Estoy encomendado a Dios || Cuento de Mariana Morales Campos

Si hubiera sabido la verdad, habría hecho algo por él. Miré al anciano en el piso, a punto de tocarme. Con largos cabellos y barba espesa, de sus ojos sobresalía una expresión airosa. Bien dicen que la esperanza es lo que muere al último. Retrocedí, inquieto por el olor a trapo sucio combinado con aceite. Sabía que toda su vida se había dedicado a destapar caños en casa de doña Bertha; yo era el encargado de llevarle en una bolsa el recipiente con los restos de la comida: medio tazón con sopa y tortas de carne en chile verde. Agradecido, siempre me acariciaba la cabeza. La mano pesada y los dedos ásperos al contacto con mi piel me provocaban una calidez tremenda, de ésa que uno guarda sólo para la familia.

Mi padre, hombre de negocios y ambición desmedida, había vendido cada uno de los terrenos de mi abuela; todo para poder invertir ese dinero y construir el ancho edificio azul de la calle Madero. Ahí lo conocí y comenzó nuestra amistad. Compartir la soledad nos obliga en ocasiones a valorar. Eso y otras tantas cosas más aprendí del anciano. Por ejemplo, que los malos olores nos recuerdan los lugares que se deben limpiar y también lo que se deja atrás. ‘’Estoy encomendado a Dios’’, solía decirme siempre, cuando lo veía feliz o enfermo, hambriento o desesperado por la falta de trabajo. Con el paso del tiempo, dejé ese lugar para rentar un cuarto cerca de la universidad, nadie supo de mí en años. Cambié la sobremesa y el amor por aquel cubículo de paredes falsas en el que te conocí. Ahora ya te has ido, cruzaste la calle y no te vi más.

Una tarde llego caminando al costado de la catedral y nos volvemos a encontrar. Leo en el letrero ‘’Servicios de plomería y destapa caños’’. Entonces me reconoce e intenta acercarse levantando su cansado cuerpo. Retrocedo, avergonzado por el momento tan íntimo. Su olor me repugna y evoca imágenes viejas. Hay un chamán cerca de ahí, ofreciendo agendar citas a un pequeño grupo de mujeres. Mueve las cartas como si flotaran en el aire.

Me alejo con pasos largos y llego a la esquina, el semáforo está en rojo. De pronto, una sensación extraña me hace voltear el cuerpo. El anciano está de pie, me saluda con la mano y sonríe con expresión jovial. Luego da unos pasos adelante y con un salto desaparece en la alcantarilla de la ciudad.

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Autora: Mariana Morales Campos (CDMX, 1996). Egresada de la carrera de Estudios Latinoamericanos por la UNAM. Sus áreas de interés versan en torno a la literatura fantástica, particularmente del cono sur de Latinoamérica. En la actualidad es miembro del Comité editorial en el programa ‘’Perímetro de México’’ en TV UNAM, donde se ha desempeñado como guionista y directora de reportajes. Además, es pianista y cantante ocasional desde 2008.