Un lienzo llamado piel: entrevista a María Fernanda Valencia

Fotografías de Octavio Meléndez

La piel refleja más que sólo cicatrices. María Fernanda Valencia (Fer Val), tatuadora e ilustradora, es uno de los mejores ejemplos de esta dialéctica entre la corteza humana y el arte del grabado. En ese sentido, el soporte cambia, el concepto no: ilustración y tatuaje se hermanan se funden en uno solo para gestar la creación.

PP: Cuéntanos Fer, ¿qué es lo que nos expondrás el día de hoy?

F: Les traigo una plática en la que les contaré mi historia desde que estaba en la universidad, desde que empecé a dibujar hasta ahora. Llevo seis años como ilustradora profesional.

PP: Cuéntanos un poco de ello, ¿dónde estudiaste?

F: Estudié Diseño Gráfico en la Universidad Anáhuac. También me fui a estudiar Bellas Artes a la Universidad Complutense de Madrid. Justo cuando regresé de España me di cuenta que necesitaba ser ilustradora. Tenía alrededor de 20 años. Estuve buscando cómo llegar a ello y, más o menos cuando tenía 21 lo logré. Estuve trabajando muchísimo. Acabo de cumplir 27 años. En marzo cumplo ya seis años dedicándome a esto.

PP. ¿Cómo pasaste de la ilustración y el dibujo sobre un lienzo, a ocupar el cuerpo mismo como tal? ¿Cómo se dio ese cambio?

F: Pues, muchas personas empezaron a buscar mis ilustraciones para tatuarse. Me decían: “diséñame un tatuaje” o “mira, me tatué tu dibujo”. Entonces fue cuando pensé que tal vez era un área de oportunidad que estaba perdiendo. Así fue como me animé. Mi mejor amiga me dijo “si tú quieres aprender, te presto mi cuerpo”. Mi primer tatuaje se lo hice a ella. No me quedó nada mal, noté que había algo de mí ahí; sin embargo, si pudiera regresar el tiempo hubiera pulido mucho más mi dibujo…

PP: Antes de comenzar a tatuar. Claro.

F: Sí, incluso mi dibujo ha mutado muchísimo. Desde que empecé a tatuar comencé a notar nuevas cuestiones en la ilustración, cosas que no veía, otras formas, otras técnicas. Conozco muy buenos ilustradores que llevan cuatro meses tatuando y hacen tatuajes increíbles, hermosos, precisamente porque su ilustración era muy avanzada y perfeccionada cuando se trasladaron al cuerpo. Es lo único que cambiaría un poco, pero ahora me siento muy feliz haciendo lo que hago.

PP: Está muy ligada la labor de tatuar con el dominio del dibujo, entonces.

F: Totalmente, me parece vital. Hay personas que pueden tatuar como impresora, ven la imagen y la hacen, pero, ¿cuál es el aporte de eso?

PP: Sí, no hay una labor creativa.

F: Exactamente. Esa es la diferencia con un tatuaje de autor, con quien llegas con un concepto y él te hace una propuesta de diseño que es única.

PP: Sí, claro, crean algo personal y auténtico. ¿Qué implicaciones ves tú en el que una persona marque su cuerpo de manera permanente?

F: Por mi parte, es muchísima responsabilidad. Son las relaciones más largas que voy a tener en mi vida (risas). Me impone el que la gente confíe así en mí.

PP: Claro. En el caso de tus tatuajes, ¿tú misma los realizaste?

F: No, sólo tengo uno que yo me hice que, como fue de hace tiempo y mi gráfica ha evolucionado, ya no me gusta tanto, pero bueno. Los que tengo son de amigos y artistas que admiro, quienes también se dedican a tatuar.

PP: De cualquier forma, es interesante que poseas un tatuaje que refleje tu trabajo en otro momento de tu vida, como algo que fue parte de ti y que continúa incluso recordándote cuánto has evolucionado.

F: Sí, cuando estoy un poco más descubierta y mis clientes ven mi tatuaje me dicen con asombro “¡Ay, tus líneas…!”, porque ahora son mi especialidad y antes eran mucho más gruesas y toscas.

PP: ¿Crees que el lugar del cuerpo en el que se encuentra el tatuaje puede también ser parte del significado del mismo?

F: Sí. Mi trabajo está muy relacionado con conceptos. Las personas que llegan conmigo me dicen lo que quieren que signifique y represente su tatuaje. Ellos llegan con una idea y yo trabajo sobre ella. Recientemente tatué a un par de hermanos que querían tatuarse algo que los representara a ambos. El hermano quería tener un águila y la hermana una libélula. Yo les propuse que sería mejor tatuarles sólo el ala de cada uno de los animales, me parecía algo más sutil y con un significado más intrincado. Les encantó la idea.

PP: Sí, precisamente, el significado personal que la persona le confiere al tatuaje, y que no es evidente para el mundo entero, lo hace especial. ¿Qué diferencias encuentras tú en estas obras intimistas, tan personales, incluso visibles tan sólo para unos cuántos, y obras de arte en espacios públicos, visibles para una cantidad mucho mayor de gente, o el arte de masas?

F: No sé. Yo me quedo mucho más con la obra personal. Me parece maravilloso que una pieza pueda ser expuesta en un museo y que muchísima gente pueda verla, pero no pueden sentirla, no son parte de ella. El tatuaje es una obra de por vida, que se experimenta de todas las formas posibles, no sólo con la vista y la imagen, sino también con el tacto; el dolor que sienten al realizárselo es parte también del proceso de creación, sienten amor hacia eso, sienten pertenencia.

PP: Claro, es casi un ritual, un performance, tal vez. Muchísimas gracias, Fer, fue un gusto.

F: Gracias a ustedes. Igualmente.

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