Despertar - Aimeé Cervantes

Deleite || Cuento de Nieves Pascual Soler

Ilustración de Aimeé Cervantes Flores

“¿Después que he envejecido tendré deleite, siendo también mi señor ya viejo?”

(Génesis 18.12)

“Ay, Alfonso, perdóname”, se recrimina Doña Augusta para sí misma en la puerta de la tienda de electrodomésticos. Alfonso, su marido, murió hace tres años, a los setenta y ocho. No es que Doña Augusta no sienta profunda su pérdida, pero siente deseos de deleite que crecen en la primavera y en el verano. Respira a fondo una vez, yergue la espalda hasta donde le permite la desviación de la columna y entra con paso decidido.

El aire acondicionado alivia el calor hirviente de agosto a las cinco de la tarde. La tienda está llena de merodeadores que se benefician del fresco gratis.

Vestida de negro, con zapatos negros de horma ancha y bolso negro de mano con cierre monedero, Doña Augusta pasa desapercibida. No ve a ningún dependiente y se entretiene un rato en la sección de televisores. Recuerda cómo le obsesionaban a Alfonso. “Siempre querías un aparato más grande”, le habla en su cabeza. Abre el bolso y saca las gafas para leer el número de pulgadas y la resolución de una pantalla enorme. ¡De 4K! Te asombrarías. Aquí sí que se vería con detalle Lo que el viento se llevó. ¡Qué hartito estabas de la película! Pero el amor todo lo puede.

Doña Augusta sonríe y se cuelga el bolso del hombro. Sujetándolo bien bajo el brazo pasa de largo las consolas, los Ipods, los Ipads y las tablets. Se detiene en las videocámaras digitales. “¿Te acuerdas del Cinexin que le compramos a los niños cuando eran pequeños? Ahora los nietos no quieren juguetes sino móviles de triple cámara y lector de huellas. ¡Cincuenta y cuatro años casados, Alfonso! ¡Hasta el final! ¿Y cuando me disloqué la cadera y tuvimos que llamar a una ambulancia?” Sonríe de nuevo. “¡Qué orgulloso estabas!”

“Has venido a lo que has venido, Augusta”, se dice y busca un dependiente entre los pasillos.

“Joven”, increpa al muchacho uniformado de azul limpiando los frigoríficos, indicándole con la mano que se acerque.

El joven se aproxima.

“¿Sí, señora?”

“¿Dónde tienen los androides?”

“¿De qué tipo?”

“Me gustaría ver los últimos”.

“Sígame, por favor”.

Doña Augusta camina tras el joven hasta la trastienda. Va despacio. Los pies se le hinchan y le pesan como globos de agua cuando anda un rato. El joven aparta la cortina de bolitas rojas que hace de puerta y enciende la luz. En la habitación hay cinco androides femeninos, jóvenes, de rubia cabellera larga y pecho generoso, desvestidas como strippers.

“Las tenemos aquí para protegerlas del sol. La luz estropea los circuitos. ¿Es para usted?”

“Sí”.

“Podría interesarle el androide limpiador”. El chaval señala a una muñeca esgrimiendo un plumero en la mano como si fuera una antorcha olímpica. “Mi madre, que es viuda, tiene una y dice que es muy eficiente”.

“Por supuesto que lo es…”. Doña Augusta enrojece un poco al decir: “Lo que necesito es el robot sexual”.

El joven enrojece también, pero como buen profesional y a pesar de su poca edad mantiene la compostura.

“Los modelos de alta gama son más multifuncionales, pero los que recibimos aquí son bastante sencillos. Si sus gustos son…”

“Muy tradicionales”.

“El último robot masculino que han sacado al mercado es para ese tipo de gustos, pero no lo tenemos ahora en el almacén. Hay que encargarlo”.

“¿Es joven?”

“Claro, pero usted puede ponerle la cara que desee. Tenemos un catálogo”.

“Lo sé. Lo he visto en Internet…. Quiero la de Clark Gable”.

“No me suena. Tendría que mirarlo”.

Doña Augusta sigue al muchacho hasta el ordenador del mostrador, donde teclea algo y tras unos minutos gira la pantalla hacia ella.

“Como ve hay muchos pedidos para quien me dice. Va a llevar más de una semana”.

“Esperaré”, dice Doña Augusta mordiéndose el labio.

Cuando un mes más tarde el técnico entrega la caja y monta el robot, Doña Augusta lo arrastra con cuidado hasta la habitación. “Ay, Alfonso, perdóname” suspira, mientras se abraza con los musculados brazos del joven Clark.

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***

NIEVES PASCUAL 2017

Nieves Pascual Soler (Almería, España, 1966). Catedrática acreditada de Filología Inglesa. Enseña online para la Universidad de Jaén y la Universidad Internacional de Valencia. Ha publicado múltiples ensayos y libros de carácter académico.Autora de:A Critical Study of Female Culinary Detective Stories: Murder by Cookbook (2009), Hungering as Symbolic Language (2011) y Food and Masculinity in Contemporary Autobiographies (2018). Co-editora de: Rethinking Chicana/o Literature Through Food: Postnational Appetites (2013), Comidas bastardas. Gastronomía, Tradición e Identidad en América Latina (2013), Traces of Aging: Old Age and Memory in Contemporary Narrative (2016), Cartografía del limbo. Devenires literarios de La Habana a Buenos Aires (2017) y Pasión Caníbal (2018). Desde 2016 reside en los Estados Unidos.

Aimeé Cervantes Flores (Oaxaca, 1995). Egresada de la Facultad de Artes y Diseño de la UNAM. Profundizó sus estudios en la ilustración, la cual considera su pasión después del cine, la literatura y la música. Entre sus logros se encuentran: Exposición colectiva en el Museo Franz Mayer con motivo de “El mundo de Tim Burton”; participación en un mural colectivo de su facultad y como directora de fotografía en el cortometraje “Otro Muerto” del Rally universitario del GIFF.

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