Anagnórsis || Microrrelato de Alejandro Espinosa

Fotografía: «Anagnórsis», de las esculturas de López-Arza, Marcos González González, 2014

Esta cultura, escribió Max en su libreta de apuntes, concibe la muerte como anagnórisis. Y subrayó el término griego considerando que pudo haber registrado aquello en una nota de voz del móvil.

Se levantó para consultar la bibliografía en el único ordenador de la sala de la biblioteca. Estiró las piernas y quiso bostezar, pero no pudo. Se miró las botas de obrero Zen que usaba a diario. El casquillo expuesto le pareció el cráneo metálico de un robot postapocalíptico de piel sombría y sucia. A esas horas su estómago era un coliseo en el que sus intestinos combatían ruidosos. Mis tripas espartanas, decía siempre que tenía hambre. Le hacía gracia, pero una gracia íntima, porque recordaba la escena de la película Tiempos modernos en la que al vagabundo Charlotte le gruñen las tripas ocasionando que un perrito se inquiete por el vergonzoso ruido. El cine sonoro nació en las vísceras de Chaplin, pensó.

Dejó el fichero electrónico y se dirigió a los pasillos desatando la mirada. Caminó de ida y vuelta con el rigor que le permitían los ojos. Los apellidos alemanes y franceses preponderaban en aquellos estantes metálicos. Los títulos largos y específicos. Entre tanto vistazo por aquí y por allá se fue a topar con un título que le pareció familiar. Era el nombre de la cultura que investigaba. Así de simple. Y sobre el título, el apellido de un autor alemán que no identificó. Qué raro, pensó y burlándose de sí mismo, todavía con el libro en la mano, se rasco la cabeza. Obviamente frunció el ceño y entornó los ojos. Debajo del título estaba la clasificación y miró para corroborar la ocurrencia que tuvo desde que tomó el ejemplar; el libro estaba mal acomodado.

Sopló la costra de polvo que tanto bien le hacía a aquel ejemplar de pastas verdes y lo abrió para revisar el índice, un capítulo titulado «Anagnórisis» lo atrapó de inmediato y moviendo las hojas con desesperación buscó la página señalada. Su corazón comenzó a latir rapidísimo por la intensidad del hallazgo que, suponía, se avecinaba. Inminente se detuvo en la página indicada y no, no encontró lo que esperaba, que aquella antiquísima cultura concebía la muerte como anagnórisis.

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Autor: Alejandro Espinosa (CDMX, 1978). Estudió en la UNAM y tiene una especialización en literatura mexicana por parte de la UAM. Es profesor de literatura y teatro. Está incluido en la antología Fútbol en breve Microrelato de jogo bonito en Internacional Microcuentista de 2014. Está incluido en la Antología mexicana de microficción y ha publicado Ishikoro (2010), Pagafantas (2014),  El oficio de la holgazanería (2015).