

Todo el cine cuenta cosas y, a veces, historias. El cine que a mí más me interesa es aquél cuyo objetivo primario no es precisamente contar “una historia”, aunque aun así irónicamente termine contándola; quizás de manera fragmentada o a veces de manera experimental, pero siempre sutil. Se integra de películas cinematográficamente más propositivas, pero en términos de taquilla poco rentables. Así, mientras estudiaba, llegué a la conclusión de que, si yo no distribuía mis propias películas o películas similares de otros autores, difícilmente alguien más lo haría.  

Es justo en lo anterior donde radica lo que bien podría ser la inquietud de crear una distribuidora cinematográfica para fomentar la visibilización de este tipo de cine en la cartelera mexicana. La idea inició en una reflexión muy inocente, aunque muy aterrizada en el contexto que me estaba tocando vivir. Me cuestionaba si alguna de las distribuidoras en México se podría interesar en una de esas películas que a mí me gustaría hacer o por qué ninguna de ellas estaba distribuyendo el cine de autores mexicanos a quienes yo consideraba completamente notables y con un trabajo muy interesante; aquellos cuyas películas pasaban por festivales internacionales, pero difícilmente llegaban a la cartelera en México.

Preguntas y reflexiones muy inocentes que me cuestionaba fueron las detonantes para empezar a desarrollar un proyecto de largo alcance llamado Abismal:

  • ¿Por qué siempre las películas poco propositivas de “x” director llegan a cartelera?
  • ¿Por qué es tan difícil que tu película llegue al cine después de haber invertido años en desarrollarla?
  • ¿Quién se va a interesar en las películas que yo pudiera filmar?
  • ¿Quién decide qué películas traer a México?
  • ¿Qué es una distribuidora cinematográfica, cómo funciona y por qué yo no tengo una?

Casi un año después de que el proyecto fuera aceptado en Piso 16, de haber tomado asesorías y descubrir buena parte del universo de la industria cultural, puedo ver que la distribución es mucho más compleja de lo que parece. Varios factores intervienen en ello: políticas culturales, retorno financiero de la inversión, seguridad de éxito en taquilla que otorgan ciertos autores, burocracia institucional, etcétera.

De este modo, el panorama no es nada sencillo. No es tan fácil que un cine con exploraciones más experimentales se cuele a la cartelera, ya que no acostumbra verse mucho y, por tanto, el retorno de la inversión no es seguro. Es de esta manera que las distribuidoras y exhibidoras evalúan qué conviene más en términos financieros. Con esto me refiero a que, aunque las distribuidoras quieran difundir cierto tipo de películas más radicales, muchas veces no les es tan sencillo, pues el dinero que se invertiría en este tipo de contenido difícilmente se recuperaría. Además, a pesar de que estamos hablando de la importancia de mostrar contenidos diferentes, no es nada posible eludir que, a final de cuentas, una distribuidora es una empresa que debe generar ingresos para seguir con su funcionamiento y distribución de películas. Sin embargo, esto no significa que sólo se deba distribuir cine comercial porque es el que sí asegura ingresos tanto para la distribuidora como para la exhibidora, sino más bien idear mecanismos de trabajo y relaciones institucionales con el fin de generar facilidades y apoyos para distribuir un cine con exploraciones más contemporáneas, al mismo tiempo que un cine más accesible y con mejor recepción entre el público. De esta manera, poco a poco se pueden crear públicos y nuevas sensibilidades hacia un cine con propuestas más radicales y mucho más interesantes.

Así, empecé a desarrollar la iniciativa de Abismal, un proyecto que busca convertirse en una distribuidora cinematográfica con énfasis en cine de autor nacional e internacional y cine clásico alternativo restaurado. Surge de la necesidad, por un lado, de poder traer a México un tipo de cine que muy pocas distribuidoras incluyen actualmente y, por otro lado, construir una plataforma para impulsar a cineastas mexicanos que están haciendo un cine contemporáneo mucho más propositivo en términos formales.

El nombre es una referencia directa al cine mexicano Salón rojo, que fue el primer gran cine de México, ubicado en lo que hoy es Madero esquina con Bolívar en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Ciertamente, no fue el primer lugar o establecimiento en donde se exhibieron películas en México, pero sí el primer cine que funcionó de una manera comercial y con cartelera constante.

El proyecto aspira a iniciar operaciones el próximo año con el estreno de una película y con la intención de distribuir, en los próximos años, un promedio de cuatro películas anuales, así como de generar convenios de trabajo, relaciones institucionales con laboratorios de restauración fílmica y negociaciones con los dueños de los derechos de autor de algunas películas clásicas del cine alternativo y poder distribuirlas.

Distribuir cine en México no es sencillo y menos con el monopolio de dos exhibidoras dominantes de la mayor parte del territorio nacional; sin embargo, poco a poco surgen nuevos espacios que, si bien no tienen las mejores condiciones de proyección como lo tendría algunos de los cines comerciales, sí aportan espacio para un cine más propositivo. Estos soportes obligan a modificar las estrategias de distribución con el propósito de que se pueda llegar a más salas y, poco a poco, descentralizar este tipo de contenidos.

Ante la situación actual, todos los cines en México estuvieron cerrados durante varios meses, además de que algunos festivales de cine fueron suspendidos y otros virados a lo digital. El mundo de la distribución tuvo que adaptarse a los servicios de streaming; no obstante, el visionado de películas en una sala sigue prevaleciendo en la preferencia de las personas. Todavía falta para que podamos regresar a las salas sin mayores preocupaciones, pero conforme la situación mejore la gente tendrá más confianza para disfrutar de una cinta en una sala oscura llena de desconocidos, tal como se extraña tanto de los cines.

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Autor: Jorge Eduardo Franco Castillo (Querétaro, México). Estudió Ingeniería industrial y Cine en el CUEC (ahora ENAC) durante el 2014. Posteriormente, se especializó en Dirección. Ha trabajado como freelance en proyectos de publicidad y largometrajes; el más reciente fue Olimpia de José Manuel Cravioto en donde fotografió y dirigió el making of. Es un ávido promotor de la creación fílmica en soportes analógicos. Formó parte del equipo de Anarchivia, un espacio ubicado dentro de los Estudios Churubusco y dedicad a la difusión, enseñanza y experimentación con medios analógicos de creación cinematográfica. Actualmente, trabaja en el Laboratorio de Restauración Digital de la Filmoteca de la UNAM. En 2016, fue seleccionado como miembro del Jurado Joven en DocsMX; en 2017, obtuvo mención honorífica en Fósforo – Crítica cinematográfica organizado por FICUNAM. En 2019, fue acreedor a la beca para la escuela de preservación y restauración cinematográfica impartida en México por la FIAF, Cineteca di Bologna y L´Immagine Ritrovata. Este 2020, forma parte de “Piso 16. Laboratorio de Iniciativas Culturales de la UNAM” con el proyecto Abismal.