SARMIENTO, SARNIENTO. (PRIMERA ENTREGA)

Amén de festejar los 200 años de la publicación de El periquillo sarniento de José Joaquín Fernández de Lizardi es pertinente la publicación de un poemario por entregas de un autor hasta hoy desconocido: Artemio Valle.

Artemio Valle (Ciudad de México, 1935 – Buenos Aires, 2000) fue un escritor autodidacta que comenzó a producir en forma sus primeros textos a una edad ya muy avanzada, a los 60 años, 4 años antes de morir. Sin embargo, su primer cuento data de principios de los años 50. A los 15 años de edad, apoyado por Juan García Ponce, publicó “Vida y obra de Marcelo Quiñones”, un cuento de gran madurez literaria, en las páginas de Cuadernos del Viento. Ese es el único texto que se atrevió a dar a la imprenta. Decidió dejar de lado la Literatura. Estudió Ingeniería Civil y trabajó en las primeras excavaciones del STC Metro. A él se deben los primeros planos de la línea 3.

Residió en Buenos Aires desde los 53 hasta el día de su muerte.

Fiel lector de los clásicos, defendió por encima de todas las obras literarias al Periquillo, de Lizardi, anteponiéndolo incluso, al Quijote de Cervantes.

Este amor por la obra de Lizardi se vio reflejado en su única obra poética existente, obra en la que trabajó, como ya se mencionó antes, desde los 60 años hasta el día de su muerte, dejándola inconclusa.

Los siguientes poemas, basados en la obra de Lizardi, reflejan el amor que Artemio tuvo hacia la opus magnum del novelista y periodista (pensador) mexicano.

A continuación, presentamos, por entregas, una serie de poemas inéditos del autor mexicano Artemio Valle, con el consentimiento de la viuda del autor, Marisol Vargas.

Memoria sonora:

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SARMIENTO, SARNIENTO (1996) 

Por Artemio Valle. 

Selección e introducción de Marco Antonio Toriz Sosa.

INVITACIÓN A LA LECTURA EN DONDE PEDRO SARMIENTO HABLA A SUS HIJOS EN RAZÓN DE LA MEMORIA.

La memoria es una tinta incolora

De la que surgen los más vastos recuerdos.

A ustedes, hijos míos,

Esta tinta se les muestra al natural:

Negra y plagada de recuerdos de la más bella picardía.

Ni jeta de santo ni cola de diablo:

¿De qué te alteras? ¿Qué mofas,

Si con distinto nombre,

De ti habla la vida de este hombre desreglado?

No bastan, hijos míos,

Aquellas frases que dan fe de mi existencia.

Que a cualquiera –ajeno a ustedes–

Mis palabras son tan sólo una inmundicia.

Ni los médicos, ni el cura, ni el soldado

Podrán leer estas palabras

Que son sólo grafía invisible del pasado:

Al final cuando lean estos cuadernos

Podrán decir sólo con gracia imberbe

(Al saber que la memoria es una tinta sin color):

―Aquí están las memorias, aquellas que no pueden leer.

EN DONDE PERIQUILLO DA RAZÓN DE LAS PECULIARIDADES DE LA LENGUA EN FUNCIÓN DEL INTELECTO.

La clase alta es víctima central de la palabra.

En mi caso ni el maestro

Sale limpio del conflicto.

Qué expuesto está a escribir mil desatinos/

El que carece de instrucción/

En la mentada ortografía…

Víctimas son los oradores

Que, escudados en el habla,

Dicen miles de oraciones

Con total desinterés en su escritura.

Víctima soy, en menor grado,

De su tal indiferencia a la escritura.

¡Qué desventurada aquella clase

Con sus ínfulas de sabios pretenciosos!

Aquellos que se dicen oradores,

Que dicen de su lengua ser el amo

No nadan por los mares de lo escrito

Y en su afán son víctimas del hamo.

EN DONDE PEDRO SARMIENTO DA RAZÓN DE SU MAL NOMBRE Y LO DEFIENDE.

Mi mal nombre es Periquillo,

Con un lastre de apellido que es Sarniento.

Me he ganado tales nombres con honores

A razón de ser yo mismo el que empezó.

Qué más da si hoy se burlan de mi sarna,

O de aquella vestimenta que, en conjunto,

Me hace lucir como un ave hogareña.

A mí la sarna el tiempo me la quita

Con líquidos, reposo, crema, ungüentos…

Y fácilmente puedo deshacerme

De aquella torerita colorida.

En cambio a ustedes, “patas cojas”, “tuertos”,

Ni el tiempo les hará crecer las piernas

Ni un ungüento habrá de rellenar

El cuenco oscuro en donde el ojo brilla por su ausencia.