«Normandía al desnudo»: una película desabrigada

Muchas veces se ha cuestionado cuál es el propósito del arte. Ocio, divertimento, sensibilización, mercancía; todas son palabras que, al ser extremadamente reduccionistas, rodean la palabra en un entorno capitalista, materalista y utilitario. ¿Quién podría pensar, acaso, que una fotografía podría salvar a un pueblo del borde de la quiebra? Lo anterior nos lleva a plantearnos una pregunta en apariencia absurda: ¿qué tienen en común una familia parisina, un pueblo ganadero, su alcalde, la esposa de un carnicero y un fotógrafo estadounidense? Descúbrelo en el estreno del próximo 18 de abril, con Normandía al desnudo (2018) −Normandie Nue − del director francés Philippe Le Guay, película que formó parte del pasado Tour de cine francés.

El pueblo de «Normandía al desnudo»

En una Normandía campirana, endeudada y con una gran crisis económica, el alcalde George Balbuzard (François Cluzet) realiza todo aquello que le sea posible para apoyar a su pueblo. El declive en los costos de la carne, además del rechazo al consumo de la misma según las recomendaciones de la OMS, impide a los habitantes vivir adecuadamente, pues es ésa su principal vía de ingresos. Desesperados, buscan manifestarse de distintas maneras; sin embargo, carecen de creatividad e impacto. Un día, casualmente en el lugar, el famoso fotógrafo Newman (Toby Jones) se encuentra con el cierre de una autopista y ahí descubre el prado Chollet, un lugar verde, apacible, perfecto para el marco de una fotografía… de todo el pueblo desnudo. El alcalde Balbu, entonces, encuentra la manera perfecta, única e idónea de llegar un público más amplio en su protesta, dar a conocer Normandía y salir avante en contra de la crisis económica.

Desnudo. La palabra no carece de ello en toda la película, aunque no por esa razón significa que sea pornográfica. Al contrario. Los desnudos en la película son tan naturales −y cómicos en muchas ocasiones− que no se convierten en un elemento transgresor, invasivo o violento. Todo lo anterior se debe al tono burlesco o cómico de la película, el cual resulta sumamente agradable. Las referencias bíblicas, las situaciones chuscas, los comentarios espontáneos de los personajes son fluidos, por lo que generan una sensación de liviandad y de risa en el público.

El personaje de François Cluzet, quien además ha realizado magníficos papeles como el de Philippe en The intouchables o Amigos intocables, es muy simpático, con un rasgo de sencillez y de liderazgo que en definitiva conecta con todo espectador. Asimismo, se vuelve el punto de convergencia de las historias dentro del filme, afirmación que implica además que la película posee diferentes grados de narración.

En este sentido, no existe un personaje protagónico. Es cierto que el alcalde Balbu hilvana las narrativas, pero no existe Normandía al desnudo sin el el carnicero, sin el farmacéutico, sin los hombres que pelean por un prado, sin el fotógrafo estadounidense, sin el amigo entrañable de George Balbuzard que amenza con irse del pueblo para realizar una nueva vida. Cada personaje, cada historia, convierten la película en un espacio polifónico, de muchas voces que envuelven a toda Normandía.

Desde otra trinchera, la película ofrece cuestionamientos interesantes, los cuales no relucen tanto por la centralización en la historia del pueblo y en la comicidad de los diálogos. Por ejemplo, existe una reacción muy singular de varios habitantes de Normandía en contra de la presencia de un hombre estadounidense que, además, busca hacer suyo −artísticamente hablando− un pequeño páramo de su espacio y de sus cuerpos. Su forma de hacer arte, está condicionada a la desnudez de los cuerpos en un lugar común para cualquiera. Tal cual Spencer Tunick −quien fotografió en México, en la plaza de la Constitución, a cerca de 19,000 personas desabrigadas−, la presencia de la fotografía como forma de protesta difumina las líneas entre lo público y lo privado, lo moral y lo inmoral, lo individual y lo colectivo. No existe mejor forma para el pueblo de Normandía de hacer oír su voz.

No obstante, la ética de algunos habitantes del pueblo se antepone a tan «incivilizado» acto. De ahí la afluencia de múltiples historias que conjuntan a varios personajes en una aventura de contratiempos, de ligeros romances, de fotografías, de desnudos y de protestas. Normandía al desnudo de Philippe Le Guay seguro gustará a toda persona que observe con detenimiento que el arte, a veces, puede ser más desabrigada que la sublimación de un ideal estético.

Joshua Córdova RamírezAutor: Joshua Córdova Ramírez ​Escritor y estudiante de Letras Hispánicas en la FFyL de la UNAM. Director editorial de Revista Primera Página. Ha publicado en diversos espacios electrónicos y físicos. Ganador del concurso interpreparatoriano de Poesía.​
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