Charlot: emociones, crítica y creatividad

Para que un personaje cinematográfico logre triunfar en su medio, necesita crear un vínculo con el público. Dicha conexión puede labrarse por diferentes aspectos: desde una confrontación moral, hasta la muestra de sentimientos en común con el ideal del espectador. Si acaso llegara a existir otro personaje como el Charlot de Charles Chaplin sería verdaderamente un logro. El propósito de este escrito es develar por qué el alter ego de Chaplin resulta tan significativo para la historia del cine.

Charles Spencer Chaplin nació en Inglaterra en el año de 1889. Luego de una vida ajetreada, viajó en 1910 a los Estados Unidos, decisión que marcó su carrera artística. Ahí surgió su personaje estrella: Charlot. Éste puede calificarse como un hombre paradójico, pues tiene contradicciones actitudinales y físicas. Afirma Chaplin en su autobiografía:

Quería que todo fuera contradictorio: los pantalones holgados, el saco estrecho, el sombrero pequeño y los zapatos anchos. Estaba indeciso entre parecer joven o mayor, pero recordando que Sennett quería que pareciera una persona de mucha más edad, agregué un pequeño bigote que, pensé, añadiría más edad sin ocultar mi expresión. No tenía ninguna idea del personaje pero tan pronto estuve preparado, el maquillaje y las ropas me hicieron sentirlo, comencé a conocerlo y cuando llegué al escenario ya había nacido por completo [1].

Charlot encarna el arquetipo de la bondad humana. Es capaz de procurar a los otros antes que a sí mismo; además, su cualidad significativa es el amor. En todas sus películas, el amor rige sus relaciones con otros personajes, lo que lo lleva a tener toda clase de peripecias cómicas. Cabe destacar que tales características corresponden a un sentido psicológico-moral; sin embargo, en el ámbito físico-social, es totalmente lo contrario: un vagabundo. Sus prendas reflejan perfectamente estos elementos, ya que posee unos zapatos grandes, pantalón bombacho, chaleco con corbata, saco entallado, y un bombín pequeño. Todo un disparate.

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Lo anterior, en conjunto con un carácter cómico, genera alegría y catarsis en el público. Para el espectador, las desgracias que le suceden a Charlot no son motivo de tragedia, ni siquiera el hecho de su condición social. Es, de hecho, un motivo más de diversión. La tragedia como divertimento. Charlot vive distintas aventuras por encontrar el amor o simplemente por mejorar su condición social, tal como hombres y mujeres trabajan a diario para subsistir. El personaje de Chaplin genera un desahogo en el público, ya que puede identificarse en sus momentos de miseria y reírse inconscientemente de ellos.

Charlot no necesita hablar para conmover. Como personaje del cine mudo, es interesante estudiar la relevancia de la acción por encima de la palabra. Chaplin, no obstante, hizo un discurso magistral en su última película (en la única que habló): El gran dictador, la crítica y la parodia al fascismo de Hitler, pero ese no es tema de este artículo. Los actos de Charlot enriquecen su cualidad humana en contraste con su condición social. Esto es lo que podría calificarse como «riqueza interna y pobreza externa». Para Charlot es más importante la grandeza en los valores que el valor económico que pueda alcanzar.

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En su película Tiempos modernos (que también fue la última en la que apareció dicho personaje), Chaplin critica mediante Charlot la situación de la «modernidad» y la «modernización» que, en realidad, generan la explotación del proletariado (en términos marxistas) en condiciones precarias. Lo anterior, a su vez, crea el descontento social que produce conflictos entre contrarios, tal como lo había afirmado Heráclito en la antigüedad. El desarrollo de la película crece cuando Charlot se enamora de una joven huérfana que conoce en la calle, entonces ambos personajes luchan, unidos por el amor, contra las condiciones adversas del mundo moderno.

