Lacónicas herencias || Microrrelatos de Ricardo Bugarín

Imagen: Hércules lucha con el león de Nemea, Francisco de Zurbarán

ARS AMANDI

Siempre amó los cuerpos romanos. Los de pelvis chatas, glúteos redondeados y pechos de triángulo. Se contentaba, en caso de necesidad, con los de otras características, pero los de contornos marmóreos fueron sus preferidos. Había en todo eso algo así como una especie de oda culinaria, de voluptuosos sabores, de jugosas y saciadas ansiedades, de expectación lograda más allá de las carnes y las edades. Ahora, en estos tiempos individualistas y groseros, están armando en el fondo de su patio una copia del coliseo. Piensa llevar allí la minuciosa labor del goce pero ya en un ámbito privado, mientras su melena su entretiene con el viento y observa sus garras afiladas, robustas y certeras que aún conservan la sagacidad desplegada en las arenas.

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NOBLES SABERES

El rey deshizo, candorosamente, la trenza. Un aroma a sándalo se agolpó en el recinto.

Sobre la alfombra, festonada de plata, se inició el ritual de danza que antecede a la cámara.

Una vez traspasado el pórtico áureo, el acortinado espacio ahuyentó todo sonido.

Las túnicas perfumadas, los brazaletes dorados, la pedrería de anillos, todo fue olvidado.

La libación conjunta fue umbral de encuentro de los enamorados. Luego, bajo el baldaquino de gasa tornasolada, el eunuco ofrendó su saber apasionado.

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TARDE CON ARQUÍMEDES

Arquímedes llamó para citarme en un café. Me dijo que quería revivir buenos momentos. La ilusión del encuentro se fue cristalizando entre jueguitos de manos, enroscaditas de dedos y carreras de miguitas sobre el mantel. Con esa forma clara de mirarnos, nos fuimos enterneciendo y al promediar nuestra conversación, haciendo uso de esa capacidad tan propia de graficar sus expresiones, tomó una dorada medialuna y me confesó que todo objeto sumergido en el seno de una masa líquida recibe un empuje, de abajo hacia arriba, igual al peso del café con leche desalojado. Taza, platillo y mantel quedaron hechos un desastre.

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HERENCIA

“Yo vendo unos ojos negros”, decía mi papá. “¿Quién me los quiere comprar?”, era siempre la pregunta. Parece que el negocio no fue próspero. Y aquí está ahora esa herencia. En una cajita, esos glóbulos oculares, ese par de iris aviesamente dilatados… Y esa mirada, esa mirada que no puedo quitarme de encima.

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UN PROBLEMA DE ATENCIÓN

El problema comienza cuando el virus del aburrimiento se extiende por toda la sala. Hay un desatado vaivén que va sacudiendo impulsos y después todo se desmadra. La regla de Ruffini se convierte en arma poderosa en las manos juveniles, los paralelos y meridianos se descuelgan de los mapas y son utilizados a modo de proyectiles que vuelan sobre las cabezas, las fosas oceánicas son trampas mortales dispersas por los pisos y un terrible olor a cateto hace insoportable sostener buenas intenciones. Se dispersa la atención y no hay conjugación verbal que aquiete los ambientes. La contienda se vuelve agitadora y casi inextinguible. El único recurso es el Himno Nacional que, solemne y preciso, se levanta de su letargo conmoviendo corazones y hace que el estadio, en que se ha convertido la clase, encuentre su cauce rítmico. Después hay silencio. Y vienen los aplausos.

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EL MAT

La invocación a Patanjali ya había sido pronunciada. El om colectivo se extendió en el espacio luminoso de la sala. Cabeza al suelo, alineamiento del cuerpo, pelvis a los isquiones, pie derecho en 45 grados, sacro controlado, recto, que fluya la energía, que no caiga la cabeza, que no caiga. El ritual compartido promediaba la mañana y presagiaba una tarde de imbricada intimidad bajo los olmos del patio de la casa. Todo era concentración, levitación de alma y pensamiento, levedad sostenida y, en medio de esa ambientación de delicada respiración, oímos de pronto, como en sueños, como en endulzado letargo, la minucia de un sonido, totalmente ajeno a las prácticas consabidas. Un insignificante crash sacudió la mañana y la espondilolistesis se presentó en la sala. Sobre el mat quedó tendido el plan acariciado.

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ÚLTIMO CUMPLEAÑOS

Se venía destejiendo. Yo la vi desde lejos y noté que algo le sucedía. Avanzaba con rapidez pero observé que iba dejando como una extraña estela detrás de sí. Al llegar a mí y abrazarme ya era un montón de lanitas enruladas. Igualmente le agradecí tanto esfuerzo y una sonrisa silenciosa fue su última presencia.

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Autor: Ricardo Bugarín (Argentina, 1962). Escritor, investigador, promotor cultural. Publicó “Bagaje” (poesía, 1981). En el género de la microficción ha publicado: Bonsai en compota (Macedonia, Buenos Aires, 2014), Inés se turba sola (Macedonia, Buenos Aires, 2015), Benignas Insanías (Sherezade, Santiago de Chile, 2016), Ficcionario (La tinta del silencio, México, 2017) y Anecdotario (Quarks,Lima, Perú, 2020). Textos de su libro “Bonsai en compota” han sido traducidos al francés y publicados por la Universidad de Poitiers (Francia). Forma parte de diversas antologías publicadas en México, Chile, Argentina y Barcelona.