Cómo acabar con el cine de mujeres

“Las mujeres llevan haciendo cine desde hace más de cien años, pero cuando mueren sus esquelas son muy pequeñas.” Con estas acertadas palabras habla Tilda Swinton sobre la ya conocida ignorancia a las cineastas femeninas en la industria; a la vista están las estadísticas. Según el último informe de The Celluloid Ceiling, llevado a cabo por la Doctora Martha Lauzan, ocupan  apenas un 20% de los cargos detrás de las cámaras de una película. Además, solo en 1% de las películas analizadas hay más de diez mujeres en el equipo técnico; en el caso contrario (más de diez hombres en el equipo) la cifra se eleva al 74%. En lo que a reconocimientos se refiere, Katheryn Bigelow es la única directora que ostenta un Oscar por su trabajo. Algunos argumentarán que esta evidente desigualdad se debe a la tardía incorporación de la mujer a esta industria, y que, tras unos años, su posición será equiparable a la de los hombres. Quizá no saben que las mujeres han participado activamente en el cine desde sus orígenes, no solo como actrices, sino como técnicas. Muchas de ellas han sido figuras clave en el desarrollo del séptimo arte, y, aun así, no son valoradas al mismo nivel que sus equivalentes masculinos. ¿A qué se debe esta falta de reconocimiento?

Las mujeres llevan haciendo cine desde hace más de cien años, pero cunado mueren sus esquelas son muy pequeñas.

Tilda Swinton

Principalmente, a la falta de referentes femeninos en el mundo de la dirección. Esto no significa que no haya habido mujeres directoras, sino que no se las ha tenido en cuenta: o bien han sido olvidadas o bien se ha perdido gran parte de su trabajo. No olvidemos que solo se conserva entre un 10 y un 30 por ciento de las producciones anteriores a 1930, ya sea porque los estudios no disponían de espacio suficiente para almacenar todas las películas o porque se quemaron en algún incendio. Entre estas conocidas cintas desaparecidas, hay un gran número de producciones de autoría femenina. Esto se debe a que, en sus orígenes, el cine era una industria en construcción que agradecía cualquier mano de obra, por lo cual el acceso de las mujeres estaba menos restringido que en otros negocios. En este enlace del British Film Institute se recogen algunos títulos dirigidos por mujeres desaparecido a día de hoy. ¿Sería nuestra percepción de la mujer en el cine distinta si se hubieran conservado?

Quizá no resultaría tal sorpresa descubrir que la primera película con guion de la historia no fue obra de un hombre, sino de una mujer: Alice Guy, figura desconocida hasta hace apenas unas décadas. A pesar de que aparece en varios manuales de cine, lo hace a modo de paréntesis, al margen de los verdaderos pioneros, pues hablan de ella como la primera directora, pero no como la primera persona que dirigió una película sobre una idea propia. Guy, fiel admiradora de los Lumière, empezó trabajando como secretaria en la compañía de fotografía Gaumont, donde propuso a su jefe grabar una película que contara una historia, y no solo anécdotas como lo hacían los primeros filmes. Así, surgió La fée aux choux (1896). A partir de entonces, Gaumont se convirtió en una productora de cine, y Guy, en directora de todas sus películas de ficción. Más adelante, se mudó a Estados Unidos, donde fundó su propio estudio, Solax. Sin embargo, su éxito acabó pronto con la llegada de las grandes superproducciones de Hollywood. Intentó llevarse sus cintas de regreso a Francia, pero de casi 1000, solo sobrevivieron unas 300. Durante muchos años su figura fue ignorada. Gaumont publicó la historia de la compañía, en la cual no aparece el nombre de Guy ni una vez, y la autoría de la mayoría de su trabajo fue atribuida únicamente a su marido, su socio.

Quizá nombres como los de las hermanas Adriana y Dolores Elhers tendrían el reconocimiento que se merecen. Socias durante toda la vida, innovaron por completo muchísimas áreas de la realización cinematográfica. Empezaron regentando un estudio fotográfico en el Puerto de Veracruz, donde fotografiaron al presidente de la República Venustiano Carranza. Éste quedó tan encandilado con su trabajo que decidió subvencionar su formación en los Estados Unidos, lo cual les permitió trabajar un tiempo en los estudios Universal. A su vuelta, se convirtieron en las encargadas del Departamento de Censura Cinematográfica y del Departamento Cinematográfico. Como realizadoras, se especializaron en los documentales, que revelaban y procesaban ellas mismas. Con el asesinato de Carranza, fueron despedidas de sus puestos burocráticos. A pesar de ello, lograron seguir haciendo películas por su cuenta y dedicarse al negocio de la venta de proyectores durante toda su vida. La mayoría de sus películas se perdieron, pues se trasladaron a la Cineteca Nacional, que sufrió un incendio devastador en 1982.

Al margen de sus méritos particulares, la incorporación del punto de vista femenino al cine debería ser celebrada. En esta columna se ha hablado mucho sobre la representación de la mujer en la gran pantalla. Pues bien, remitiéndome al informe The Celluloid Ceiling, está comprobado que las películas con una mujer al mando tendrán a más mujeres en su equipo técnico. Evidentemente, hay grandes personajes femeninos creados por hombres y viceversa. Aun así, tal y como afirma Lauzan, tenemos una tendencia a escribir sobre aquello que conocemos. En una película con un equipo exclusivamente masculino, es más fácil que se centren en el viaje del héroe, un hombre, y en la lucha por conseguir sus objetivos, entre los cuales a veces se encuentra la mujer. Del mismo modo, un equipo de mujeres podrá ofrecer una nueva perspectiva a la historia. ¿Qué quieren ellas? ¿Cuáles son sus objetivos?

De todos modos, tal y como demuestra Joana Russ en su conocido Cómo acabar con la escritura de las mujeres, un argumento de autoría femenina es susceptible a ser prejuzgado. Tradicionalmente, se ha considerado todo aquello escrito por mujeres como literatura menor, únicamente relevante para ellas. El Hamlet de Shakespeare puede emocionar a toda la humanidad con su To be or not to be; Jane Eyre de Brontë, en cambio, solo habla a las más románticas. Estas ideas pesan sobre la sociedad; inconscientemente, nos convencemos de que el papel secundario de la mujer está justificado. Pura ley de la oferta y la demanda: si hay pocas películas con protagonistas femeninas, debe ser porque la gente no está dispuesta a ir a verlas.

Pues bien, según el estudio del Instituto Geena Davis y Google, entre 2014 y 2016, las películas con mujeres como protagonistas recaudaron un 16% más en taquilla que aquellas protagonizadas por hombres. ¿A qué se debe esto? Quizá es que las historias por y sobre mujeres no son necesaria y exclusivamente solo para mujeres. O quizá tener en cuenta los intereses y preocupaciones de la otra mitad de la población no sea tan poco rentable como algunos habían creído. Sea como sea, dejemos a las mujeres ponerse al mando también: tan aburridas no pueden ser nuestras vidas como para quedar eternamente relegadas a la sombra del héroe.  

Autor: Martha Vidal-Guirao Escritora y actriz de Barcelona, España. El plan es escribir un bestseller, pero de momento escribo artículos sobre mi gran pasión, el cine de la edad dorada. Me podéis seguir en twitter: https://twitter.com/VidalGuirao