La creatividad con la que Chaplin individualiza su personaje se maneja, además de todo, en el uso de jitanjáforas. En el mismo filme, Charlot «habla» por primera vez en todas sus presentaciones; sin embargo, lo que dice es completamente incomprensible. Alfonso Reyes dedica a Chaplin un pequeñísimo párrafo en su apartado de «Las jitanjáforas» en la recopilación de ensayos titulada La experiencia literaria. Chaplin, afirma Reyes, practica una «noble tradición» de representar lingüísticamente expresiones inventadas y sin aparente sentido:

La spinach or la tuko

gigeretto toto torlo

e rusho spagaletto

je le tu le tu le twaa.

La der la ser pawnbroker

lusern seprer how mucher

e ses confees a potcha

ponka walla ponka waa.

Señora ce le tima

voulez-vous le taximetre

le jonta tu la zita

je le tu le tu le twaa.

Toda la película es una crítica a la sociedad mezquina que, por enfocarse en la modernidad, impide el desarrollo humano; mismo señalamiento del Lazarillo de Tormes o el Guzmán de Alfarache, personajes importantes de la literatura. (Cabe destacar que Chaplin fue perseguido en los E.U. por la «cacería de brujas» del senador McCarthy contra los comunistas). Al final del filme, Charlot aparece en medio de una carretera que pareciera ser interminable, sujetando la mano de la mujer. Nuevamente, el amor aparece simbólicamente como impulsor ante las adversidades y como característica importante en la unión como fuerza y esperanza.

El chico es otra de las producciones más conocidas de Charles Chaplin. La impresionante actuación del pequeño (Jackie Coogan) influenció en el reconocimiento del público. En ella, Charlot se hace cargo de un bebé abandonado por su madre, ya que era un hijo no deseado. Al paso de los años, los dos realizan acciones picarescas para poder sobrevivir; no obstante, ambos participan de la felicidad por acompañarse mutuamente.

El amor se presenta en un afecto más filial que de pareja. La conexión entre Charlot y el chico es, en este caso, el impulso para buscar la subsistencia. A pesar del pasado incierto del pequeño, el papel de un hijo para Charlot no sólo implica el cariño, sino la compañía en contraste con la soledad. El papel de Jackie Coogan también puede ser el reflejo de las dificultades infantiles de Chaplin, pues su padre era alcohólico y se separó de su mamá cuando él apenas tenía tres años.

Definitivamente, la carga emocional de la película conmueve al público. En una escena, después de distintas circunstancias, las autoridades deciden alejar al niño de Charlot, pues descubren que no tienen parentesco alguno. Los hombres se llevan al niño. Éste suplica, llora, reza y sufre su separación de Charlot. El drama de la escena es impresionante, casi trágico.

Al final, su madre se arrepiente de lo que hizo, por lo que busca incansablemente a su pequeño. Cuando descubre que Charlot lo cuidó durante tanto tiempo, la mujer decide invitarlo a vivir con ellos.

Luces de la ciudad, La quimera de oro, El circo, Vida de perro, son algunos ejemplos de las películas donde aparece este legendario personaje de Charles Chaplin. Las relaciones humanas no sólo fundamentan los temas centrales de sus historias, sino también la naturaleza en armonía o disonancia con Charlot. Es, por esto y por todo lo anterior, un personaje versátil, capaz de introducirse en cualquier circunstancia y sobrevivir a ella por medio de diversas aventuras. Charles Chaplin creó a Charlot y, por medio de él, nos legó enseñanzas, crítica y el reflejo de una sociedad de la cual pareciera que no estamos tan lejanos. Charlot es el personaje idóneo para mostrarnos nuestras carencias de una forma sutil y casi imperceptible por su comicidad.

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[1] Chaplin, Charles (1964). My Autobiography (en inglés). Penguin.

Joshua Córdova RamírezAutor: Joshua Córdova Ramírez Escritor y estudiante de Letras Hispánicas en la FFyL de la UNAM. Colaborador de Primera Página y Cruz Diez. Ganador del concurso interpreparatoriano de Poesía.
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