Día: 20 de julio de 2016

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De Julieta y el recuerdo roto

A. Maldonado

El ser creador de un estilo condensado (y bien reiterado) a través de años de continua exposición puede ser un arma de doble filo. Un público impaciente de resultar complacido, vuelve a llenar las salas con un esquema referencial construido por el mismo artista mitificado.

De Escapada (Alice Munro, Premio Nobel de literatura 2014) se dan a la fuga Destino, Pronto y Silencio para ver el renacer de Pedro Almodóvar tras los enormes tropezones que fueron La piel que habito, y después unos poco aterrizados Amantes pasajeros. Julieta es el retorno del hijo pródigo que el melodrama extrañaba con el alma.

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Aurym Blues: la imposibilidad de estar solo

El hombre, solo frente a la naturaleza, crea. De esta creación, a veces, resulta la obra de Arte.

De manera análoga, el espectador de la obra de Arte, se encuentra inmerso en esta nueva naturaleza, que, como quería Borges, es una naturaleza creada por el hombre, creada para que la descifre el hombre: es decir, una naturaleza donde no está solo, porque dialoga con el autor. En esta naturaleza, el hombre es capaz de conocer a su Dios. Y es el espectador el que, ante los estímulos de esta nueva naturaleza, completa en su corazón la obra de Arte.

Este extraño proceso de recreación se hace más intenso en el caso del teatro, donde un grupo de artistas crean un universo a partir del universo creado por un dramaturgo o, como en el caso de la compañía que me ocupa, del universo creado por la música.