Día: 27 de julio de 2016

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Palabra de amor: muestra poética de Miguel Guardia

Más allá de una tediosa y burocrática presentación que repita tópicos poéticos genéricos que extraordinariamente se encuentran en absolutamente todos los geniales malos poetas, jóvenes y no, –o mejor dicho, en todas las lecturas desinteresadas– diré solamente: si es verdad que Miguel Guardia es periferia, marginalidad y olvido, qué importa. Y que cada quién, según su madurez, posicione al autor. Si se ha perdido el rumbo del juicio poético no importa ¿alguien negaría que Guardia tiene la palabra exacta; el verso exacto; el poema agudo?

Se presentan aquí textos recogidos de un par de libros suyos, publicados entre 1966 y 1977 (su último libro publicado.) Procuramos rescatar poemas menos conocidos que su maravilloso El Retorno y otros poemas, recientemente reeditado por Malpaís ediciones, pues fuera de esta necesaria reedición, conseguir el resto de su obra es, cuando menos, complicado. Los poemas aquí publicados no se encuentran en ningún otro sitio de internet.

 

Agradecemos a Paloma Guardia Montoya, hija del autor, por concedernos la publicación de estos textos y la maravillosa imagen.

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Miguel Guardia: el alegre pesimista. Entrevista a Paloma Guardia

La fotografía es propiedad de María Paloma Guardia Montoya, hija del poeta. Agradecemos su permiso para publicarla. Esta entrevista fue originalmente publicada en el número 6 de la revista Primera Página.

 

Miguel Guardia nació en la Ciudad de México el diecisiete de agosto de 1924; murió el veintidós de noviembre (el día de los músicos) de 1982. Yo era muy joven, tenía 21 años, cuando él murió. Su padre fue catalán, Manuel Guardia Fuste; su madre, mexicana. Se conocieron cuando mi abuela, Concepción Ríos, tenía catorce años. Tuvieron nueve hijos de los cuales murieron tres. Mi abuelo se rodeó por los intelectuales de su tiempo y se hizo dueño de una librería que estaba en la calle cinco de mayo que se llamó Compañía Librera Mexicana; pienso que de ahí le pudo llegar al niño (luego joven) Miguel Guardia la inquietud literaria.

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La belleza hoy y… simplemente,la Belleza

Sólo los superficiales no juzgan por las apariencias.

OSCAR WILDE

Mucho tiempo me quejé de la superficialidad de los millenials. Si no me hacían caso era, seguramente, porque no soy alto, atlético, guapo, ni rico. No me daba cuenta que el superficial era yo: la sociedad que así se comporta es tan profunda y se toma las cosas tan en serio como los fanáticos religiosos o los seguidores de la ética kantiana.

Su discurso es engañoso: alentados a la estupidez por el discurso de nuestro tiempo, se avergüenzan de su profundo compromiso con la ideología. Según ellos son libres, espontáneos: el amor tradicional es una forma de atarse, de limitar su placer, y a este mundo venimos, a fin de cuentas, a no quedarnos con las ganas de nada, a hacer  todo lo que queramos. Se vuelcan, pues, al placer inmediato y efímero: rinden culto a la imagen, a la riqueza. En este culto radica su profundidad: elevan los grandes senos, los cuadritos en el abdomen, la ropa de marca, a una dignidad metafísica. Ya lo dijo Marx en su análisis de la mercancía: no es el producto en sí lo que deseamos… la mercancía tiene un halo mágico, misterioso, como si se tratara de la famosa escalera de Platón al mundo de las ideas. A través de su consumo superficial de cuerpos y de marcas, buscan acercarse al mundo ideal de la felicidad, el comfort, la omnipotencia y, por supuesto, el placer, elevado a Dios. No son superficiales: no se fijan en la apariencia, sino en la concordancia de la apariencia con los imperativos de nuestra sociedad supuestamente «postideológica».