Marcos Mundstock: Les luthiers y la comedia vestida de negro

Marcos Mundstock - Luis Alvarado

Fotografía: Luis Alvarado

EL CARNAVAL DEL MUNDO ENGAÑA TANTO,
QUE LAS VIDAS SON BREVES MASCARADAS;
AQUÍ APRENDEMOS A REÍR CON LLANTO
Y TAMBIÉN A LLORAR CON CARCAJADAS.

Juan de Dios Peza

La condición humana encarna uno de los fenómenos más curiosos de la naturaleza. De entre todos los animales, el ser humano es el único en el que la risa existe consistentemente como una característica innata. La risa funge como el principal mecanismo de equilibrio emocional, únicamente equiparable con el llanto. En propias palabras de Nietzsche: «El hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa».

Marcos Mundstock ha fallecido

El día de hoy la risa se encuentra enlutada por la muerte de Marcos Mundstock. Locutor, actor, presentador inigualable, narrador infatigable, Gom-hornista infalible, profeta de Johann Sebastian Mastropiero, padre de la hija de Escipión, conde vampiro, el hombre del libreto rojo… Artífice del lenguaje, genio de la comedia, ícono de la carcajada latinoamericana.

La voz de Les Luthiers ha quedado muda después de que su portador perdiera la lucha contra una enfermedad irreversible que lo asedió durante el último medio año. La causalidad ha querido que el fundador del grupo cómico musical más importante de latinoamérica haya fallecido en Buenos Aires a los 77 años, justo en uno de los momentos en donde más añorada se ha vuelto la risa en medio del panorama al que nos enfrentamos ante la emergencia mundial.

La muerte, esa broma irremediable a la que todos estamos sujetos, se ha vuelto el pretexto para que hoy, así como los miembros de Les Luthiers expresaron ante la partida de Mundstock, el mundo pueda obsequiarse un respiro recordando la figura de una de las voces más icónicas de Argentina, la de ese hombre de refinados ademanes y de impoluto corbatín que debajo de la manga del esmoquin llevaba escondida siempre la navaja de un filoso y brillante juego de palabras.

El nacimiento de Mastropiero

Marcos Mundstock fue hijo de una familia inmigrante de origen judío asquenazi. Aprendiz de relojero, como su padre, cursó algunos años de la carrera de ingeniería hasta abandonarla tiempo después para dedicarse a la locución. Como miembro del coro de la facultad de ingeniería, conoció a los en aquel entonces jóvenes que posteriormente pasarían a formar Les Luthiers.

NACÍ EN SANTA FE, NO ASÍ EN BUENOS AIRES, ADONDE ME TRAJERON A LOS SEIS AÑOS. QUISE SER ABOGADO, INGENIERO, AVIADOR, COW-BOY, BENEFACTOR DE LA HUMANIDAD, TENOR DE ÓPERA, TARZÁN, AMANTE LATINO, FUTBOLISTA Y OTRAS COSAS MÁS. DESPUÉS LE HICE LA CORTE A LA INGENIERÍA, NOVIÉ CON LA REDACCIÓN PUBLICITARIA, ESTUVE CASADO CON LA RADIO Y TUVE ALGUNAS ESCAPADAS CON EL TEATRO. VIVO CON LES LUTHIERS DESDE SU PREHISTORIA.

Si tuviéramos que elegir un momento de carácter mítico dentro de su vida, ese sería cuando en el propio Marcos se encarnó el espíritu del célebre compositor Johann Sebastian Mastropiero. De entre alguna de las entradas de su «poblada» cabellera, en un homenaje el nacimiento Atenea, se concibió el personaje menos representado —nadie conoce su rostro— y más representativo de toda una generación de la comedia argentina.

Así como el mismísimo Mastropiero, una infinita lista de personajes, libretos, sketches y letras de canciones tuvieron su origen en la prolífica creatividad de Mundstock, el miembro menos musical del grupo más musical de la humorística de salón.

Los juegos de Mastropiero

Desde el inicio de Les Luthiers, debido a su inconfundible voz de tonos graves y profundos, Mundstock fue nombrado como el presentador designado para todos los espectáculos de la agrupación. Con una figura irremediablemente carismática debido al contraste entre la solemnidad y la sutileza humorística, Marcos se volvió el vocero de todo un estilo de hacer comedia, siempre reticente a la broma fácil y al chiste simplista.

El carácter cómico de Les Luthiers siempre se ha enmarcado por esos sutiles juegos que esconden los recovecos del lenguaje. De entre todos los luthiers, Marcos fue el más atrevido y descarado al explorarle hasta el último rincón al español.

Con referencia a mí, Marcos, sólo daré algunos marcos de referencia. Amo los lirios por su pureza, todo mi amor es puro, de lirio… Me encanta Dora que es encantadora, o mi primorosa prima Rosa, me animaría con Ana María, pero sólo respondo a la voz de Laura, canejo.

Retruécanos, oximorones, perogrulladas, calambures, metátesis, palíndromos, paronomasias y muchas otras formas retóricas de nombres incluso más enrevesados se doblegaban ante el ingenio del «pelado» de Les Luthiers. Mundstock se encargó de romper los esquemas y de demostrar que incluso una simple introducción a una obra pueda ser igual o incluso más memorable que la obra misma.

La voz detrás de Mastropiero

Marcos Mundstock fue mucho más que un incomparable comediante y uno de los fundadores de Les Luthiers. Cuentan quienes lo conocieron que detrás de ese esmoquin existía un hombre completamente entregado a la gente que lo rodeaba, amante de la ópera, aficionado al fútbol, entusiasta de la actuación cinematográfica, fiel esposo de la locución y mejor amigo del ya fallecido y legendario Daniel Rabinovich.

La dupla de estos dos enormes comediantes finalmente ha dejado atrás todo escenario, pero no así la ovación del público que por cincuenta años tuvo la dicha de reír y regocijarse con el placer de una carcajada que sigue resonando en el recuerdo de muchos de nosotros.

Como cualquier otra, la despedida ante la muerte de una figura como la de Marcos Mundstock siempre se llena de congoja y de una irremediable sensación de luto. Pero esta vez la despedida la hacemos en medio de risas y de un agradable dolor en las costillas. El libreto rojo ya está cerrado y el mítico presentador se inclina sonriendo ante el público, anunciado el final del espectáculo. Hasta la vista, Marcos.

¡Oh, Dios, odio los odios, aborrezco la borrasca, la bruma me abruma! Cuando me siento así, por el piso, me siento en el piso a pensar: suelo hallar consuelo en el suelo. En las despedidas me emociono, hasta la vista se me nubla.
¡Adiós, se está nublando, hasta la vista!