Natalicio de Tirso de Molina: su prosa olvidada.

Dejando de lado la veta biográfica del autor, no por demeritar el contexto histórico sino para apurar este escrito, Tirso de Molina nació el 24 de marzo de 1579 en Madrid, España y murió en el convento de Almazán, Soria el 20 de febrero de 1648. Fue bautizado con el nombre Gabriel Téllez y, tomando celibato en 1600 con el fin de entrar a la Orden de la Merced, usó el nombre Tirso (Thyrsus: la vara del dios Baco) y Molina, perteneciente a Luis de Molina, un jesuita que escribió sobre la doctrina del libre albedrío en contra de la predestinación. Esto último es relevante en tanto que el Mercedario escribió comedias importantes, como El condenado por desconfiado, cuyas temáticas desarrollan las tesis teológicas de Molina sobre la salvación relacionada con cuestiones existenciales en contra de una predestinación esencialista. A partir de 1615 hasta 1632 escribió más de 300 dramas a pesar de la prohibitiva impuesta en 1625 por el Conde Olivares, y en consecuencia Tirso fue aislado en el convento de Trujillo durante tres años.

El teatro de Molina está fuertemente influido, principalmente las comedias, por Lope de Vega, y se asegura que Molina superó a su maestro (Lope de Vega hace esta afirmación en unas décimas dedicadas a Los Cigarrales de Toledo: “ La lira de Garcilaso / junto a su cristal luciente / halló de un laurel pendiente / Tirso, y esta letra escrita: ‘Fénix, en ti resucita, / canta, y corona tu frente’), pues se resaltan el desarrollo psicológico y existencial de los personajes así como el relevante papel y caracterización que otorga a los personajes femeninos. Sus obras se clasifican, según María del Pilar Palomo, en siete rubros por las temáticas y la forma:

1. Teatro religioso-simbólico

2. Comedias hagiográficas

3. Dramas bíblicos.

4. Comedias y dramas históricos.

5. Comedias mitologicas.

6. Comedias bucólico-palaciegas y,

7. Comedias de enredo.

Aunque tiene una obra rica, se estudia poco en comparación con los dramas religiosos y las comedias de enredo, pero es aún más desconocida su obra en prosa que se ha relegado al plano marginal de la difusión y la crítica literaria. De ellas, Deleytar aprovechando (1635) es la más desconocida debido a las escasas ediciones de la obra (cinco en total desde 1635) y también la última que escribió.Es curiosa porque se inscribe dentro de la tradición del texto misceláneo, es decir, escritos que no tienen ninguna estructura textual o eje temático temático definido, más bien, son fragmentarios y tocan diversos temas con géneros varios: romances, loas, canciones, epigramas, teatro, décimas, diálogos, exemplas, novelas y fábulas componen esta miscelánea. Realmente su propósito didáctico es la columna principal, pues ya el propio título remite a la tradición horaciana docere et delectare. Es un libro que complace y es útil a todo mundo:

A cualquiera.

Este libro espera [que] cualquiera (por no decir para todos) en el hallara ajustado su deseo el devoto, el Religioso, la contemplativa, la dama, y el profano. No es arrogancia esta promesa del Autor, sino excelencia del asunto, léale cualquiera, y si le contentare, dispóngase para la segunda parte que en breve le prometo.

Principia así Deleytar Aprovechando (por desgracia nunca llegó la segunda parte debido a la muerte del autor) y en la tabla de contenidos Tirso sugiere un orden de lectura un poco extraño: domingo por la mañana, domingo por la tarde, lunes por la mañana, lunes por la tarde, martes por la mañana, martes por la tarde.

No quiero retrasar más a quien lee este artículo, por lo que transcribo, a mi manera, un fragmento del «Certámen Poético a la Canonización de los Gloriosos Santos» y esperando se tome interés en la prosa de Tirso que ha sido relegado al olvido:

Bajó en persona Cristo nuestro redentor con vestiduras Sacerdotales (que le tejieron Serafines) con infinidad de Ministros Angélicos, que no necesitando antorchas materiales, cada uno servía de Sol resplandeciente. Venía el Divino enamorado con esta religiosa ostentación a comulgar a su favorecido Virgen, Cardenal y Mártir, al último trance de su apetecida muerte; dándosele a sí mismo por Viático (favor hsta ahora -que yo sepa- no ha comunicado a otro alguno) y sucedió este amoroso asombro en Cardona, en los palacios de su Vizconde (ya son ahora sus descendientes Duques) grande devoto y patrón suyo.

Siete Madrigales pintaron diestramente este prodigio, y entre muchos merecedores de estimación agradecida, ocuparon estos el lugar primero.

Madrigales.

Amorosos suspiros

escucho entre desmayos,

que lastiman a un tiempo y enamoran

¡Válgame Dios! Zafiros

celestes se abren todos y con rayos

pacíficos aquellas cumbres doran.

Seráficos Querubines

argentan aires y matizan nubes.

Los ecos compasivos

salen de aquel palacio.

Augusto con las armas de Cardona,

sus ayes sucesivos

pueblan de admiración el espacio

que el círculo diáfano corona;

¡que tiernos los ha dado!

Ausencias son de algún enamorado.

Jazmines y claveles

adornan la belleza

de un Ángel de cristal que en tierra yace.

Estos entre laureles

le ministrab diadema a la cabeza

con pluma de rubíes que los enlace

y los otros fragantes

su toga son poblados de diamantes.

A cantos y azucenas

le mullen blanda cama

(primavera será pus yace en flores)

¡qué ardientes son sus penas!

¡con qué intensión, con qué ternura llama

a la dulce ocasión de sus amores!

Cisne es que a gozo mueve,

pues cuando respira canta, y viste nieve.

¿Qué música es aquella que admira deleytando,

y armónica suspende este horizonte?

Los ojos vuelvo a verla,

racimos desfajando

miro del Sol, que bajan aquel monte

mil Serafines bellos;

diluvios traen de luz en los cabellos,

todos son Precursores

de una deidad hermosa

que a la estación del tierno amenteguia

deslumbran resplandores

del alba que le adornan Majestuosa:

Casulla viste que oscurece al día,

y de hermosura abismo

el mismo es la custodia de sí mismo.

Al cándido doliente

se acerca, y el postrado

en manos de cristal, corales toca:

¡qué tierno, qué clemente,

le quita de los labios un candado!

Ya es fuente de maná su feliz boca,

dichoso el que interesa

tal manjar, tal ministro y a tal mesa.

Fragmento de Deleytar Aprovechando,  Tirso de Molina, Imprenta Real. Madrid, 1635, fols 331 y 332. (El libro está disponible en la Biblioteca Digital Hispánica)

David ParedesAutor: David Paredes(Ciudad de México, 1993)Estudiante de Letras Hispánicas en la UNAM y colaborador en Primera Página.  Ha publicado narración breve en revistas como Opción, La Colmena y EnEspiral. Baritono en el Coro de la Asociación de Profesionistas y Empresarios de México (APEM) y actor en la Compañía de Teatro APEM.
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