Brevísimo manual del melómano aficionado (I)

Si en algún momento de su vida usted se ha dejado seducir por el sensual coqueteo de un saxofón, si al escuchar las notas finales de un violín ha experimentado sensación de debilidad acompañada de sudoración en las manos y erizamiento de la piel, si las escalas y arpegios del piano le provocan fuertes e incontenibles suspiros y si tiene un particular interés por los exóticos movimientos de muñeca que el director de orquesta realiza, me complace informarle que es muy probable que dentro de sí usted lleve el singular germen de la melomanía.

Esta curiosa enfermedad provoca una irreprimible necesidad de consumir música, que en etapas avanzadas usualmente conlleva el derramamiento de lágrimas al final de una ópera, la costumbre de tararear por horas el tema principal de su sinfonía favorita o el hábito de acudir al teatro metódicamente cada fin de semana.

El presente manual le entrega a usted una guía rápida para iniciarse en el antiguo oficio de escuchar música, y dada su brevedad, es ideal para acompañarlo en sus primeras visitas a la sala de conciertos, o bien, para permanecer siempre en la mesita de noche, a un lado de los audífonos, para cuando la abstinencia musical se vuelva irresistible y en medio de la noche tenga que recurrir a un concierto de emergencia.

Cual receta de un pastel

Ritmo, armonía y melodía son los ingredientes fundamentales de cualquier pieza musical. El ritmo es el molde en donde se horneará la masa, ya que aquí se contiene la estructura musical que va desde la métrica del compás hasta cada uno de sus acentos. La armonía es la mezcla que conforma el cuerpo del pastel. La manera en que se entretejen unos acordes con otros requiere la técnica y pericia de un cocinero que mezcla las cantidades exactas de cada ingrediente hasta obtener la consistencia deseada. Por último, la melodía es el sabor y el adorno del postre. Aquí es en donde el compositor vierte toda su creatividad para lograr que sus comensales se deleiten con una línea melódica que los hará querer regresar una y otra vez, tarareando ese memorable tema que tan buen sabor de boca les ha dejado.

“Son cien temas, llévese lo mejor de la música clásica”

Contrario a la opinión de los vendedores de discos en el transporte público, no toda la música tocada por un violín será música clásica. Música clásica es aquella que fue compuesta a lo largo de la corriente del clasicismo durante el siglo XVIII, sin embargo, por extensión, comúnmente se le ha denominado así a toda la música de compositor. De forma más precisa, toda aquella música que fue creada a partir de alguna de las tradiciones compositivas occidentales recibe indistintamente el nombre de académica, culta o seria; emplee usted el término que sea de su agrado. Por otro lado, la música instrumental es toda aquella en la que no esté la presencia de ningún cantante, en contraste con una canción, que es toda pieza musical en donde cante una voz humana, ya sea un aria operística o una balada ranchera.

¿Y si vamos a la sinfónica?

No toda agrupación que se presente en una elegante sala de conciertos es precisamente una orquesta sinfónica. Si en el escenario se encuentran alrededor de cien personas con instrumentos musicales en las manos, efectivamente, lo más probable es que sea una orquesta sinfónica. En caso de que la agrupación conste únicamente de un aproximado de veinte músicos, tranquilízece y no pida un reembolso en la taquilla, disfrutará de un íntimo concierto de orquesta de cámara. Si en los primeros acordes identifica los inconfundibles sonidos del jazz, puede que esté en presencia de una Big Band. Por el contrario, si no hay rastro de instrumentos y los músicos se disponen a cantar, seguramente está asistiendo a la presentación de un coro. Las agrupaciones más pequeñas reciben el nombre de solistas, duetos, tercetos, cuartetos… y así sucesivamente.

Y ahora… ¿Aplaudimos?

La cantidad de aplausos que debe dar durante un concierto es directamente proporcional al número de veces que la pieza logró trastocar alguna parte de su persona. Para saber el momento adecuado para aplaudir, tome el programa que le otorgaron al entrar al recinto y observe cuidadosamente: el momento justo para hacerlo es una vez que hayan finalizado todos los movimientos (subtítulos) de cada una de las obras que figuran ahí. Si el método anterior le resulta complejo, manténgase atento al concertista o al director de orquesta: cuando este haga un ademán de relajación en los brazos y en sus ojos se vislumbre la satisfacción del deber cumplido, otórguele el preciado «alimento del artista».

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