«1917»: El infierno y soledad de la guerra

Filmada en una secuencia de imágenes que presume ser una sola toma, la película 1917 de Sam Mendes (Skyfall y Spectre) es un evento cinematográfico que sólo se puede vivir precisamente ahí, donde una pantalla te absorbe para vivir lo impensable: la sala de cine.

Aunque el contexto es turbulento para los soldados Blake y Schofield, se pueden dar tiempo incluso para descansar en una pradera con un solo pensamiento en la cabeza: regresar a casa. De pronto, esos recuerdos color sepia evocan olores de comida o el perfume de la mujer que cada uno amaba. Las imágenes melancólicas de sus memorias son abruptamente interrumpidas por la llegada de una orden que cambiará el rumbo de sus vidas: adentrarse en terreno enemigo para encontrarse con el siguiente batallón aliado y sabotear un ataque que representa una trampa mortal para 1600 soldados británicos, y, al mismo tiempo, también para el hermano mayor de Blake. ¡No hay mayor enemigo que el tiempo!

En 1998, Steven Spielberg dirigió Rescatando al soldado Ryan, película que obtuvo el Globo de Oro a Mejor película dramática y Mejor director en ese año. Poco tiempo después, la Academia del Oscar la nominó a 6 estatuillas incluyendo Mejor película y reconociendo la proeza técnica que involucraba una producción que simulaba las batallas de Normandía durante la Segunda Guerra Mundial. De este modo, el director nos reveló un recorrido largo y sinuoso por batallas ajenas a este pelotón norteamericano que busca rescatar al único sobreviviente de una banda de hermanos para sacarlo del campo de batalla, y llevarlo de regreso a casa con su madre.

La premura del relato desde el origen hace que las películas del género bélico puedan caer fácilmente en el cliché. Siempre hay que salvar a alguien o dar información que salvará a miles. Esto es equivalente al arco dramático que cualquier película chick flick puede tener y que, sin embargo, siempre funciona aunque la historia sea predecible. Lo importante con las películas que retoman relatos o experiencias de guerra es la forma de contarlas, el montaje y la edición.

1917 debe toda esta grandilocuencia visual a una sola persona: Roger Deakins, un cinefotógrafo con la máxima experiencia en imágenes potentes en películas como Skyfall, Blade Runner 2049 y, con el mismo Sam Mendes, Soldado anónimo. Aunque pudiera cruzar por la mente que esta es una película más de guerra, ¡no! El poder con el que Deakins logra capturar la potencia del relato en una simulada única secuencia es, ¡simplemente impresionante! Y la historia no podía ser contada de otra forma para lograr ese involucramiento emocional con los únicos dos personajes que se tienen en pantalla; debe haber una verdadera preocupación por ellos para que este relato y su forma de estar contado tenga el efecto que quiere causar. Es esta técnica de una sola toma la que logra que la tensión incremente por una suma de elementos dramáticos que estos soldados sufren hasta llegar a una explosión realmente emotiva, un climax que pocas veces se puede vivir en el cine.

Retratar la guerra, sea cual sea, siempre es difícil, porque exige recrear una época, las explosiones, los laberintos con bombas, bunkers, muertos en distintos niveles de descomposición, etcétera. Todo requiere de una precisión quirúrgica para que la historia sea creíble y sume mucho más a la emoción que el espectador debe sentir. Sam Mendes logró reunir un staff que precisamente logra todo lo anterior. Al ser casi un tratamiento narrativo cercano al documental, se puede oler la putrefacción de los cuerpos, sentir el agua en las botas y el polvo de la tierra en la cara. 1917 es una proeza técnica también en este aspecto.

Aunque la historia retoma las experiencias de Alfred H. Mendes, abuelo del director, que le contó a Sam Mendes cuando tenía tan sólo 17 años, el relato es sumamente universal. La amistad, la hermandad y el sacrificio son los pilares de este suceso que no precisamente toman lugar en una batalla en específico. Sólo cuenta una de las miles de anécdotas que alguien que estuvo físicamente ahí puede contar. Lo interesante es que parece estar dividida en distintas capas donde se nota una especie de decadencia. La luz y la fotografía hacen parecer que el espectador puede ver diferentes películas a lo largo de la historia, debido a la notable decadencia que, intrínseca con la guerra, también involucra el estado anímico de los dos personajes principales.

Sam Mendes crea pequeños infiernos simbólicos sobre la Gran Guerra: el infierno de participar en un conflicto bélico entre dos países con todos los sufrimientos que esto conlleva; y la soledad de estar fuera de casa, extrañar a los seres queridos que se dejaron atrás por un «bien común». Todo ello, al mismo tiempo, permeado de la desesperanza y la idea de no volver nunca más. Finalmente, se pierde la idea de una absolución ante los hechos vividos y después se lidia con la pérdida y la ausencia, pero también con las sombras dentro de una calma seguida de un fin. El futuro parece igual de catastrófico y apabullante porque el mundo de estos dos jóvenes no existe más. Es así como la resolución de 1917 es posiblemente más desoladora que su propio planteamiento.

Estos infiernos y cómo son retratados en esta película son los que impresionan. La historia está tan bien contada, con elementos únicos y que parecieran técnicamente imposibles, que logra una anécdota poderosa sobre las luces y sombras del ser humano. Da un amplio panorama acerca de la humanidad a pesar de su contexto, porque, aunque parece un terreno agreste y hostil, la empatía y los anhelos del personaje son lo verdaderamente importante.

1917 no es una película bélica más, tampoco una anécdota repetida de boca en boca o leída de un libro a otro, mucho menos es solamente un filme que finge un plano secuencia muy bien coreografiado. Es una experiencia real contada desde el corazón de un director a quien su abuelo le contó sus anécdotas, no con el fin de atemorizarlo o impulsarlo a conectar emocionalmente con una fiebre nacionalista, sino para transmitir la humanidad, la amistad y la hermandad que se da dentro de un ambiente ahogado por la sangre, la violencia y la muerte.