Aforismos literarios

Con estos pequeños fragmentos literarios, aforísticos quizá, tengo una finalidad: evidenciar la capacidad que tiene el lenguaje para mostrar una idea en particular. Si el lector infiere una capacidad estética y reflexiva al leerlos, entonces han logrado su cometido. El lenguaje humano es preciosísimo cuando plasmado con palabras e impulsado por la reflexión influencian a ciertas capacidades individuales hasta posibilitar un despertar consciente. En la búsqueda por comprender la realidad uno jamás se esfuerza siquiera en obtener de ella un carácter verídico. Pasemos, pues, amado lector, a leer estos breves ensayos con temas dispares en los que conseguirá percibir desde alegría, aceptación, afirmación, indiferencia e inclusive podrá estar en desacuerdo a tal grado que si logra escribir alguna refutación sobre ellos sería una forma de obrar bienaventurada en la que yo como autor le agradecería infinitamente. 

  1. Nietzsche escribe: “El pensador no necesita aprobaciones ni aplausos, siempre que esté seguro de aplaudirse a sí mismo, pues de esto último no podría prescindir.” Pero, ¿qué diría Nietzsche al observar la pomposidad de nuestros actuales estudiantes de filosofía que no hacen más que envanecerse de lo que estudian? Sin embargo, esta pregunta es demasiado especulativa que cae inmediatamente en desuso. Si el pensador emite juicios críticos, entonces tendría que, además de “aplaudirse a sí mismo”, aprender a callar. Por esta razón, la teoría crítica está exenta de aplausos: los “otros” solamente reconocen intereses colectivos en los juicios más personales. Sinceramente, cualquiera puede construir una opinión sobre las cosas. La influencia máxima que tiene todo pensador sobre todo no pensador es la de ser una figura que expide sabiduría y conocimiento. Esto debería ser una limitante y un pecado para aquel que aspira a convertirse en un pensador; y una profecía para el actual estudiante de filosofía.
  2. De Nietzsche procede la siguiente sentencia: «No hay en el mundo religión suficiente para destruir las religiones». De este aforismo, sin duda, se obtienen emociones elocuentes que hacen brillar el mundo de los ateos. No obstante, a mi parecer, esta frase tiene una relación implícita con otra proposición nietzscheana que dice lo siguiente: «Donde hay pudor, hay “misterio”». Observemos cómo la religión, en sentido lato, conduce a la historia hasta convertirla en una conciencia interna de la que es imposible desembarazarse desde la individualidad. De aquí se obtienen nuevas creencias que individuos de nuestro siglo quisieran imponer como neo-ideologías: feminismo, ecologismo, panteísmo, sincretismo, veganismo, etc. Probablemente, este es el “misterio” que esconde el pudor. Pero, Nietzsche diagnostica la falta de una religión suficiente en tanto que ninguna religión logra desembocarse, derramarse, pues es poca la suficiencia, aquello que se traduce comúnmente como nada suficiente. ¿Podrá la religión suficiente crear adeptos que sean indiferentes a las religiones, es decir, a los dogmas, ideologías, creencias, etc.?
  3. ¿Nos hemos preguntado alguna vez si el hombre es carnívoro por naturaleza? Con esta cuestión se pone de manifiesto el espacio abierto en el que se puede convivir naturalmente con el mundo: comer carne animal no significa, por tanto, ser ruin, significa incorporar a nuestro cuerpo aquello que en principio era vida. ¿Se ha condenado a alguien por beber agua?
  4. Debido a que nuestra época actual tiende a defender razones “incuestionables” en vez de “alimentar” a los hombres hemos de aceptar evidentemente que la ingesta de carne no es bien recibida por todo ser humano. Sin embargo, aquí hablamos desde un punto de vista fisiológico, no ideológico. ¿Qué diría, pues, un defensor de animales? “Comer carne no es lo mío, no porque mi cuerpo no lo pueda digerir, sino porque es un acto bestial, desagradable, inhumano”. En consecuencia, resulta importante realizar el siguiente cuestionamiento: ¿no era el hombre, en principio, esencialmente un animal? Afortunadamente, el realismo toma, muchas veces, de la mano al mundo para caminar parejo a pesar de todas las disputas humanas.
  5. En el mundo cualquier elemento ordinario podría ser el cómplice implícito de una felicidad inusual. El tiempo que da la razón a lo peor y a lo sórdido nos declara enemigos cuando reconocemos la alegría tácita en toda vivencia riesgosa. Así, nuestro momento se transforma en una situación inefable. Por esta razón, se debería aceptar que la consciencia propia implica ya una individualidad. Lo vivo se presenta, entonces, como vinculo de lo horrendo. Por tanto, hay cansancio y no pesimismo, alegría y no tristeza. En conclusión, el pesimista resulta que ha gastado sus fuerzas en una actividad que nadie conoce hasta ahora y de la que a veces se queja.
