De lenguas y dialectos: reflexiones

«En ese sentido, hablar una lengua es político, escribirla es político, ensayar en ella también».

YÁSNAYA AGUILAR, lingüista y activista mixe

Algo positivo que suelen dejar las «polémicas» en redes es poner al centro un tema del que muchas veces no hablamos. Estas discusiones ponen también en evidencia en ocasiones la enorme desinformación que tenemos respecto a los temas abordados: género, feminismo, aborto, desigualdad, clase, etcétera. La víctima de esta semana fue(ron) la(s) lengua(s).

Todo empezó con la disyuntiva sobre la superioridad y la «utilidad» de algunas lenguas sobre otras. La utilidad es un concepto tan relativo que no puede reducir a lo que creemos inamovible y axiomático. ¿De qué nos sirve el control de una televisión en una isla desierta? ¿De qué nos sirve el portugués en Pavencul, Chiapas, donde se habla mam?

La universalidad también es un mito. Hace apenas mil años, nadie se hubiera cuestionado lo necesario y obligatorio que era aprender la lengua romana sobre el castellano o el vasco, pues era la que se utilizaba para escribir, dar discursos o realizar trámites. Sin ir tan lejos, todavía Isaac Newton, siendo inglés, publicó algunos de sus tratados en latín. En el territorio de lo que hoy es México, hace poco menos de quinientos años, era indispensable saber la lengua del imperio, el náhuatl, para poder realizar ciertas actividades. ¿Las linguae francae cambian? Sí. Siguen el mismo curso del poder, responden a las dinámicas en las que se articula la dominación de un pueblo o nación sobre los otros. Declarar que sólo hay una forma de comunicación que todos deberíamos utilizar no sólo repite este discurso «unificador» sino que se vuelve irrisorio pues es ineficaz y prácticamente, imposible.

Crecí en una pequeña ciudad de Chiapas, que no llega al medio millón de habitantes, llamada Tapachula. Aun cuando mi estado es uno de los más diversos lingüísticamente en México, yo no me enteré de cuál era la lengua que se hablaba en mi municipio hasta los catorce años, cuando tuve que exponer sobre el pueblo mam en la secundaria. Posteriormente, entre los dieciséis y diecisiete, participé en algunos talleres que impartían maestros hablantes de mam, sin embargo, ninguno tuvo el suficiente apoyo gubernamental ni la suficiente asistencia para sostenerse. No obstante, en ningún momento dejé mis clases de inglés y francés, incluso cuando en éstas tampoco hubiera una gran asistencia. Solo ahora, desde la perspectiva que me da el tiempo, me doy cuenta de las dinámicas de lingüicidio que se practicaban y que yo misma practiqué. Hasta hoy, con uma formación lingüística, puedo ver lo invisibles que eran las lenguas para un habitante promedio.

Toda mi familia, incluso mi madre, con estudios universitarios, se referían al tsotsil, al tseltal, al tojolabal como «dialectos». Incluso utilizaban la palabra como una burla. «Ya vas a empezar a hablar dialecto«, decían. «Ya luego vas a andar hablando dialecto en todos lados». «Y mira como en su dialecto se entienden y uno no entiende nada». Lo que ahora remarco en itálicas suena en mi cabeza, resuena en mi mente llena de culpa. Entendí la diferencia entre una lengua y un dialecto hasta el primer semestre de la licenciatura en Letras y en nuestro contexto, creo, es obligatorio compartirla: una lengua es un sistema convencional de signos mediante en el que una sociedad se comunica; un dialecto es una manifestación o variante de ese sistema. Así, el francés, el ruso, el swahili, el mixe y el maya son lenguas; y el francés parisino, el francés canadiense y el francés haitiano son dialectos. También son dialectos el español yucateco, el neoleonés, el chilango y el fraylescano (De la región de La Fraylesca, Chiapas).

La palabra «dialecto» se ha utilizado históricamente como una forma para desdeñar a lenguas que consideramos menores o incluso, no «desarrolladas», aun cuando para un hablante normal de español sea increíblemente complicado articular algunos fonemas del purépecha o el maya. Entonces, dentro de la categoría de «dialecto» englobamos todas aquellas lenguas que mejor dicho, no son hegemónicas, porque nunca se nos ocurriría poner en esa cateogría el inglés de Texas o el portugués de Río de Janeiro.

Mi lengua materna no es el español, como una entidad abstracta, única e inamovible. La lengua materna que yo reconozco es el español chiapaneco, y específicamente, el soconusquense. Voseo a veces (aunque de niña me dijeran que no lo hiciera, que así solo hablan los guatemaltecos), duplico el objeto directo («lo hubieras visto al niño cómo andaba de sucio»), digo «ish» cuando algo me desagrada y me niego a decirle «chino» a alguien que es «colocho». Y sin embargo, creo que diría que hablo la misma lengua que Borges, que la reina Leticia y que Raúl Castro.

