«El presidencialismo mexicano» en los tiempos de Enrique Peña Nieto

Casi por tradición ―y de forma inherente―, el día 1 de enero tiene la dicha de conocer, en voz de los más agudos arquitectos discursivos, una nueva manera de comprenderse y mirarse en el mundo. Comienza el año de 1891, un hombre de semblante serio y bigote poblado, nacido en tierra cubana, da a conocer en papel impreso una de las ideas paradigmáticas respecto a la construcción de la República. Nos dice:

“Se entiende que las formas de gobierno de un país han de acomodarse a sus elementos naturales; que las ideas absolutas, para no caer por un yerro de forma, han de ponerse en formas relativas; que la libertad, para ser viable, tiene que ser sincera y plena; que, si la república no abre los brazos a todos y adelanta con todos, muere la república.”

Se trata de Nuestra América en voz del eterno compañero de bronce de la estación de metro Hidalgo, firme e imponente: José Martí, ¡cuántos años han pasado y cuánta falta nos hace escucharte!

Hace unos días, el pasado 21 de agosto, la periodista Carmen Aristegui y su equipo, dieron a conocer un mensaje a través del canal Aristegui Noticias, a manera de preludio de una “faceta no conocida” que, por demás, llamó la atención pública y, nuevamente, puso los reflectores sobre la polémica figura del presidente Enrique Peña Nieto. La imaginación se echó a volar de inmediato y tintó de gravedad e impaciencia los ánimos en las redes. El resultado fue la noticia de que el representante del Ejecutivo obtuvo el grado de licenciado en Derecho por la Universidad Panamericana (UP), presentando como trabajo de tesis un documento plagiado en su mayoría.

El evento suscitó un escenario de opiniones diversas. Por un lado, unos argumentaron de “irrelevante” la noticia en tanto que ya es de todos conocida la ineptitud de dicho personaje tanto para ejercer su cargo, como para sostener su preparación profesional (baste recordar lo ocurrido en la Feria Internacional del Libro previa a las elecciones de 2012). Y, por otro, surge la alarma ante la minimización del conflicto al llamarle, en palabras del Vocero, “errores de estilo”; además del desprestigio al trabajo realizado por el equipo de investigadores.

Cabe decir que ambas caras de la moneda son ciertas. Sin embargo, no atrevo a precisar que la noticia resulte intrascendente. Una de las situaciones más alarmantes respecto a la perspectiva que se tiene del ámbito académico atiende a su aparente inutilidad frente a la resolución de problemas “reales”, es decir, de la vida cotidiana. Una objeción frecuente se funda en que la esfera intelectual es un sitio de enriquecimiento individual que no contribuye para mayor razón que ella misma. Con frecuencia la educación se interpreta como un proceso de egoísmo al que uno se somete voluntariamente para olvidarse de lo real. Pero la mayor de las veces se anhela como vía de acceso a una mejor calidad de vida.

En este contexto, el escándalo provocado por una innegable falta de ética por parte de las instituciones implicadas y del personaje político no resulta menor. ¿Qué implica que un personaje que representa, nada más y nada menos que el poder Ejecutivo, cometa plagio ―eufemismo de robo a nivel de conocimientos― de una tesis para justificar su “capacidad”, no sólo para desempeñarse en las leyes, si no para dirigir un país? ¿Aristegui nos muestra una “faceta no conocida” del presidente Enrique Peña Nieto o nos da luces documentadas de una dinámica estatal que no necesita de universitarios titulados más que para utilizarlos como herramientas?

Minimizar el delito de un hombre que no conoce a mi compañera que viaja más de tres horas en el transporte público para tomar clase, que nunca ha visto a mi compañero seguirse de largo ante un precio que rebasa lo que trae en el bolsillo, que dudo que alguna vez comprenda lo que subyace en el “conocer es resolver”, eso sí me resulta alarmante en creces.

Ya lo dijo Martí: “crear es la palabra de pase de esta generación”. En el proceso de fundación de la república, la universidad toma un papel importante para establecer las bases de la sociedad nueva. Los estudiantes también participan en la toma de decisiones que dirigirán el rumbo de la sociedad que anhelan. El individuo que no piensa por sí mismo, está perdido.

Hace más de un siglo Martí le habló al mundo, al igual que el contundente llamado de Morelos a que “la Soberanía dimana inmediatamente del pueblo”, Salvador Allende en el 73 y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, en la madrugada del 94, y sus voces todavía nos hablan. Hoy, la Presidencia de la “República” se sorprende de que dos décadas y media después, el plagio de una tesis sea “materia de interés periodístico”, y se muestra abierta a la crítica y el debate.

Yo solamente cito, a manera de debate:

“Las repúblicas han purgado en las tiranías su incapacidad para conocer los elementos verdaderos del país, derivar de ellos la forma de gobierno y gobernar con ellos. Gobernante, en un pueblo nuevo, quiere decir creador.”

Alma GónzalezAutor: Alma González Estudiante de Lengua y Literaturas Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México. Y hay montañas que quieren tener alas y se inventan las nubes blancas.
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