Enigmas de la noche fría (I) || Nocturlabio Ediciones

No soy un gran lector del tema policíaco, pero soy un arduo y exigente lector de cuentos, un género tan propio de nuestra América, y en donde tengo la intuición que se ha abierto paso de manera prolifera, pero con una marca muy propia de estas jóvenes naciones: el misterio y terror son mantos que forjan los entramados narrativos.

Nocturlabio Ediciones, joven editorial mexicana, ha conseguido lo que puede resultar complicado: hacer una buena antología de cuentos. Con el boom editorial que se arrastra desde el estallido latinoamericano de las letras, allá por mediados del siglo pasado, la literatura ha entrado en una crisis genérica, pues a veces parecemos preocuparnos más por la venta que por la difusión del objeto textual. Peor aún, queremos clasificar por supuestas “especialidades” de las casas editoriales, y no por el contenido estructural del texto.

Enigmas de la noche fría, como se titula la antología que reúne a los autores Amanda Espinosa, Jorge Estrada, Mariana Figueroa y Héctor Vizcarra, y coordinada por Elik Troconis, me ha dejado un buen sabor de boca. El ordenamiento de los textos me parece certero, los momentos de tensión son audaces y el universo compartido una innovación fresca. Habrá ciertos errores, quizá en construcción sintáctica o con descuidos en el habla, pero se vuelven menores ante los precisos aciertos que obtiene la obra publicada. Confío en que la antología, un almanaque rojo y ficticio de aquella oscura y fría noche de abril, sea el principio de una buena racha de valientes propuestas de lectura para un público amplísimo. Les deseo suerte.

Me han pedido que haga una entrega semanal de reseñas, una por cada uno de los cuentos compilados. No sólo me parece una decisión sensata por parte del equipo editorial del que soy miembro (de la revista Primera Página), también es una decisión sana para la mejor lectura de la antología. Comúnmente en los textos con esencia policíaca, la primera lectura es la única lectura con sorpresas al lector, la segunda o tercera, la que fuera, son de crítica y análisis del texto; para un lector cotidiano son para encontrar pistas que le ayuden a la captura del final. Con ello en mente, pasaremos en las siguientes líneas a la reseña, que espero y les parezca breve, del cuento de Jorge A. Estrada, “Piel de muñeca”.

Tengo la hipótesis de que todo gran texto de misterio debe empezar con un suicidio, o un homicidio disfrazado de aquello. Con una muerte, pues, pero inusual y misteriosa. El género de policías y crímenes en la literatura es consciente de ello. Muchos de los textos de esta antología parte de las ideas de Poe, en especial de las concebidas en la Rue Morgue. “Piel de muñeca” no es la excepción.

Estrada logra lo que aún nos cuesta abandonar a los escritores hispanoamericanos: ser demasiado barrocos. Él consigue un lenguaje sencillo y real, por ello honesto con su entorno y engancha al lector por la cercanía semántica que provoca. Su texto es un café cargado que va de las intuiciones de la investigación, hacia la desfamiliarización del terror y lo sobrenatural. La duda es un elemento presente que invade al lector y por momentos no sabe si lo que ocurre tendrá una explicación lógica o está enfrentando a lo indecible. El cuento, un artífice de oscuridades, negras y rojizas de la sangre, en medio de la inmaculada nevada. Aquí me detengo: la nieve y sus anunciantes será parte del elemento compartido, acaso uno de los efectos compartidos, en aquella noche repleta de enigmas y violencia que carcomen al alma de la Ciudad de México.

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En el texto, que me parece perturbador por el solo hecho de darle vida a muñecas tan aterradoras como son las de porcelana, contiene unos buenos (en su mayoría) vacíos narrativos que aportan en el buen desahogo de la trama. Las zonas de indeterminación permiten diferentes lecturas e interpretaciones. El buen manejo de la sorpresa final y la sospecha sobrenatural convierten a este texto en una grata promesa para el género policial de la literatura mexicana.

En un país donde necesitamos creer en las instituciones de impartición de justicia, carcomidas ya por la podredumbre y miseria del sistema, tener un caso resuelto, al menos en el crimen de las muñecas, nos alimenta de paz y esperanza, pero a la vez de un terrible miedo: es solo uno de los crímenes que mancharan de sangre la nieve de abril.

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Santiago R. Salinas. Nació en la ciudad de México en 1997. Estudia literatura en la FFyL de la UNAM. ha participado en congresos internacionales sobre minificción con temas de Arreola y Julio Torri. Ha trabajado como estratega político y activista de los derechos LGBTI e diferentes campañas políticas. Actualmente, es community manager de la Revista Primera Página.