«Un Edén sin hombres»: Cuando las mujeres dominaban Hollywood

Al preguntarnos por las directoras de cine famosas en el Hollywood actual, recordamos la siguiente frase de Tilda Swinton: “Las mujeres llevan haciendo cine desde hace más de cien años, pero cuando mueren sus esquelas son muy pequeñas». En efecto, las mujeres empezaron a trabajar detrás de las cámaras mucho antes de lo que se podría esperar. En sus primeros años, los estudios contaban con gran número de mujeres en sus equipos; se calcula que aproximadamente la mitad de las películas estrenadas entre 1915 y 1925 fueron escritas por mujeres. Nombres como Alice Guy Blaché, Frances Marion o Lois Weber eran sinónimo de éxitos de audiencia. ¿Cómo explicar la existencia del que un crítico de la época bautizó “un Edén sin hombres”?

Pues bien, se debe tener en cuenta que, al principio, el cine era un medio en pleno desarrollo, y no un negocio del espectáculo como hoy. Se necesitaba mano de obra dispuesta a aprender y trabajar a cambio de salarios no siempre generosos; esto permitió la entrada de mujeres en la industria. Además, como en el mundo de la crítica, a los empresarios les interesaba contar con presencia femenina en los estudios para conectar mejor con la audiencia, en su mayoría femenina.

Pero este Edén, como muchas utopías, nació con fecha de caducidad. Al descubrir el potencial económico del nuevo arte, los grandes empresarios se adueñaron de él. Las restricciones hacia las profesionales mujeres de ámbitos como el teatro pronto se impusieron en el cine. Muchas de estas cineastas, aunque intentaron seguir trabajando de modo independiente, no pudieron competir con las grandes superproducciones de los treinta y cuarenta. Estas son algunas de ellas.

Alice Guy Blaché: La primera película de la historia no la dirigió un hombre, sino una mujer

Guy, cuya carrera empezó como secretaria para la productora Gaumont, convenció a sus jefes del potencial de la nueva técnica para contar historias, más allá de los documentales anecdóticos del momento. Debido a su juventud y su género, no se la tomaran en serio. “Es solo un juego de niños”, se dijeron. Por eso, le permitieron experimentar y crear su propia película, siempre y cuando no interfiriera en sus labores como secretaria. Así surgió La fée aux choux (1896), considerada la primera película narrativa. Poco a poco, Guy se labró una reputación como directora y empezó a estrenar películas regularmente para Gaumont. En 1905, pasó a ser la supervisora de dirección de la productora. En Estados Unidos fundó su propia productora, Solax.

En 1919, su carrera acabó, pues sus producciones independientes no podían competir con las superproducciones del nuevo Hollywood.

Murió sabiendo que muchas de sus películas habían sido atribuidas a sus ayudantes de dirección. En su Historia del Cine Mundial (1949), G. Sadoul se inventó el término “primera mujer directora” para reservar el título de “primer director” a un hombre, ignorando así que Guy inventó el cine como lo conocemos hoy.

Lois Weber

En su origen actriz, Weber llegó a ser la cineasta (hombre o mujer) mejor pagada de la productora Universal. A menudo se la comparó con D.W. Griffith o Cecil B. DeMille. Curiosamente, fue Herbert Blaché, marido de Alice Guy, quien le ofreció dirigir su primera película.

Weber destaca tanto por su pericia técnica como por su carácter provocador. Se le atribuye el primer uso de la pantalla partida en el cine en la película Suspense (1913), lo cual supuso una revolución en la narrativa cinematográfica comparable a la de Asalto a un tren (Edwin S. Porter, 1903). En sus películas, no dudaba en tratar temas controvertidos; sin temer ser políticamente incorrecta, expresaba lo que ella consideraba correcto. En Where Are My Children (1916), defiende por un lado mayor acceso a la contracepción, pero critica con dureza el aborto. También se posicionó a favor del sufragio universal y la jornada laboral de ocho horas y contra el trabajo infantil.

Al llegar los locos veinte, sus películas, excesivamente moralistas, dejaron de tener el éxito de antaño.

Frances Marion

La que fue durante un tiempo la guionista mejor pagada de Hollywood, escribió guiones para grandes estrellas como Mary Pickford, Lillian Gish, Clark Gable o Rodolfo Valentino.

Empezó como asistente de Lois Weber. Su trabajo gustó tanto a Mary Pickford (reputada actriz y productora) que la contrató en exclusiva como guionista. Al principio, los ejecutivos no confiaban en Marion, casi una desconocida en el sector. En el primer visionado de The Poor Little Rich Girl (Maurice Tourneur, 1917), aseguraron que la película no merecía ser estrenada. Sin embargo, el gran éxito comercial de la cinta les demostró lo contrario. A partir de entonces, Marion y Pickford se juraron jamás volver a hacer caso “a los trajeados”.

Con el paso al cine sonoro, Irving Grant Thalberg (jefe de la MGM) le encomendó el reto de escribir las primeras líneas pronunciadas por Greta Garbo. En 1931, se convirtió en la primera mujer en obtener el Oscar a mejor guion por El presidio (George W. Hill, 1930).

En 1946, se alejó voluntariamente de los focos, puesto que, a su parecer, el nuevo modelo de negocio ponía en riesgo la libertad personal de los guionistas y creadores.

Dorothy Arzner

Cuando el cine se consolidó como un negocio lucrativo, las mujeres que habían ayudado a consolidarlo perdieron poder a favor de los empresarios. Durante años, Dorothy Arzner ha sido recordada como la única mujer superviviente de esta transición. La crítica Iris Barry definió las producciones de Arzner como toda una “asociación entre mujeres”, protagonizadas por una mujer, escritas y dirigidas por una mujer y con mujeres en el equipo de producción. Es quizás gracias a esta presencia femenina que sus películas suponen una alternativa interesante al canon de la época, con toda variedad de personajes femeninos complejos.

Trabajó con las mejores actrices del momento: Katharine Hepburn, Joan Crawford, o Clara Bow. Esta última colaboró asiduamente con la directora; el resultado de este trabajo es un verdadero testimonio de los locos años veinte, en el que el concepto de lo que es una mujer ha cambiado radicalmente. Muchos de los temas tratados son sorprendentemente modernos; pronto, el Código Hays acabaría con esto.

El paso del cine mudo al sonoro, así como el nuevo modelo de negocio, acabó con la carrera de estas cineastas. Esto, por supuesto, no ocurrió exclusivamente con las directoras femeninas. Otras grandes figuras de la era del cine mudo, como Buster Keaton o Clara Bow, también cayeron en el olvido con la llegada del sonido y el sistema de estudios. Sin embargo, al querer reivindicarse la figura de estas pioneras en el campo de la dirección, se ha recalcado exclusivamente su condición de mujeres; su trabajo tiene mérito sólo si se tiene en cuenta que eran mujeres en un mundo de hombres.

Tal reducción, además de injusta, es injustificada. Estas cineastas no son un paréntesis ni una nota a pie de página, sino que, en su momento, gozaron de éxito en la taquilla y entre los críticos. Algunas de ellas introdujeron revoluciones técnicas vitales hasta día de hoy. Es hora de que sus nombres aparezcan en la historia del cine a la misma altura que la de sus equivalentes masculinos.