“Me leen tan pocas personas”: entrevista a David Huerta

15/03/2016

Sentado en una banca espero la llegada de David Huerta al anexo de la Facultad de Filosofía y Letras. Lo conocí una semana atrás. Estaba rodeado de alumnos, inmerso en una incómoda burbuja conversacional, en la que a nadie respondía seriamente. Uno de ellos, desconocido mío, me presentó. “Él es Emiliano”, le dijo. “¡Otro Emiliano! ¡Cuántos Emilianos!” contestó. “Al grano”. Pensé.

“Estamos interesados en realizarle una entrevista para una revista…” “¡A la orden!” me concluyó.

            Y ahora estoy aquí viéndolo llegar en el asiento trasero de un Shadow rojo al estacionamiento. Lo abordo. Le recuerdo la petición de la semana pasada. “¿Se acuerda de mí? Soy Emiliano” “No.” responde. Trato de recordarle. “¿Te dije que sí te daba la… o qué te dije?” pregunta. “Que sí.” respondo. “Bueno pero rápido. Estoy esperando a Rafa Mondragón.”

 

PP: Pues sí… eh… coménteme ah… un poco en mmm… nociones generales, qué opina usted acerca de la hilaridad, la comicidad, en la poesía. ¿Cree que pierde seriedad (¿neta pregunté eso?) un poem…?

D.H: ¡Por supuesto que sí! ¡De eso se trata, precisamente! De que pierda seriedad. Pero siempre ha habido humor en la poesía, en la literatura, desde los poemas homéricos.

PP: Y cree ust…

D.H: ¡Hay bromas! Incluso en la poesía más solemne. Hay escenas escatológicas, picardía, juegos de palabras, calambures, dobles sentidos; lo que llamamos en México albures.

El teatro de Shakespeare, como demostró el ajedrecista y escritor Marcel Sisniega (que ya murió, por cierto; que tradujo a Shakespeare) está tapizada de juegos de palabras y de albures. La obra del gran Luis de Góngora, mi poeta favorito, el que considero el más grande de la lengua española, también está llena de sentido del humor. Cervantes es un escritor de una jovialidad, de una soltura, de una naturalidad muy grandes. Quevedo es un caso especial porque es un hombre lleno de hiel, de amargura, de violencia. Su bromas son bromas pesadas; bromas violentas incluso. Ese no es el sentido del humor que me hace más feliz.

El humor no es algo extraño en la literatura. No sé de dónde nació la idea de que la literatura tiene que ser seria. No lo es, ni debe serlo, según yo. Desde luego me agrada el tono elevado, el tono sublime, la filiación clásica (o neoclásica, mejor dicho) de alguna literatura.

PP: ¿Un buen poeta debe cruzar por esa lin…

D.H: ¡No! Un debe, no.

PP: No debe.

D.H. No, no debe. Hace lo que hace porque quiere. En ese querer, en ese apetito por hacer lo que quiere no debe haber restricciones. ¡Deberes! Ustedes sí tienen que hacer la tarea y pasar el semestre, pero un poeta no. Un poeta hace lo que quiere, y si no quiere hacerlo prende la televisión y se pone a ver el futbol americano. Establecer una preceptiva del humor es contrario al espíritu profundo del sentido del humor que es un ejercicio de libertad. Nada de que el escritor debe hacer esto o lo otro. Ni órdenes del secretario general del partido, ni órdenes generales de la asamblea de los humoristas. (¡¡¡¡¿?!!!!!)

PP: Pero… c…como ejemplo, usted mencionaba a Quevedo y a Góngora y entonc…

D.H: ¡Y a Cervantes!

PP: Y a Cervant…

D.H: ¡Y a Shakespeare!

PP: Y en ellos estaba el ingen…

D.H: ¡Y a Homero!

PP: …genio y el dominio de las formas. No es una preceptiva pero, yo como poeta puedo dominar el lenguaje bajo, y también el elevado, por así decirlo.

D.H: Hay lenguaje humorístico que es elevado.

PP: ¿Elevado?

D.H: Sí.

PP: ¿Entonces el humor no depende del lenguaje?

D.H: El humor es un ejercicio del intelecto «ya llegó Rafa» en el que se mezclan las destrezas lingüísticas específicas, expresivas y formales del poeta.

PP: Por último («ya llegó Rafa»), usted ¿cómo hace parte de su poesía al humor?

D.H: Pues hago muchas bromas privadas. Muchas bromas de las que yo solamente me río, porque como me leen tan pocas personas, estoy seguro que las bromas que hago sólo las entiendo yo o unas cuantas personas que yo he tratado. Me siento muy a gusto en este diálogo amistoso muy en corto. Me gustan los retratos, las etopeyas irónicas. Es un humor que apenas despierta la sonrisa. No le apuesto a la carcajada o a la chacota. A la sonrisa cuando mucho.

PP: Gracias.

D.H: A la orden.

 

Revista Primera PáginaAutor: Revista Primera Página
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