Entre todo lo que he leído esta semana, leí a alguien que afirmaba que la diferencia entre lengua y dialecto era que estos últimos eran aquellos «sin escritura o gramática». La gramática es el conjunto de reglas para escribir y/o hablar una lengua. Por extensión se le llamó así también a los libros que recogen esas reglas. El hecho de que todavía no existan los libros de gramática de algunas lenguas no significa en ningún momento que éstas no posean gramática. Y respecto a la escritura, hay que pensar también que la escritura no es una condición obligatoria de todas las lenguas. Nina Catach, lingüista francesa, propone que en una lengua hay dos sublenguas: la hablada y la escrita, cada una con elementos propios y que no necesariamente se corresponden. Por otro lado, ya dijo Saussure a inicios del siglo XX en el Curso de lingüística general, que la oralidad se encuentra en un nivel superior al de la escritura (esta discusión es otro tema para el cual no me queda tiempo y que esperaré a que las olas de tuits y shares traigan a la playa). Los estructuralistas, siguiendo las propuestas saussurianas, propusieron el concepto de sistema y dentro de un sistema todos los elementos funcionan en una horizontalidad, sin jerarquías, por lo que funcionan mediante diferencias; no son extraños, mejores o peores, sólo son diferentes.

Todo esto me ha hecho pensar lo urgente de una incidencia en la formación lingüística que reciben los niños y estudiantes en el nivel básico. Aprenden que hay lenguas mejores, más útiles. Esto, a mi parecer, sólo fomenta y sistematiza la desaparición de las lenguas.

Este espacio nos ha servido para hablar de escritoras, darles un espacio en nuestra conversación y análisis. Sin embargo, esta vez no haré un análisis de su obra, sino me limitaré a nombrar aquellos proyectos y aquellas autoras en lenguas indígenas que me parece hacen un trabajo doble al publicar desde una posición como mujeres de un pueblo originario. Todas ellas son poetas cuya creación artística es de alto nivel y tiene estrategias creativas novedosas e interesantes. Sus metáforas y temas abordan la pertenencia la tierra; el cuerpo siempre está presente, así como el erotismo y también las relaciones cercanas como la familia. A través de su poesía, estas autoras generan resistencias a las prácticas literarias que limitan únicamente «la literatura mexicana» a la literatura creada en español y también promueven su lengua.

Hay que tomar en cuenta que ellas crean en sus lenguas maternas, además de hacer un proceso de (re)creación en español, pues ellas mismas son traductoras. Ellas, son el mejor ejemplo de la profesionalización de la mujer escritora de la que ya he expuesto en otros textos. La mayoría se dedican de tiempo completo a la literatura, como lo hicieran Castellanos, Dávila y la misma Christine de Pizane.

Irma Pineda

He escuchado a Irma Pineda en directo en varias ocasiones y cada vez la admiro en mayor medida. Siempre lleva consigo su lengua y a su gente. Es una mujer inteligente, comprometida y admirable. Ha escrito sobre la ocupación militar en Oaxaca, sobre erotismo y sobre ella misma. Su poesía está cargada de familiaridad y de corporalidad. Su obra es una continua recomendación.

Nanaa guendariuu stubi lu telayú
sicasi rinaa laga binni galaa bacaanda’
Nuaa guidxela’ lii lade doo guixhe
Rului’ ti guiigu’ ga’chui’ ndaani yanne’ pa lii qui guinnu’
Nuaa guiale ti ridxi
guedandá ra nuu za
ti guinaba’ ca ni bisibani naa
gapa chahuiica’ neza zé ñeelu’
Canié sti bieque ca stiidxa’ jñaa gola
neza lu guié sti guendabiaani’
ti guzetenala’du’ neza reeda ra nuaa
Zabeza lii
zuba lu xpangu’ huadxi
Cugaba’ ni die’ ladi beedxe
ni bidii xpinne naa gaca’ bixhoze’
Zaguñe’ ladi be’ñe’
ti guiuba’ guidiladilu’ pa gusiaandu laadu

 

Me pesa la soledad de las madrugadas
como los párpados a medio sueño
Quiero encontrar tu cuerpo entre los hilos tejidos de la hamaca
Tu ausencia se vuelve un río contenido en mi garganta
Quiero que me nazca un grito
que llegue hasta la nubes
para pedir a mis antiguos padres
que bien guarden la marcha de tus pies
Repito las palabras de mi abuela
frente a la piedra de la memoria
para que recuerdes el camino de vuelta a mí
Te esperaré
sentada en la butaca de la tarde
Contando las manchas en la piel del jaguar
que esta estirpe me dio como padre
Rascaré las escamas del lagarto
para que te duela la piel cuando intentes olvidarnos

 

Mikeas Sánchez

El erotismo, lo femenino y lo corpóreo se funden en la poesía de Mikeas Sánchez. La doble raíz femenina y masculina; así como el espacio mítico zoque se encuentran presentes en su poesía.

