Terror: ellas sobreviven

El terror es el género cinematográfico en el que las mujeres están más tiempo en pantalla (53%) por encima del romántico y la comedia. No es de extrañar, pues son ellas las protagonistas de muchas películas de miedo, especialmente de los slasher, donde la final girl sobrevive al asesino. ¿Las convierte esto en historias feministas? No necesariamente. La posición “privilegiada” de la mujer en el cine de terror se debe a los roles de género tradicionales, donde ellas son objeto de interés sexual, y ellos, de violencia. Algunos autores hablan de prescindibilidad masculina, según la cual la muerte de una mujer siempre impactará más al público que la de un hombre. Así, quien consigue sobrevivir es siempre la chica de carácter dulce y cándido (que paradójicamente, también es el objeto de interés sexual del antagonista). Esta idea, por supuesto, es anterior a la cinematografía y se remonta al siglo XIX, con la novela gótica. En este artículo propongo un viaje desde los primeros cortometrajes hasta la actualidad para descubrir la evolución del terror y de sus protagonistas.

Desde el nacimiento del cine ha habido interés por asustar al espectador. Ya en 1896, el pionero George Méliès creó la considerada primera película de miedo, La mansión del diablo. Se trata de un cortometraje de apenas tres minutos, donde, a base de pantomimas e ingeniosos efectos visuales, se recrean todo tipo de criaturas fantásticas, como vampiros, fantasmas, brujas o demonios. A partir de entonces, varios directores tomaron ejemplo y, durante la década de 1900, se estrenaron gran cantidad de producciones francesas con lo sobrenatural como tema. Además de Méliès, el cineasta más destacado de la época fue el español Segundo de Chomón, con títulos como El espectro rojo (1907) o La casa encantada y El hotel rojo (1908). La corta duración de estas películas no permitía un gran desarrollo de sus protagonistas, entendidos como receptores de la acción en un sketch cuyo objetivo final era entretener al público.

El género dio un giro cuando, en 1910, se estrenó Frankenstein (J. Searle Dawley), adaptación de la novela homónima de Mary Shelley. La decisión de inspirarse en la literatura fue un punto de inflexión vital para la historia del terror. Tomado directamente de la novela gótica, nació el arquetipo de la doncella inocente. H.P. Lovecraft la define así: pura, eternamente perseguida y en general insípida”, pero capaz de despertar la empatía del lector, pues es la que más sufre. Una de sus primeras apariciones la encontramos en Nosferatu: Una sinfonía del horror (F.W. Murnau, 1922), obra clave del expresionismo alemán, basada libremente en el Drácula de Bram Stoker. En ella, la protagonista consigue acabar con el vampiro atrayéndolo con su pureza a la luz del día, mortal para este. Así, ella resuelve el problema, pero no exclusivamente gracias a su ingenio, sino a su pureza, irresistible para el monstruo.

A partir de los años 20, Universal Studios popularizó sus llamadas «películas de monstruos», que se convirtieron en toda una franquicia. Solo entre 1920 y 1950 se produjeron alrededor de 70 títulos del género. Las tres estrellas de la productora eran Lon Chaney, Bela Lugosi y Boris Karloff, especializadas en interpretar, respectivamente, a criaturas deformes, a vampiros y al monstruo de Frankenstein. En el terreno femenino destaca Fay Wray, protagonista de King Kong (1933, Ernest B. Schoedsack y Merian C. Cooper), conocida como la reina del grito. Este apelativo se refiere directamente a los gritos que daba cuando su personaje era perseguido por el antagonista.

Sin embargo, también encontramos alguna mujer entre las antagonistas. Debemos esto al gran éxito comercial de estas películas, que motivó a crear nuevas historias. En muchos casos, se optó por el equivalente femenino de los monstruos más populares. Aunque la mayoría sean vistas como personajes a la sombra de las creaciones originales, siempre hijas o novias de, encontramos más de una joya oculta. En su artículo, Sara Roma nos presenta algunas de ellas. Especialmente interesante me parece la hija de Drácula, cuya película ha sido leída por más de un autor en clave de historia de amor lésbica.

Hacia los años 50, estos argumentos se habían explotado hasta el absurdo. Esto provocó que en América se popularizara la ciencia ficción, género cargado de connotaciones políticas durante la guerra fría. En los 60, hubo un auge del terror clásico con las adaptaciones de serie B de novelas góticas, protagonizadas por Vincent Price. Sin embargo, estaba claro que el género necesitaba un cambio radical. Este llegó con el estreno de Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960), la cual demostró que, a veces, una amenaza realista es mucho más terrorífica que las criaturas sobrenaturales. Nació así el asesino en serie, estrella del slasher a finales de los 70. Fue en este género donde la figura de la heroína joven e inocente se convirtió en la chica final, la única moralmente digna de sobrevivir.

Poco a poco, esta joven ha dejado atrás la pureza o la superioridad moral. La cabaña del terror (La cabaña del bosque en España, 2012, Joss Wheadon) discute la deconstrucción del arquetipo en una época en que los roles de género no son iguales que hace 50 años. En películas como Babadook (2014, Jennifer Kent) o Hereditary (2018, Ari Aster) se da la vuelta a la chica final de manual: en estos casos, las protagonistas están en la edad adulta y ya han tenido hijos.

Así pues, independientemente de su pasado, alabemos el rumbo que ha tomado el terror en los últimos años, pionero en proponer argumentos y personajes acorde con esta nueva época. ¿Quién habría dicho que la doncella inocente que huía asustada del monstruo acabaría convirtiéndose en la heroína de la película?

Autor: Martha Vidal-Guirao Escritora y actriz de Barcelona, España. El plan es escribir un bestseller, pero de momento escribo artículos sobre mi gran pasión, el cine de la edad dorada. Me podéis seguir en twitter: https://twitter.com/VidalGuirao