Representando lo desconocido: Imágenes del coronavirus

Toda imagen es una manipulación.

Georges Didi-Huberman

No cabe duda de que incertidumbre es uno de los conceptos estelares del momento. Aparece una y otra vez en diferentes noticias, discursos, opiniones, explicaciones, pensamientos, conversaciones. Se ha establecido como una suerte de comodín epistemológico, que puede brincar a su gusto y describir las diversas situaciones que experimentamos todos en relación con la pandemia mundial. Utilizamos esta palabra para referirnos a la gravedad de la enfermedad COVID-19, a la propagación de la misma, al destino de la economía, al tiempo que durarán las medidas de mitigación en México y en el resto del mundo, a qué pasará mañana, en una semana, en un mes o en un año. También, aparece conveniente cuando nos toca formular lo que estamos sintiendo: un “no sé” o un “no estoy segura” refieren a sentires inciertos. Y es que la experiencia de la nueva enfermedad carece de certeza en el sentido más elemental del obraje de la mente humana: falta un referente; es decir, no tiene objeto y es invisible ante nuestra percepción desamparada.

¿Qué rayos es el coronavirus? ¿Cómo podemos imaginar lo que no conocemos? La falta de un esquema en donde acomodar al evento nos suele hacer sentir chiquitos, ansiosos, con miedo. Pero, ¿cuándo el miedo ha detenido a la humanidad? La respuesta muy probablemente oscila entre un nunca y un siempre. Lo que es seguro es que, como se ha visto a lo largo de la historia, se hará hasta lo imposible por representar lo irrepresentable. Se buscará por todos los medios encontrar aquella imagen que nos permita asimilar el fenómeno que nos es desconocido.

El proceso de construirnos un imaginario que nos ampare ante la sospecha comienza con la ciencia. A través del microscopio y programas de computadoras, distintas instituciones científicas han producido imágenes de cómo se mira el virus a través de un sistema de lentes de gran aumento. Estas imágenes nos generan un primer referente, nos permiten identificar formas a las que podremos acceder después y a partir de las cuales empezamos a imaginar. Sin embargo, estos abstractos círculos coloreados no parecen ser suficiente. Las imágenes que nos da la ciencia son un primer momento que nos posiciona ya no ante un vacío, sino ante una forma; pero no nos permite el nivel de apropiación que buscamos, pues necesitamos ir más allá.

Foto de https://www.nationalgeographic.com.es/ciencia/fotografias-reales-coronavirus-bajo-microscopio_15335/2

Partiendo de aquí, otros ámbitos de la sociedad como escuelas y medios de comunicación comienzan a aportar y a alimentar el imaginario. Poco a poco se exploran diferentes maneras de visibilizar un problema común a nivel mundial. En India, un artista remodela su motocicleta como un virus andante; en Kenia, un grupo de jóvenes realiza grafitis con la imagen de un virus personificado con cara malévola, por mencionar algunos ejemplos. El virus aparece en galletas, piñatas, memes, disfraces, dibujos, esculturas, veladoras y, además, es dotado de rostros y de actitudes diversas.

Pareciera que, paulatinamente, la predominante incertidumbre va perdiendo un poco de terreno, mientras aparecen destellos de sentido a partir de lograr materializar lo que en algún momento nos resultó impalpable. Para bien o para mal, representar al virus nos permite comprenderlo y asimilarlo en nuestros términos. Incluso podría decirse que buscamos firgurarlo a nuestra imagen y semejanza, o también adaptarlo desesperadamente a nuestra cotidianidad. Estos ejercicios se nutren de modos de comunicación y simbolización únicos que, además de proveernos de interesantísimos ejemplos de manifestaciones humanas, pueden resultar más terapéuticos de lo que pensamos. Claro que también pueden tener sentidos muy negativos; sin embargo, realizarlos de manera atenta puede convertirlos en una gran fuente de información y reflexión del presente.

Hoy quién sabe, pero probablemente en un futuro estas imágenes se lean como evidencias de visiones del mundo en un momento histórico específico. Al final, representar al virus no se trata de otra cosa que de nosotros mismos.

Aquí mi representación: