“La belleza no es todo, es lo único”: The Neon Demon de Nicolas Winding Refn

Charles Baudelaire en Les Fleurs du Mal escribió  «Himno a la belleza», poema en que la voz lírica se pregunta si la belleza es divina o infernal, si trae crimen o beneficio porque la beldad platónica y medieval concebía los rasgos bellos como una manifestación de la pureza del alma y de las virtudes vertidas en la mujer. Aunque dice Baudelaire que la hermosura es motivo de dolor para quienes no la tienen y desean en vano la satisfacción mediante el arrobamiento por el objeto deseado. The Neon Demon  puede sintetizarse en la siguiente estrofa del poeta maldito:

Caminas sobre muertos, Belleza, y de ellos te ríes;
el horror, de tus joyas no es la menos hermosa,
y el crimen, entre todas tus costosas preseas,
danza amorosamente sobre el vientre triunfal.

Jesse (Elle Faning) es la belleza que camina entre los muertos y el horror que la rodea, es decir, el medio de la moda donde se desenvuelve, es su joya más preciada.

Antes de entrar en materia, hay algunos aspectos interesantes del filme que deben tomarse en cuenta. Primeramente la luz como elemento simbólico es utilizada para crear una atmósfera que provoca una sensación de frialdad y artificialidad. Igualmente, los cambios del rojo al azul y viceversa son esenciales al momento de comprender el momento de transición por el que pasa Jesse y deja atrás su inocencia en consonancia con la geometría del triángulo, que representa la perfección tanto celestial como terrena,  hecho de espejos: Narciso besando su propia imagen. Aunque suene obvio, la visualidad de la película es fuerte debido a que tanto la luz como la música conforman la alucinación hipnagógica del “Neon”. Esto no es gratuito, pues Nicolas Winding es daltónico y disléxico:

I’ve always been very fascinated by images, maybe that’s because I’m dyslexic and I didn’t learn how to read until I was 13, so images became very much my understanding of story telling […] I’m colorblind, I can’t see mid-colors. That’s why all my films are very contrasted, if it were anything else I couldn’t see it.”[1]

Por otro lado, la trama o conflicto está relacionada con el mundo profundo de la moda, es decir, la concepción de belleza en el marketing de cosméticos y pasarelas es vacío y hueco, lo que se ve reflejado en los caracteres de las modelos, quienes frente a la muerte y el horror de la sangre no hacen mas que una mueca de asco. Así pues, el “conflicto diluido, oquedad y parafernalia” de la película (lo que Jesús Chavarría de Marquesina 22 malinterpretó con mala sensibilidad) denotan la oquedad y parafernalia de Sarah, Gigi y Ruby que en detrimento de la contemplación sucumben ante el deseo erótico del caníbal.

Le película comienza con una imagen alucinante parecida al cuadro “La muerte de Jean Paul Marat” a manera de premonición y anunciando el desenlace de la trama. Jesse proviene de Georgia, un estado agricultor; huérfana a los 16 años y candidata a modelo viaja hasta Pasadena, California con el fin de hacer carrera en el modelaje. Es inocente hasta la ingenuidad demostrando su inexperiencia en las vivencias cotidianas en la escena del baño durante la fiesta. A pesar del inconveniente, hay algo inalienable en ella que le permite abrirse paso, sin mucho esfuerzo, al modelaje profesional: la perfección estética. Todos los elementos que constituyen el canon occidental de belleza armonizan naturalmente en Jesse, porque sí, sus compañeras Sarah (Abbey Lee Kershaw) y Gigi (Bella Heathcote) también son rubias, altas, esbeltas con finas líneas que las contornean, pero no armonizan perfectamente sus rasgos y mucho menos son naturales. Sarah, Gigi, Ruby y Hank son los muertos entre quienes camina la protagonista, los cuales desean la belleza de una forma particular. La última escena es importante para comprender dónde esta el horror en la película, pues el ojo es tan atractivo como horroroso según Bataille: «El temor al ojo es sorprendente.No parece haber mejor palabra para calificar al ojo que la seducción; nada es más atractivo en el cuerpo. La extrema seducción colinda, probablemente con el horror». El ojo proporciona sensaciones tan contradictorias, sea la atracción o la repulsión. En The Demon Neon la mirada de Jesse conforma esa belleza natural ligada a la inocencia, pero también por el ojo entra la imagen sexual y el erotismo contemplativo. La repulsión se genera cuando la mirada enciende las pasiones primigenias y míticas  del ser humano: la sexualidad y el  canibalismo ritual.

Los personajes se caracterizan a partir de su relación con Jesse, puesto que cado uno concibe la belleza y el deseo de manera particular. Por ejemplo, Ruby cubre su deseo bajo el velo de la amistad sincera; Hank lo despliega virilmente con base en la violencia; Gigi y Sarah, esconden el culto a la hermosura de Jesse con la envidia y los comentarios que intentan destruir su moralidad; Dean niega la belleza física y material intentando buscar el aspecto interior y espiritual. De entre los personajes únicamente el diseñador de moda (Alessandro Nivola) comprende la magnitud y alcance de la belleza, pues aún él en su rigurosidad reconoce que la protagonista es “una joya en un mar de vidrio”. Es tal la fuerza del deseo en Ruby y las modelos que subliman el deseo mismo en la antropofagia. El peligro que representa Jesse reside en que estimula el deseo en su entorno como un sucubo que se introduce en los sueños y fantasías tanto de mujeres como de hombres. Entonces, retomando a Baudelaire, la belleza es “Satánica o divina, ¿qué importa?” si vuelve al mundo menos odioso con la contemplación.

David ParedesAutor: David Paredes (Ciudad de México, 1993)Estudiante de Letras Hispánicas en la UNAM y colaborador en Primera Página. Ha publicado narración breve en revistas como Opción, La Colmena y EnEspiral.
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