William Burroughs y otros chacas cool

Hace tiempo, mi amigo José Riwes, integrante de la banda The Dragulas, me contó una gran anécdota. Me contó que en sus años de universidad la película de Transpotting se estrenó, y más de uno de sus compañeros de facultad adoptó el personaje de los cuatro malandros del Reino Unido. Mi amigo José, de manera audaz,  preguntó: «¿Por qué celebrar a cuatro chacas malandros, si aquí abundan de esos?» a lo que sus compañeros respondieron: «Bueno, es que aquellos malandros escuchan a Underworld». La historia me causó mucha risa, se dejaba entrever  lo que en algún momento hemos definido como colonialismo musical, pero bueno, esa es harina de otro costal.

Lo que aquí me interesa estrechar, son las diferentes percepciones que concebimos sobre el uso de las drogas, el narcotráfico y sus parafernalias.

He perdido la cuenta de la cantidad de veces que me he topado de comentarios ofensivos a las personas que idolatran a figuras del narco o bien a bandas de narcocorridos. Aquel que le reza a Malverde, o que escucha el movimiento alterado es enseguida satanizado por las ligas de la decencia y la cultura moralista del buen gusto. Pero como dice otro buen amigo alias “el kiss”, todavía no nos hemos dado cuenta que el thug life y el gangsta es lo mismo que la narco cultura y los narcocorridos, y tiene razón. Para ello, tomaremos como ejemplo a uno de los iconos de la cultura pop y por algún tiempo underground, William Burroughs.

Aquel que le reza a Malverde, o que escucha el movimiento alterado es enseguida satanizado por las ligas de la decencia y la cultural moralista del buen gusto.

Ya mucho se ha dicho de la literatura y la generación beat. Es bien sabido sobre sus métodos con las drogas, la búsqueda constante de la libertad y el budismo. Pero a decir verdad, los verdaderos iconos de los beats, estaba detrás o a un lado de Kerouac, Ginsberg o Burroughs, y se trata de Neal Cassady, Carl Solomon y Herbert Huncke.

Herbet Huncke

Huncke y Burroughs comenzaron su travesía en 1945, cuando después de un robo a mano armada de varias cajas de morfina, le preguntaron al futuro escritor si conocía clientes potenciales para vender el hurto, Burroughs enseguida vislumbró una gran oportunidad para dar sus primeros pasos en el ámbito de la delincuencia, animado según él por la novela de un ladrón que desafiaba el mundo occidental a través de la  delincuencia y la violencia. Tiempo después y gracias a un personaje clave en todo esto llamado Bob Brademburg, el cual trabajaba en una farmacia, pudo dar con un apartamento de yonquis, donde encontraría a sus mejores compradores de drogas. Dichos apartamentos, a unos cuantos metros del puente de Brooklyn, ahí era donde el poeta beat encontraría su verdadera afición. Desde luego los habitantes de aquellos departamentos eran en su totalidad marginales, fue allí  donde se topó con Herbert Huncke, yonqui homosexual y delincuente, con el que no tardó en hacer buenas migas. Entre los otros arrapados se encontraba Phil White, carterista, Little Jack Melody, quien robaba cajas fuertes y una hermosa chica hija de un juez de Philadelphia, quien ejercía como prostituta de lujo, Vicky Russell.

Burroughs fue el alumno predilecto de Huncke y White, lo enseñaron las mañas para ser un buen ladrón. Al poco tiempo se convirtió en un adicto más, Huncke le enseñó a inyectarse de buena forma, mientras White, a manejar la navaja como una extensión más de su cuerpo. Los escasos veinte dólares que recibía de su familia terminaron por ser de poca ayuda, por lo que salía a las calles a robar a los borrachos que quedaban dormidos en las aceras, robaba sus carteras para seguir inyectándose, sin embargo, no era suficiente, lo cual lo llevaría a otro nivel, el de traficar con narcóticos.

Para 1951 y a la par de su nuevo empleo como traficante, escribió Yonqui, quien fuera publicada más tarde en Ace Books con ayuda de Ginsberg. El texto fue exhibido por primera vez en los aparadores de farmacia en 1953 con una caratula muy peculiar, una pareja con vestimenta de los años cincuenta peleando por una jeringa.

Después de su salto a la fama, podemos recordar varias intervenciones igual de singulares que su vida, como su aparición en la cinta Drugstore Cowboy de Gus Van Sant a lado de Matt Dillon. O el cortometraje animado producido por Francis Ford Coppola The Junky’s Christmas, historia basada en un cuento musicalizado de Burroughs, misma que puede escucharse en un  disco de funk lento y espeso, con la voz de William Burroughs, con fragmentos de 7 novelas, que se convierten en narraciones cortas. El disco lleva como título Spare Ass Annie and Other Tales con la colaboración de  Disposable Heroes Of Hiphoprisy. De verdad que es una joya de la música, uniendo la literatura y la voz del novelista.

La vida de William Burrouhgs en efecto es salvaje y desarrapada. Sabemos de su estancia en México, donde imitó a Guillermo Tell, matando a su esposa en la calle de Monterrey. Y aquí intentó señalar para comprender, y es que en la persona de Burroughs encontramos a un novelista, pero también a un delincuente, a un traficante y a un asesino, del cual se ha escrito mucho, se ha leído mucho, y por supuesto se ha vendido mucho, desde sus libros, hasta playeras con sus más celebres frases, la pregunta es ¿Por qué castigar tanto a los seguidores de la música del narco y los seguidores de la narcocultura, cuando en más de una ocasión relucimos nuestro esnobismo con anécdotas de los poetas beat para quedar bien? ¿Cuál es la diferencia, pues, entre el señor William Burroughs y cualquier dealer de la San Felipe de Jesús? ¿Cuál es la diferencia entre Mark Renton y el Brayan de tu calle? Pues como lo dijo mi amigo, de apellido Riwes, pues sí, los chacas de allá escuchan jazz, no importa que en las prácticas sean las mismas.

¿Cuál es la diferencia, pues, entre el señor William Burroughs y cualquier dealer de la San Felipe de Jesús?

Ángel ArmentaAutor: Ángel Armenta (México-1988)

Estudios en la Academia de Arte y Patrimonio Cultural de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, UACM. Gestor y promotor cultural. Investigador sobre musical y cultura pop.
Director del Festival Heterodoxias.
Columnista para la revista Poolp, Afónica, LetrasExplicitas y ahora Primera Página.