Colecho - Aimeé Cervantes

Colecho || Cuento de Ana Torres

Ilustración de Aimeé Cervantes

Salí del hospital con mi niño en brazos. Me sentí orgullosa de mí misma. Solicité que no me sacaran en silla de ruedas, pero el camillero me dijo que era un protocolo forzoso. Me sentí aprovechada por usarla cuando podía caminar perfectamente. Nos subimos al auto y llegamos tres a casa.

Estaba bastante cómoda con ser madre primeriza, sólo había algo que me asustaba: dormir con el bebé en la misma cama, lo que ahora está tan de moda y que llaman colecho. Me daba miedo que, entre sueños y sin querer, mi esposo o yo asfixiáramos al bebé con las cobijas. También creía posible que, por sólo llevar un par de días siendo madre, me olvidara de ello y dejara perdido a mi hijo en medio de las sábanas; en cambio, si el llanto de mi hijo me obligaba a levantarme todas las noches, entonces lo primero que me vendría a la mente sería que soy mamá.

A los pocos días de estar en casa, comencé a sentir ese cansancio extremo del que tanto hablan las madres expertas que lo saben todo y además te lo echan en cara. El cansancio hacía que el cuerpo me pesara más por las noches y era más difícil levantarme para dar de comer al bebé. Era como si el cansancio me apagara la voluntad y los sentidos. Ya ni siquiera podía escuchar el llanto nocturno. Pero una noche, sin más, al no escuchar el llanto de mi bebé en medio de la madrugada, sentí su cuerpecito caliente que se acurrucaba conmigo en la cama. Estaba tan cansada que no pensé y simplemente lo recibí con gusto. Él solito comenzó a comer.

Por la mañana me di cuenta de que el colecho tenía sus beneficios. Era bastante cómodo dormir con el bebé en la misma cama y que él se alimentara, pero seguía teniendo los mismos miedos de apachurrarlo o dejarlo enredado entre las cobijas. Quería agradecerle a mi esposo por pasar al bebé a nuestra cama durante la madrugada, habíamos descansado bien, pero no se lo mencioné porque quería que continuara haciéndolo espontáneamente. En los primeros días de vida de un recién nacido, el papá es prácticamente un estorbo.

Esa noche llegó la hora de dormir y yo puse al bebé en su cuna. A la mañana siguiente, el bebé volvió a amanecer en nuestra cama. Así comenzó a repetirse día tras día: acostaba al bebé en su cuna y amanecía en mi cama.

Una de esas mañanas felices, mi esposo por fin habló: “Ya ves, te dije que era mejor para todos que el bebé durmiera con nosotros. Qué bueno que cada noche lo pasas a la cama”. No supe qué contestar, tampoco le hice mas preguntas, sólo asentí ligeramente. A partir de ese momento comencé a obsesionarme con el tema. Quizá mi esposo estaba haciéndome una broma y en realidad era él quien pasaba al bebé. Tal vez yo era sonámbula y lo cambiaba de lugar sin recordarlo. O el recién nacido caminaba. No sé cómo, pero lo supe. Lo que dicen esas expertas es verdad: una madre sabe cuando algo no anda bien con su hijo. Uno lo sabe y ya.

Acababa de descubrir que tenía un recién nacido que caminaba. Y caminaba no porque tuviera alguna mala intención, caminaba porque podía hacerlo y cuando puedes hacer algo, lo haces, y no importa que apenas tengas unos días de vida. Caminaba por mera supervivencia hasta donde estaba su leche, hasta ese lugar en el que no se sentía solo, donde estaba protegido. Sabía que no podía aprovecharme de su caminar y pedir al bebé que me alcanzara cosas o que me hiciera mandados. Tampoco se iría de nosotros sólo porque podía caminar, ni que lo tuviera que cuidar como al perro para que no se me saliera cuando viera la puerta abierta. El único hecho era que el reflejo de marcha de los recién nacidos en mi bebé no era sólo un reflejo.

Esa noche, después de descubrir la verdad caminante sobre mi recién nacido, decidí no dejarlo en la cuna y ponerlo directamente en la cama con nosotros. Mis miedos cambiaron desde entonces: no vaya a ser que durante la noche mi esposo lo descubra caminando y pase de ser un estorbo a un occiso, o que a mi bebé se le vaya el caminar así como así y se quede a medio camino entre su cuna y mi cama, o que se me desoriente y termine en otra cama con el calor y la leche de otra madre. Total, si mi bebé es capaz de caminar hacia a mí en medio de la noche, no creo que se deje asfixiar por unas simples cobijas.

Colecho – Aimeé Cervantes

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Autora: Ana Torres (Celaya, 1982). Es lincenciada en Administración Turística. Creó una tienda en línea de accesorios para bebés. Escribe narrativa desde sus experiencias.

Ilustradora: Aimeé Cervantes Flores (Oaxaca, 1995). Egresada de la Facultad de Artes y Diseño de la UNAM. Profundizó sus estudios en la ilustración, la cual considera su pasión después del cine, la literatura y la música. Entre sus logros se encuentran: Exposición colectiva en el Museo Franz Mayer con motivo de “El mundo de Tim Burton”; participación en un mural colectivo de su facultad y como directora de fotografía en el cortometraje “Otro Muerto” del Rally universitario del GIFF.