  6. Escuché en una ocasión las palabras de una bellísima mujer que decía: “Escuchar «Eye of the Tiger» despierta en mí buenos recuerdos”. Aquello que logra transformarnos diluye el mal sobre nuestra vida, fue la deducción inmediata al escuchar la frase: “buenos recuerdos”. Para algunos, los traumas son un obstáculo necesario en la vida; para otros, un mal superfluo. Si logran despertar en nosotros los recuerdos potenciales un interés vivo para seguir marchando triunfalmente sobre las adversidades de la vida, significa que hemos logrado reconocer en ellos el poder de transformación sobre el presente. ¿Es cierto que el tiempo muestra la continuidad de la vida? ¿Cuál sería el indicio verídico que nos hace creer que un trauma está unido a una vida personal, intima, individual? ¿Las actitudes? ¿Los pensamientos? Esta lindísima mujer citada al principio enseña constantemente que el dolor es evanescente en la mente transformada, por eso no puedo dejar de amarla.
  7. En el rap, podría decirse, con atrevimiento, que existe una pasión inherente a la crítica. Escuché, hace poco, una canción de MC Chente titulada “Así es esta nación”, y me parece, sin añadir demasiada soberbia a mis palabras, que la música rap contemporánea se encuentra en un momento oportuno para convertirse en una herramienta simplista para observar a la cultura desde otras perspectivas, quizá, distantes de las que comúnmente ejerce la sociología, la filosofía, la opinión pública, etc. Efectivamente, en “Así es esta nación” la voz del cantante es sobria, sencilla, tiene una tonalidad juvenil y la letra intensifica el realismo crudo de las vivencias cotidianas, por consiguiente, crea una impacto fuerte para despertar a los oyentes del sopor cotidiano. Caso contrario sucede con la música rap de antaño que imposibilita el ascenso a la cima de la crítica sesuda y reflexiva. Pienso que aquí es donde se queda estancada la música rap. En su afán por denunciar las irregularidades e injusticias del “sistema” no hace más que enaltecerlas.
  8. Resulta increíble que nuestra educación básica escolar comience por “enseñarnos a leer”. Pronunciamos al principio vocales: A, E, I, O, U. Luego el abecedario. Mis coetáneos pueden refutar el método de mi aprendizaje. Planes de estudio como alumnos y capacidades hay por montones. Yo aprendí a cantar vocales, después palabras, así me enseñaron. Por aquel entonces a la casa le decía “tasa” y a la taza le decía “pasa”. Lo importante no es cómo aprendí a leer; sino la impronta que ha generado la lectura en mí. Pero, por vanidad me interesa analizar el obstáculo que surge al querer comprender cualquier texto y tratar de encontrar una respuesta al por qué multitud de interpretaciones que emanan de un solo texto es una pista contundente para reconocer en los lectores “profesionales” una confusión inconsciente. En efecto, curar la confusión puede ser el arte de una hermenéutica precisa, más no el objetivo de nuestro programa de educación básica.
  9. El capricho se vuelve una señal incomoda, un defecto de personalidad en una persona sin renombre. De mi madre, afortunadamente, heredé este defecto. Y afortunadamente con los defectos se puede realizar una cosa: usarlos a nuestro favor o dejar que nos usen a su antojo. Yo he optado por la primera opción. Soy un sujeto ambicioso si la voluntad la gobierna el capricho: si la voltea, la golpea, la zapea, le propina golpes bajos y terribles, increíbles, que se tornan inefables. Extraer toda la fuerza del capricho es usarlo a “il mio beneficio”. Con esto me acerco a poseer creatividad. De manera que me generan aliento las siguientes palabras de Günter Grass: «Tengo un marcado complejo materno: nunca he ido al psiquiatra y es la fuente de toda mi creatividad».
  10. Cuando la lógica toma la palabra es imposible refutarla. Todo movimiento contradictorio es un movimiento lógico. Hablar de un lado de la balanza es hablar, implícitamente, del otro lado de la balanza. Precisamente aquí surgen un par de preguntas que no desean estar en sintonía con la posición de algunos hombres que rechazan la insensatez propia de nuestra época: ¿En qué época pasada dejamos de ser idiotas? ¿O cuál ha sido la época de la humanidad en la que el hombre ha sido más inteligente? Ningún desarrollo científico ayuda a aniquilar nuestros prejuicios. Con estas preguntas refuto, además, la actividad propagandística actual que se genera en las redes sociales en donde se rechaza la educación que genera estulticia. La idiotez no representa ningún problema social, hasta que no haya pruebas contundentes que demuestren la existencia de la sabiduría. Para ser más claro: nuestros contemporáneos más veteranos detectan una marcha ilimitada de ignorancia que opera sobre todo en las generaciones más jóvenes del siglo XXI. ¡Quizá esto es lo único que pueden detectar nuestros contemporáneos: la eternidad de la idiotez!
  11. El culo tiene su parte filosófica dice Sloterdijk. Hablar del culo significa también hablar de la mierda y del pedo. Lo único que olvidó Sloterdijk son las tripas. Éstas deciden lo que el culo no quiere hacer, ellas son las que mandan. Después de un dolor potente en las tripas se comienza a pensar en un mundo inexistente. Quizá, inefable. Las tripas exponen la existencia total del individuo con un movimiento, tal vez lento o rápido, que se produce por estar allí, siempre vivas. El existencialismo francés no aceptó el movimiento que hacen las tripas y volcó toda su tristeza en la exterioridad, dado que no acepta abrirse a esa existencia sin prejuicios y melancolía inventó la idea de una responsabilidad continua.

Autor: Víctor Hugo Espino Hernández

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