VI

Äjte’ te’ dzundy
mokaya’
mojk’jäyä
Kedgä’kätpatzi jojmorambä äj’ nwirun’jindam
ngobigbatzi äj’ dzokoyjin tumdumäbä tämbu
jindire’ suñ’gomujsibätzi yä’ Nasakobajk
Nä’ tzambatzi te’ kotzojk’ komi
ojnayajpatzi jach’tanä’ram
Dzemiajpatzi te’ joyjoyeram’
äj’ ore’ maka yayi’angas
mumu’is yajk mujsä juche nkätu äj’ iri yä’ Nasakobajkäjsi

 

VI

Soy el sembrador
protector de esta tierra
la flor del maíz
Observo con mis ojos antiguos
elijo con el corazón cada semilla
no es en balde mi conocimiento del mundo
Converso con el dueño del cerro
riño con las plantas malignas
Soy el provocador de los seres invisibles
mi voz se escucha hasta los confines de las montañas
porque nadie podrá negar mi paso por el universo

 

Celerina Sánchez

Poeta ñuu savi en cuya poesía se encuentra siempre presente el eco del agua, pues su pueblo es el pueblo de la lluvia. La historia de su gente está siempre resonando en su obra. Ha trabajado activamente en labores en favor de su lengua.

Nchancha

Tuu xoo tu’un ñaá nchancha naá
nuú kòò nda’avi tsikuaá /
ndusu vasaga nikuú kaki nikindoí
raa nda’avi tu’ún ñaá ndakani naá rii nináa ñaá

 

Mutilación

Resquicios de la palabra mutilada
bajo la sombra de la noche /
el sonido se detuvo / se estancó
se empobreció la palabra en la historia perturbada

 

Briceida Cuevas

Ella es una de las poetas mayas más reconocidas y premiadas. En este poema el desdoblamiento del binomio alma-cuerpo se hace presente, así como el soliloquio, hablarse a sí misma mediante la pregunta retórica es la estrategia que utiliza Cuevas aquí.

Sajkil

Báan yéetel bin k áalkabch’int sajkil wa mina’an tuunich.
Bíin konk k k’áajch’inti k’áanche’ tu yóok’ol
wa tak k’anchebo’ob sajako’ob ti’.
Bin wáaj k k’óoy k ich utia’al k ch’inik.
Kun wáaj ku ch’áik ku kapik tu jóojochil u yich ku k’ajoltiko’one’.
¡Bix konk k k’ubeentik k pixaan
ts’o’ok u púuts’ul jak’a’an yóol ti’ to’ono’!

Miedo

Cómo ahuyentaríamos al miedo si no existieran
piedras.
Cómo lanzarles sillas
si también sienten miedo.
¿Hemos de sacarnos los ojos y aventárselos?
¿Y si se los pone en las cuencas y nos reconoce?
¡Cómo encomendar el alma
si huyó despavorida de nosotros!

Nadia López

Nadia López es una poeta joven ñuu savi. Ha ganado el premio Centzontle en 2017 y es una promesa de la poesía contemporánea. Aquí uno de sus poemas.

YAA II ÑÀ’AN

Ñà’an kù’ù, ñà’an nikanchii,
ñà’an saa;
ntakóó nta’áku ra tsito na´an
ñuu ra ntii.

Ntakuatu  yo ora matzanu ra patzanu,
kuun ñu’ú
nuu káka, ntuchinuu
kunchee ra niì
yoo kusu ana.

Ká’an tsi sutsa vixi, ruda ra tuyutsa,
ká’an tsi yaa ii kusu
antivi ra  yuku.

Ñà’an tachi, kaki tsá’a káká ta´vi yoo
ra káki kunchee ichi ñu´ú.

 

MUJER SAGRADA

Mujer hierba, mujer sol,
mujer pájaro;
levanta tus manos y cuida los tiempos
de la vida y la muerte.

Reza por nosotros y los nuestros,
limpia la tierra
por donde caminamos, los ojos
que nos miran y la sangre
que duerme en nuestros corazones.

Habla con el copal, la ruda y el ocote,
habla con lo sagrado que duerme
en el cielo y la montaña.

Mujer viento, haz ofrenda por nosotros
y vela por el destino del mundo.

 

Giselle González CamachoAutor: Giselle González Camacho
Chiapaneca que a veces escribe. Me interesan las literaturas populares, el origen de las palabras, el trabajo comunitario y la escritura femenina.