A propósito del sexting

A un querido amigo en la distancia

4:26 pm

Estoy sola en casa frente a mi lap top. Abro el e-mail y escribo. “Hola. Estoy haciendo una nota sobre sexting. ¿Me ayudarías? Adjunto una foto a este mensaje. Tengo más, si tienes alguna imagen en mente, házmela saber…”

Entonces aparece la primer selfie. Mi técnica predilecta para cuando éstas suben de tono consiste en usar la cámara frontal de mi iPad en modo video. Pongo mi dispositivo en un lugar donde permanezca grabando y comienzo. Me muevo de un lado a otro con el pensamiento fijo en mi objetivo: encontrar la provocación, que es decir “aquí te invito de mi deseo”. Miro por treguas hacia la pantalla. Intento que mi rostro permanezca relajado. Me interesa no revelar de mí algo en particular, digamos “un afecto”, que pudiera implicarme demasiado. Busco que mi mensaje no sea yo; busco que todo mi mensaje sea cuerpo.

Escogí esta tarde a un viejo amigo, que sé le gusta jugar caliente sin comprometerse. Entiende mi cachondeo y me atrevería a asegurar que, las más de las veces, lo comprende y le gusta. Nos conocimos por Facebook hace dos años y desde entonces hemos tenido buenos momentos de intimidad juntos. Asumo que existe entre nosotros algo de confianza. No es hombre vengativo, he descubierto antes, y nuestros círculos sociales tampoco se tocan demasiado: apostaría que el riesgo de ser “reenviada” es mínimo. Por si hubiera una posibilidad de que difundiera lo que le envío, procuro tomar imágenes que en el peor escenario no me provoquen vergüenza. Aquí es momento de decirlo: me gusto mucho mientras me grabo.

Uso una t-shirt pequeña y un bikini negro. Me suelto el pelo y sin querer sonrío. Se me ocurre pensar que me estoy coqueteando. La grabación dura unos seis minutos y la miro sólo una vez, para después borrarla. Mientras la reproduzco, con intervalos de pausa y play, hago capturas de pantalla de lo que más me atrae. Al final, me quedo con seis o cinco fotos y edito sólo dos, mis favoritas.

Hoy elegí un filtro blanco y negro. Eso es lo único que me preocupo en editar. Me doy cuenta que mi filtro aquí significa algo: protección. De las dos fotos le envío una, donde mis piernas lucen más prominentes.

5:25 pm

“Hola, guapa. Me encantaría ayudarte en tu nota. Se me ocurren muchas imágenes de ti que me gustaría ver. Recuerdo una que me mandaste una vez, donde, de espaldas, mostrabas tus nalgas tan lindas […]. Me excita mucho ver tu cara y tus caderas y tus nalgas.  Te besaría el calzón en este mismo instante.”

Leo su mensaje en mi celular mientras estoy en el gimnasio. Me gusta lo que dice y ahí de pie, sudando, viene a mi mente la imagen que describe. Aquella ocasión se la envié minutos antes de meterme a bañar. Llevábamos un tiempo sin vernos, él estaba fuera del país. Recuerdo también que, un mes después de aquello, intentábamos tener sexo vía Skype. En aquel entonces, utilicé la misma técnica y sentada sobre mi cama el iPad lograba capturar mi espalda y la mitad de mis pompas. Usé un filtro más cálido, lo extrañaba.

En este instante, si bien me parece excitante que hable de besarme sobre la ropa interior, me enfría que diga “el calzón”. Tomo, mentalmente, nota de esto para cuidar lo que voy a escribirle más tarde, al llegar a casa y estar a solas. Quiero que mi trabajo fotográfico al estilo “soft porn amateur”  no pierda vigor por una expresión así.

giphy1

10:15 pm

Aparecen dos selfies más. Están como imagino que le gustan. También las fotos. Me las tomo saliendo de bañarme. Esta ocasión la grabación es breve, me esperan en la cocina para cenar y en realidad es tarde, estoy somnolienta. Prendo una lámpara de noche que tengo sobre el escritorio y usando solamente un cachetero de encaje negro me pongo de espaldas. Levanto un poco las nalgas, los brazos también para que se note más la cintura y los tenues músculos de la espalda. Me doy cuenta que tengo la respiración agitada y aunque aquí hace frío, estoy descalza y de mi cabello corren gruesas gotas de agua sobre mis hombros, comienzo a sudar. Mis anteojos se empañan. Mi memoria de pronto está húmeda.

Antes de enviarlas añado: “Me encantaría. Eso y que me mordieras estas nalgas que ya no aguantan por ti. Acabo de bañarme y estoy mojadísima.”

Mensaje enviado.

11:45 pm

Avanza la noche y mi viejo amigo tarda en contestar. Recostada sola en la cama, me da tiempo de pensar.

(Soy el simulacro de una mujer que se evapora, semidesnuda, en las manos de alguien que no puedo ver. // Hoy el clic y el breve texto sustituyen la caricia. Si esto es así, voy a seguir en esta pantalla profunda y a ratos inhóspita, tecleando. // Quizás él recuerda cómo huelo. // De pronto le importa que esté usando un filtro blanco y negro. // Ninguno de los dos gasta dinero en un motel. No es preciso el uso de preservativo. // Nadie se pregunta qué tan conveniente sería abrazar al otro mientras duerme. // Estamos solos y satisfechos con el placer del ojo.)

Por un momento, me imagino haciendo sexting por dinero. Parece fácil: abriría un perfil de Facebook con contactos cuidadosamente seleccionados, me tomaría un par de fotos y anotaría: “negociaciones vía inbox”. De acuerdo con las características de las fotografías, cobraría. “Aprende algo dinero”. Pueden depositar la cantidad a una cuenta de banco en algún Oxxo. Pero no mucho dinero, la cantidad ha de corresponder al prototipo de belleza que mi cuerpo ostenta en el mercado actual. Secretamente comienzo a especular sobre los costos de mi cuerpo. Más todavía: lo disecciono y hago de mí pequeñas y diferentes  mercancías. Es una fantasía que desecho por ahora, sólo espero que mi celular vibre.

12:00 am

Lo que yo hago en este instante es seguro, me convenzo. Durante el sexo real, pequeño detalle, a mi amigo le excita abofetear y yo soy de las que eventualmente disfrutan recibir dolor para intensificar todo el acto. El sexting tiene como condición la distancia. Yo veo el coger sin tocarse como una tregua, una rehabilitación para los perversos; artesanías de un extraño querer.

12:10 am

“¿Te puedo llamar?” recibo, inesperadamente, esta respuesta. Pero yo, al dejar entrar en nuestro pequeño juego estas reflexiones, me siento en el borde.

Lo deseo tanto que mejor apago el celular.